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Yoongi.

No me gusta que me miren, nunca me ha gustado que me observe la gente desde lejos.

Se siente como si estuvieras pasando un examen, el peor y más difícil examen de tu vida, uno que ya tienes suspenso desde el momento que se giran a ti.

Tan solo habían bastado unos meses de clase para que directamente me entraran ganas de vomitar nada más entrar en el centro. No era dolor de estómago o incomodidad, era un dolor realmente fuerte y las ganas más grandes del mundo de desaparecer.

Lo bueno es que había aprendido a andar muy rápido, tanto que conseguía recorrer todo el pasillo hasta mi clase en menos de treinta segundos.

— Veintisiete, veintiocho...

— ¡Cuidado! —levanté la vista con miedo, no sorpresa, sino miedo. Sabía de sobra quien era la persona que se había interpuesto entre la puerta de clase y yo. También los reconocí solo por el sonido de sus risas, quienes eran sus amigos del fondo— ¿Por qué tanta prisa, pequeño?

— T-tengo que entrar.

— ¿Y cómo se pide?

Le miré a los ojos, temeroso de a quién me encontraría hoy, o mejor dicho, con qué Jungkook me tocaría pasar el día. Podría ser el bromista, el intimidante o el serio. Rezaba para que fuera ese último y decidiera pasar de mí durante el día.

Ya no era mi amigo, ya no era el Jungkook que pensaba. Aunque claro, quizás nunca lo fue y yo lo malentendí todo como el idiota que era. Eso tenía más sentido.

— Por favor.

— Muy bien, muy bien —me dio unas palmaditas en mi cabeza y bajó la mano por mi mejilla hasta agarrarme de la barbilla. No paraba de tocarme, siempre disfrutando de mis inevitables reacciones. Y es que aunque diera miedo, sus manos eran maravillosamente suaves. Si cerraba los ojos hasta podían sentirse bien— Ahora saca la lengua y ponte de rodillas, igual que un perrito.

Intenté ignorar eso último y pasar, pero no hizo efecto. Se puso en medio y las risas de fondo aumentaron.

— No, antes haz lo que te he ordenado.

— ¡Pídele que ladre!

— Cuanto más tardes, más cosas se le ocurrirán a NamJoon —apretó su agarre en mi mandíbula y me hizo levantar el rostro, obligándome a mirarle. Eso era lo que más me tensaba, tener su mirada fija en mí— Y ninguno de los dos quiere eso, ya sabes.

Mentía.

Él quería eso, se divertía haciéndome pasarla mal. Pero lo peor era que no se comportaba así todo el tiempo, y por lo tanto, mi imagen de él se distorsionaba con cada nueva faceta suya. Sobre todo, cuando estábamos a solas, solía ignorarme o tratarme de forma más aceptable, en ocasiones llegando a agradarme.

Claramente esta no era una de ellas.

Intenté entrar de nuevo, esta vez con más ahínco, pero se interpuso otra vez y no tuve más remedio que ceder.

¿Qué otra cosa iba a hacer? ¿Pegarle? ¿Salir corriendo? ¿Coger carrerilla y embestirle? No podía, y sinceramente, el entrar a clase tampoco merecía tanto la pena.

Soltó el agarre de mi rostro y se apoyó en la puerta, esperando una respuesta por mi parte. Yo aparté la mirada nada más tuve opción, y lentamente me fui quitando la mochila. Era una estupidez, podía haberme agachado con ella, pero quizás mi subconsciente quería ganar tiempo.

Y justo en ese segundo, cuando estaba a punto de rozar el suelo con mis rodillas, una gran carcajada me impactó de lleno. Levanté la vista y ahí estaba él riéndose, con todo su coro de fondo. Incluso los demás compañeros de clase sonreían cómplices.

Mírate - KookGiWhere stories live. Discover now