Enrique: 10 "Profecías"

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    Abrí los ojos lentamente y pude ver el árbol de Alseide totalmente marchito desde las hojas que estaban en el suelo hasta las mismísimas raíces. A un lado mío se encontraba recostada Naya la cual aún estaba inconsciente debido al gran esfuerzo que había hecho en su batalla con Arpía y Pea. Seguía sin creer que Alseide había muerto y sus palabras seguían retumbando en mi mente como un eco silencioso "Salva a Naya, yo cumplí mi cometido cuidándola desde que nació. Ahora te la encomiendo a ti." Naya era ahora mi responsabilidad y solo yo puedo protegerla del peligro aunque no tuviese remota idea de cómo serían los enemigos que nos enfrentaríamos en el futuro, pero por ahora, era divertido ver como dormía aquella criatura que dormía a unos centímetros de mí. Y mantuve mi vista en lo que parecía un cielo gris lleno de niebla esperando poder ver alguna estrella solitaria pero no logre distinguir ninguna debido a la niebla que había, y entonces comencé a pensar en mis hermanos, en mi madre e incluso en aquel estruendo que se escuchó en la casa del Sr. Boneta; no creo que haya sido algún animal debido a la expresión que había en el rostro de nuestro anfitrión, era algo más...

En ese momento sentí un leve movimiento a un costado mío, era Naya que comenzaba a despertarse, así que yo me fui levantando lentamente y verifique que de verdad estábamos totalmente solos porque aun sentía que alguien nos observaba, aunque, pudiese ser que mi paranoia haya llegado a sus límites olímpicos.

-Supongo que Alseide se ha ido para siempre y ahora soy tu responsabilidad, ¿no? –sollozó Naya con la mirada fija en el árbol marchito de su amiga y protectora. –No quiero serte una carga, espero que lo sepas.

-Tú no eres una carga. –le respondí con total calma.

-Creo recordarte que una náyade no puede estar lejos de su "hogar", entonces eso me hace una carga.

-Debe haber alguna manera de que vengas conmigo

-¡Entiéndelo Enrique, no hay maner...!

Naya se tragó sus palabras debido a que una ráfaga de viento negro se movió rápidamente entre los árboles, al principio creí que era Arpía buscando la venganza pero esta presencia se sentía diferente, más antigua, más oscura...

-Enrique debes irte, ¡ahora! –me ordeno Naya mientras convocaba el agua de su arroyo a su alrededor, la cual se transformaba en látigos con la punta hecha de una estalactita de hielo sólido. -¡Vete, no quiero que te dañe!

Pero no le hice caso alguno, sino que me puse detrás de ella para luchar contra la presencia que nos estaba acechando.

-¡No me iré a ningún lado sin ti!

-Estos mortales nunca aprenden... -murmuro Naya moviendo sus brazos rápidamente para crear un muro de estalactitas alrededor de nosotros y después "tomo" uno de los látigos de agua y lo transformo en un tipo de espada de hielo para después entregármela. –Espero que sepas lo que estás haciendo.

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