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Yoongi.

Jimin estaba muy equivocado cuando me dijo que los besos tampoco eran nada del otro mundo, porque lo eran, o al menos hasta ahora lo habían sido de mi mundo, y me arrepentía enormemente de no haberlos probado antes.

Seguía encima de Jungkook, y poco a poco había terminado dejándome llevar por completo. Aún seguía alerta a cada nuevo roce que sentía, y me tensaba cada vez que nos apegábamos o me agarraba con fuerza de los muslos para recolocarme, pero poco a poco las preocupaciones empezaban a desaparecer. Solo sentía, no sabía ni donde ni cuando, había perdido todo a mí alrededor por completo.

Empecé a sentir mucho calor, tanto que agradecía haberme vestido con tan poca ropa. No quedaba ni rastro del frío de minutos antes, parecía que se lo llevaba Jungkook con cada caricia o roce.

Y yo no sabía si lo agradecía o comenzaba a agobiarme, porque a medida que sus actos cogían más fuerza, sentía que el control iba a desaparecer. Hacía un rato desde que sus besos pasaron a ligeros mordiscos, desde que sus suaves agarres se intensificaban, jugando con cada parte de mi cuerpo que encontraba, centrándose sobre todo en mi trasero.

Y a pesar de todo yo no podía dejar de moverme sobre él.

Ya no nos besábamos, básicamente nos restregábamos con ansias, yo descansando mi rostro en la curvatura de su cuello y jadeando incontrolablemente. No estaba seguro de que sucedía, y lo desconocido me causaba tanta curiosidad como terror.

— Ju-Jungkook, creo que...—intenté pararle, pero no pareció escuchar. En su lugar adentró sus manos en el interior de mi ropa interior y sin previo aviso rozó una zona que mandó un escalofrío a todo mi cuerpo. Gemí en voz baja y negué varias veces. No quería. Tenía miedo— N-no, para.

— ¿Qué pasa? —alejó su mano de lo que parecía haber sido mi entrada y volvió a colocarlas en mis muslos. Con todo el movimiento los finos calcetines habían descendido hasta por debajo de la rodilla.

— Me siento raro... —apoyé mis manos en su pecho, levantándome e incorporándome hasta estar correctamente sentado sobre él. Cuando me coloqué, apretó la mandíbula y por inercia mis muslos, preocupándome por si le había hecho daño— ¿Estás bien?

— Sí, sí.

— ¿En serio? —volví a moverme, intentando buscar algún punto que no le hiciera poner esa expresión. Parecía que sufría, en serio. Pero yo y mi torpeza volvimos a sacársela de nuevo— Lo siento, lo siento...—comencé a disculparme apenado e hice el amago de bajarme de encima de él, pero para mi sorpresa, me lo impidió antes de poder hacer nada— N-no, déjame. Debo pesar mucho y te estoy aplastando.

— No me haces daño, ya te lo he dicho. Es otra cosa.

— ¿Estás seguro? —asintió varias veces sin prestarme mucha atención y volvió a subir sus manos a mi trasero, inclinándose hacia delante para besarme. Por acto reflejo me eché hacia atrás, y tan solo logró agarrar mi labio inferior unos segundos. Me miró con desconcierto y yo agaché la cabeza avergonzado— Creo que deberías bajar con los demás.

— ¿Por qué iba a hacer eso? —frunció el ceño y de nuevo intentó besarme, pero por segunda vez me aparté, casi cayéndome de espaldas. Agarrado a su camiseta, volví a colocarme y negué— ¿Qué ocurre? Íbamos bien.

— Solo... so-solo no estoy seguro.

— Yoongi, estoy cachondo. Me has puesto cachondo. Deja de comerte tanto la cabeza y en su lugar permíteme comerte a ti, ¿sí? —sonrió de tal forma que ni pensé lo que dijo, no lo entendí, tan solo supe que seguía insistiendo. Pero yo no quería, y lo notó— No me refiero a comerte literalmente.

— Ya lo sé —respondí inflando las mejillas. No era tan inocente como para pensar que Jungkook era un caníbal. Los caníbales no existían, mi padre ya me lo había explicado hace mucho tiempo— Podemos hablar si quieres.

— ¿Sabes con quien puedes hablar?

— ¿Contigo? —pregunté desconcertado. Él rió y negó, señalando el bulto que destacaba en sus pantalones. Lo llevaba notando desde hace rato, y ahora me encontraba con las piernas abiertas para no tocarlo. Siempre que lo rozaba parecía que le dolía— ¿Quieres que hable con tus pantalones?

— No, Yoongi. Déjalo. —suspiró y se pasó las manos por el pelo con frustración. El lugar que antes ocupaban sobre mis muslos se sintió muy frío. De hecho, todo se sentía frío a comparación con segundos antes, pero lo prefería. Al menos ahora podía pensar con claridad— ¿No vamos a seguir?

— Es que si volvemos a besarnos, voy a sentirme raro de nuevo.

— ¿Y qué con eso?

— Me agobio —el suspiró, dándome a entender que mi respuesta no le había agradado en absoluto. Solo había sido sincero, no quería quedar mal con él. Tan solo en mi cabeza había una voz que me gritaba que no siguiera, y me aterraba. Me aterraba tanto seguir como dejar de escucharla— ¿He dicho algo malo?

— No —mintió, porque al segundo me quitó de encima, con cuidado de no tirarme al suelo, y tras suspirar sonoramente por tercera vez, se levantó de la cama y empezó a abrocharse el cinturón del pantalón que en algún momento se había desatado. Me coloqué sobre mis rodillas, colocando las palmas también sobre estas y mirándole expectante— ¿Qué quieres? —preguntó bruscamente. Me encogí de hombros.

— ¿Te vas?

— Tampoco voy a hacer mucho más aquí.

Le miré con agobio y un pequeño puchero surcó mis labios. No quería que se marchara, quería seguir pasando tiempo con él. Estos momentos valían oro, estos en los que actuaba tan agradable, en los que me sonreía. Y yo acababa de estropearlo, no sabía cómo, pero lo había hecho.

— Tengo muchos videojuegos. Y juegos de mesa. Podemos hacer lo que tú quieras —me miró y sonreí esperanzado, pero mi sonrisa volvió a torcerse después de que me echara un vistazo de arriba abajo, y tras varios segundos en silencio, apartara la mirada. No se iba a quedar— Podemos seguir besándonos si quieres —ahí volví a recibir su atención.

Y de nuevo me miró durante unos largos segundos, unos de tanta tensión que hasta terminé mordiéndome el labio inferior con fuerza, claro que sin comparación a las veces anteriores que él me lo había hecho. Finalmente negó de nuevo y todo mi interior se sintió caer al vacío.

— ¿Te acompaño abajo?

— No hace falta. Sé cómo llegar.

— Oh, claro... —forcé una sonrisa y agarré disimuladamente la primera almohada que encontré, estrujándola con fuerza contra mi pecho al tiempo que me sentaba con las piernas abiertas sobre el colchón. Era mucho más cómodo. Volvió a mirarme, como si me fuera a decir algo. Le miré expectante y él tosió, apartando de nuevo la vista. De igual manera, formuló mi nombre, y yo, por impulso, volví a ponerme de rodillas inclinándome hacia él— ¿Sí?

— Supongo que ya lo sabrás, pero por si acaso te aviso —en realidad no sabía nada, pero asentí, fingiendo seriedad en el asunto. Él se sentó a mi lado y yo sonreí, aún esperanzado a que me dijera algo sobre visitarme otro día o incluso quedarse un rato más— No puedes contar nada de esto. A nadie.

— ¿Contar?

— Sí, lo que ha pasado. Ni a Jimin —me quedé mudo y asentí, totalmente impactado por sus palabras. No eran lo que me esperaba, no lo eran en absoluto. Habían dolido— ¿Has entendido? —asentí débilmente y me aparté unos centímetros, abrazándome con más fuerza a la almohada de mi hermana— Bien.

Seguidamente se puso en pie y marchó de la habitación sin girarse si quiera a despedirse. Pude comprobarlo porque seguí esperanzado a todos sus movimientos, mirándole con un brillo en los ojos que se fue fundiendo poco a poco a medida que se alejaba.

Cuando cerró la puerta me entraron ganas de llorar al pensar lo poco que había durado mi momento con Jungkook.

Con la primera impresión que tuve de él. Con la mejor de todas.  

Mírate - KookGiWhere stories live. Discover now