Siete días antes de la tragedía

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Aún no le cabía dentro de la cabeza cómo fue que aceptó llegar a esa situación, permitir que Alfred lo acompañara a un ensayo de la banda. Cómo lo convenció después de aquella cena y venditas para que en este momento estuviera detrás de él balbuceando canciones a unas calles del garaje donde ensayaban.

  —  ¿Estas seguro de esto?— Arthur volteó a verlo con ojos preocupados.

 El americano bajó sus molestos lentes de sol con una tonta sonrisa enredado en los labios.— ¡Claro que si! Siempre he querido conocer una banda de punks. 

La mala acentuación que le colocó a la palabra hizo fruncir su ceño y volver la mirada al frente.— Como quieras, Jones. Pero te advierto que-

  —  ¡Sí,si! No decir nada a nadie. ¿A veces eres muy molesto con eso,sabes?  —  rió estruendosamente. Era más que palpable la felicidad que contenía por aquella visita.

Arthur suspiró y cuando se quiso dar cuenta ya estaban frente al garaje. Tragó en seco al ver las siluetas de sus compañeros adentro, un nudo se instaló en su estómago ¿Cómo se suponía que explicaría la visita de aquel americano a su santuario?

El de ojos azules notó que a pesar de no ser un garaje grande, la batería, el bajo y la guitarra se habían acomodado de una manera perfecta al improvisado escenario. Detrás de estos, un grande bandera de Reino Unido se desplegaba como su icono acompañado de una imagen de la joven Reina Isabel tachada como si se tratara de un espécimen peligroso* 

  — Alfred, te presento a la banda. 

Si podríamos describir en ese momento el rostro de americano, sería prudente advertir que su corazón y mente no estaba preparada para esa imagen. Un joven de cabellos rubios y bufanda azulada se inyectaba alguna tipo de droga en el brazo, otro estaba acostado en el suelo durmiendo, y el último, ajustaba las cuerdas de su bajo como lo haría un joven normal partícipe de una banda.

Éste último,un joven de ojos verdes y cabello castaño se les acercó con una sonrisa. Alfred notó el piercing en su labio y la chaqueta negra rasgada, pero lo que más le llamó la atención fue la pequeña coleta sobre su hombro. Detalle que no había visto entre los cantantes de rock.— ¿Qué hay, Arthur? Pensé que no llegarías.

  —   Lo siento, hombre...tuve algunas cosas que hacer en el colegio y...—  pasó la mano por su cuello con ojos nerviosos. El otro, en cambio miró a Alfred con tanta curiosidad que Arthur se vio obligado a aclarar.—  Va a acompañarnos hoy en el ensayo.

  —  ¡Un gusto! Soy Paul.—  sonrió con una brillante sonrisa que no alcanzó al norteamericano. 

  —  Un gusto, me llamo Alfred.—apretó su mano con una sonrisa casi igual de deslumbrante e hipócrita que la suya.

  —  ¿Eres norteamericano, verdad? Se nota por tu acento. — rió entre dientes cuando Alfred asintió con desánimo.—¡Guay! ¡Nunca he sido amigo de un americano!

 Volvió a sonreír con aquella sensación de molestia instalada en la garganta.—  Ni yo he ido jamás a un ensayo de punks  ¿de locos, no?

—  ¡Definitivamente! Ven te muestro al equipo. —  palmeó su espalda con energía y lo arrastró hasta el joven que se inyectaba. Alfred miró de reojo a Arthur. No supo en qué momento el británico ya había ido a por la guitarra eléctrica y en ese momento estaba conectando el amplificador. 

  — Él es Gobert, —  el hombre hizo un gesto con las cejas y la mano, a pesar de que sus ojos estaban inyectado en sangre,—es holandés.  — susurró esto último. —  Es nuestro baterista, muy bueno por cierto. ¡Levanta ese trasero que empezamos en cinco!

Soy El Héroe Que No Necesitas (UsUk)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora