Cero días antes...

638 78 477
                                    

Los párpados le pesaban, e intentó en vano ubicarse dónde se encontraba. Las luces blancas de la enfermería lo cegaban y atontaban como si su objetivo fuese hacerlo dormir una vez más. Alfred se incorporó con los codos apoyados en el colchón, el anochecer se estaba ya filtrando por la ventana. Los vestigios del juego aún seguían palpitando sobre los moretones que le adornaban la piel.

Apartó las cobijas de la enfermería.—  ¿qué hora será?

A pesar de que fue una pregunta, no se esperaba una respuesta, menos del presunto desaparecido de ojos verdes.— Las siete y cuarenta y ocho exactamente.— murmuró el presidente despegando su vista del libro que tenía en la mano hacia el anticuado reloj de bolsillo.

— ¿Arthur? — tal vez fue porque no se esforzó en maquillar la sorpresa de verlo junto a su camilla, que el británico pareció molestarse y cerrar el libro mientras desenredaba una sonrisa.

— ¿Esperabas ver a alguien más?

— No. Es sólo que...um..— no sabía cómo explicarlo cuando ni siquiera él terminaba de entender lo sucedido aquella tarde.— ,tu hermano te estaba buscando.

— ¿Qué?— su nariz se arrugó y Alfred se sintió inseguro de las palabras que eligió para expresarse.— ¿Para qué? 

— Y no solo él. También Paulo, y Francis, e Indo y...

— No estoy entendiendo nada.

— ¡Ah, también Matthew!— hizo un intento de sonrisa.— Todos tus amigos estaban preocupados por ti Arthur, ¿dónde te has metido?

El británico sostuvo sus ojos un momento, como si tuviera miedo de qué pudiera leer sus pensamientos, y luego apartó la mirada al volumen con el que jugaba en manos. Alfred notó que era el libro de aventuras que le había regalado en su cumpleaños.

— Solo quería tiempo para pensar, — fue su vaga respuesta.— ellos no tenían porqué...

— No eres tan solitario como piensas, presidente.— le dedicó una sonrisa cálida.

— Supongo que no.— se encogió de hombros.— ,pero tú tampoco de quedas atrás, mariscal de campo. Vinieron algunas chicas preguntando por ti. También estaban preocupadas.

Alfred ensanchó una prepotente sonrisa en el rostro que hizo arrepentir a Arthur de haberlo contado.— Pero ninguna está aquí...

— Eso es porque..— ¿les había dicho que él ya lo estaba cuidando? Su rostro ardió al darse cuenta de ese pequeño detalle.— ,les dije que estabas bien.

 Sentado sobre la camilla se colocó su chamarra sin despegar esa sonrisa del rostro.— ¿Y cómo es que me encontraste? 

— Tenía que venir para supervisar el baile de esta noche, ya sabes, tiene que ser perfecto el baile de último año. —rodó los ojos con fastidio.— Cuando ya estaba por irme, me dijeron que hubo una especie de partido de fútbol americano, y el mariscal de campo del colegio había terminado en la enfermería. — la sonrisa burlesca que pasó por su rostro logró avergonzar a Alfred una vez más.— ¿En serio perdiste la conciencia porque todos se tiraron sobre ti? 

— Cállate.

No tenía ánimos para defender el poco orgullo que le quedaba. No se sentía como ese héroe que deseaba ser para Arthur. Los días se había arrugado y tirado al cesto de basura. Mañana tendría que ir a Estados Unidos y no había logrado llegar a él. Ni siquiera estuvo cerca de tocar su corazón, con todas las tonterías que llegó hacer en los últimos diez días. Simplemente se sintió derrotado.— Habías dicho que hoy es el baile...

Soy El Héroe Que No Necesitas (UsUk)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora