Epílogo

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No tuvo tiempo ni siquiera para formular la pregunta de quién era la chica llamada Annie que llamaba. En ese momento Arthur descolgó veloz la llamada y atendió. A medida que seguía la conversación,Alfred hacía el intento de entrever de que se trataba.  Por supuesto, no logró rescatar nada relevante, encontrándose al margen.

— Y después dijo, "Alfred me tengo que ir" y se fue. — Se dejó caer en la barra con una amargura tintando su sonrisa. —Así, sin más. — Los ojos azules traslucían un triste resentimiento.—Sin dar ninguna explicación. No soy su padre..pero, dude, llegué hasta aquí por él, merecía algo más que una vaga disculpa... 

 La pausa que le siguió le hizo dar cuenta de un pequeño detalle. Se incorporó extrañado.—¿Francis? ¿Me estás escuchando?

— ¡Ah, si, sí!— cuando el americano palmó su espalda, se despertó casi de golpe y se sentó bien en el banco. Su cuerpo parecía caer a un lado cada vez que cerraba los ojos. Estaba igual o peor de borracho que el americano.

Alfred lo miró enfadado y volvió a tomar del vino del francés. Después de que Arthur se marchara con la tal Annie. Francis lo llamó para que regrese a la reunión. 

Y cuando lo hizo, se sorprendió de hallar a la mayoría de personas ebrias. La noche aún estaba en pañales y la mayoría parecía ya un borracho amanecido.  De los hermanos Vargas, el mayor estaba cantando una ópera  italiana. El otro, estaba dando abrazos para todos. El nipón huía de este diciendo que tendría que responsabilizase después de las consecuencias. Antonio estaba peleando sobre la manera correcta de cocinar un tomate y su hermano, Paulo, parecía ser el único, quien a pesar de estar tocando con una guitarra invisible, no se veía ridículo. Así, vio a muchos adultos con su peor y más vergonzosa cara.

 Se acercó a la barra donde estaba un no tan borracho Francis bebiendo una copa de vino. Desentonaba su intento de elegancia francesa al sostener la copa, de la música revoltosa y anticuada que bailaba por todas partes. Le ofreció un trago y no supo en qué momento comenzó a contarle su situación al barbudo.

— Oye Alfred.

— Dime.— sirvió nuevamente otra ronda a falta de un barman.

— ¿Dijsite Ann?

 — Annie. Sí, ¿por qué?

El hombre tomó de la copa, y silbó como un pájaro de mal augurio.

—  ¿La conoces?

— Sí, es la...—carraspeó con la garganta seca.— era la novia de Arthur. 

Nunca había visto una cara de sorpresa tan dramática y mal actuada como la de Alfred.— No es ciertooo

— Si lo es.

 — Nooo.— movió la cabeza aún lado con expresión lastimera.

— Siii.

— Noo.— su voz se rompió y se echó sobre la barra cargando esa amargura mezclada con licor en las venas.

— ¡Que sí!

— Francis, dime,¿tú crees que se reunió con ella porque se van a reconciliar, van a volver y posiblemente se casen?—  La seriedad  triste que entonó su voz desafinaba con lo ebrio que estaba.

El francés lo miraba  alelado.—...eeh..yo creo que sí.

— Noooo

— ¡Si, Alfred, por amor de Dios, SI!

Alfred sostuvo su mirada por un momento, con las lágrimas queriendo escaparse. Y decidió abrir la botella haber si espantaba esa tristeza que lo embargó de repente. 

Soy El Héroe Que No Necesitas (UsUk)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora