Ocho días antes de la tragedia

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Hubo pequeños vórtices dentro de la noche oscura, en los que Alfred llegó a pensar que tal vez estaba enredado sus propios sentimientos, que quizás no haría ningún bien a nadie dejando saber a Arthur lo que sentía. 

Sin embargo, la sonrisa bribona de Francis y el brillo en la mirada de Arthur con ese libro de su amigo Indo era uno de sus motores para continuar con aquella faena, la cual él mismo se había echado a la espalda. Aunque también estas razones que lo impulsaban a ir tras el presidente, tenían espinas que lo hacían caer cuenta de la gran distancia que lo separaba de su amor platónico.

—  Alfred F.Jones.—  se puso en pie muy ruidoso y se acercó a la mesa del profesor para escuchar su promedio de notas. El aula era un nido de caos y aviones de papel.

El hombre de lentes gordos y redondos dictaba los números guiado por una regla vieja y amarilla mientras el joven los iba anotando con su pluma en una libreta. — Calcule.— dijo con voz ronca, y Alfred obedeció con nerviosismo, comenzando a jugar con los números en su cabeza.

  —  Seis punto ocho.  — dijo con una velocidad que no solo buscaba sorprenderlo sino, tal avergonzar al profesor que a penas iba a anotar los números para sacar el promedio.

Una sonrisa oxidada se desplegó sobre el rostro del profesor de literatura. Se recargó en la silla y con manos sosegadas limpió el vidrio de su lente. —  Es una pena que lo bueno que es en matemáticas, lo pierda en Literatura. Lo veo en refuerzos, Jones. 

El tintineo de las campanas sonó por toda la institución anunciando el receso. El viejo tomó sus libros y poemas de letras negras y se marchó dejando depositada la semilla de la desesperación en el joven.

  — ¿También te quedaste, Al? No te sientas mal, suele pasar. —  un desanimado Antonio se colgó de su hombro, y con él vino su otro amigo de cabello cenizo y complejo de genialidad.

   —  Bienvenido al club, bro. — dijo éste dándole una palmada en la espalda.

   —  No...yo no quiero quedarme en refuerzos, se viene un campeonato dentro de una semana.  —  murmuró para si en voz alta y con un deje tan triste que Gilbert y Antonio fueron deshaciendo sus bromas.

   —  ¿Por qué no pides a alguien que te ayude a estudiar? Tal vez si sacas diez en la prueba, no te quedes a refuerzos.  —  sugirió el de ojos verdes con una sonrisa congelada.

   — ¿Pero...a quién..? Nadie tiene buenas notas con el Sr.Miller.

  — Um, — tamborileó sus dedos sobre la quijada un segundo antes de recordar. —  ¡Arthur Kirkland! ¿No es tu amigo? Los vi el otro día conversando,creo..

Tal vez discutiendo era la palabra más adecuada.  — Ah,sí, tienes razón. Le preguntaré. Gracias. — se levantó nervioso, y moviendo la mano salió del aula.

Se sintió un estúpido por no haber pensando en Arthur como una opción. Era más que un brillante plan, donde podría acercarse al presidente y estudiar también la odiosa materia de Literatura. Fue silbando todo el camino hasta llegar al salón de la presidencia estudiantil. 

Sin embargo, sonidos de golpes y malas palabras le puso alerta, y antes de poder llegar a escuchar la conversación, la puerta se abrió súbitamente golpeando su nariz. El francés lo miró por un momento confundido. — ¡Lo siento, no te vi! 

Sosteniendo su nariz con una mano, aceptó las disculpas, e intentó restarle importancia con un gesto a pesar de que el golpe palpitaba y sentía las lagrimillas acumularse en sus ojos.El vicepresidente volvió a pedir disculpas antes de irse. 

Soy El Héroe Que No Necesitas (UsUk)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora