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Yoongi.

Me caí por las escaleras. Eso fue lo que me conté a mis padres, y se lo tragaron como si fuera su comida favorita, del tirón y sin problema alguno.

No eran inocentes o ingenuos, pero acostumbrados a mi torpeza a lo largo de toda mi vida, esa excusa sonaba totalmente creíble. Tanto que hasta yo mismo, a veces cuando me miraba en el espejo, sonreía cambiando las realidades, imaginando que realmente había tropezado con un escalón y rodado por todos los demás.

Por desgracia mi hermana no era tan fácil de convencer, y a ella sí que la tuve que contar la verdad, o al menos una historia similar.

"Me metí en una pelea para defender a Jimin y recibí una paliza. No te preocupes, no les conocíamos. Estábamos en otro barrio y nunca les volveremos a ver. Y hablando de volver a hacer algo... ¿Hoy también cenamos spaguettis?"

No parecía muy convencida, pero le valió para al menos dejarme de insistir. Y definitivamente era lo mejor, porque no quería ni imaginar lo que sucedería si mi hermana se enterase de lo sucedido, de lo realmente sucedido. Quizás hasta llegaría a matar a alguien, y nadie, sobretodo yo, quería meter más cizaña al asunto.

— Así que he decidido que desde ahora no volveré a llevar batidos a clase —declaré satisfecho con mi discurso. Mi mejor amigo no parecía tan contento con él como yo lo estaba, pero tan poco le di mucha importancia. Ya era bastante el tiempo en el que Jimin estaba especialmente decaído— No te preocupes, siempre podremos ir a la cafetería si tenemos ganas de beber algo. El otro día vi unas botellas de zumo totalmente seguras. La abres, das un trago y la vuelves a cerrar. Imposible que alguien se manche...

No dijo nada.

— ¿Jimin?

— ¿Mmm? ¿Qué decías? —levantó la vista del móvil y asintió, como si me hubiera estado prestando atención todo este tiempo. Ya veía que no. Toda mi palabrería desperdiciada— Lo siento, estaba limpiando contactos.

— ¿Limpiando?

— Bloqueaba algunos números, nada importante.

— ¿Bloquear? —me incliné sobre su móvil, asustado de estar entre sus víctimas. Nuestras conversaciones por la noche eran demasiado divertidas como para que desaparecieran de mi vida— Solo te empujé unas veces durante la partida, tampoco fue para tanto.

— A ti no, idiota —me quitó el móvil de las manos y lo guardó rápidamente en el bolsillo de su sudadera. Yo suspiré aliviado y retomé mi sitio en el banco. Sí, estábamos en el parque que había frente a su edificio porque en su casa estaban amigos de sus padres y no podíamos jugar tranquilamente como de costumbre— Y te pasaste todo el maldito nivel tirándome muñecos y dándome patadas.

— Mentira.

— Dices que es mentira porque aun así perdiste —sonrió socarronamente, apoyando un brazo en el respaldo del banco y añadió vocalizando exageradamente— Ne-ga-do.

— ¡No soy un negado!

— Negado a los videojuegos, manco, torpe, da igual como lo llames, el significado no varía —fruncí el ceño y me lancé encima de él, sin sopesar las consecuencias, tales como caernos del banco— ¡Ah, bruto, no me muerdas!

— ¡Ah, ayúdame! —exclamé con la cabeza colgando a medio centímetro del suelo. Él, que seguía perfectamente sentado, rió y finalmente, tras lo que se sintió como una eternidad, me agarró con firmeza y volvió a colocar correctamente sobre la superficie de madera— Enano musculoso.

— Estoy fuerte y sano. Y tienes envidia.

— Para nada, adoro mi cuerpo —sonreí abiertamente y me agarré de las orejas, comenzando a poner muecas raras hasta que conseguí que volviera a sonreír. Me gustaba que lo hiciera, me sentía más cómodo al escucharle— Soy demasiado bello para este mundo.

Mírate - KookGiWhere stories live. Discover now