CAPÍTULO 2

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El sonido de alguien bañándose me despertó. Supuse que el ruido provenía de una de las dos puertas que había en la habitación. Asumí que serían las del baño y el armario. Una tercera era la de entrada, por la cual habíamos entrado la noche anterior.

Encontré mi cuerpo desparramado en el medio de la gigantesca cama, cubierto por el blanco edredón y entre un puñado de almohadas del mismo color. Miré a mi alrededor, estirándome. Mis huesos crujieron en respuesta. Un vistazo rápido por la ventana me informó que recién estaba amaneciendo. Quería saber qué hora era, pero en la habitación no había un solo reloj y había dejado mi celular en mi cartera, que casualmente estaba junto a mi saco en el perchero de la entrada.

SeokJin no estaba a mi lado. Era quien se estaba bañando.

Me senté en la cama. El saco de su traje había desaparecido y en su lugar había una muda de ropa. Consistía en un buzo canguro azul claro y pantalones cortos a juego. Supuse que los había dejado allí para mí, así que me levanté de la cama con toda la fuerza de voluntad que pude y reemplacé rápidamente mi vestido, que era lo único que llevaba puesto además de las bragas, por aquellas prendas, mucho más cómodas. Los pantalones eran un poco grandes, pero por suerte se anudaban a la cintura. El buzo era otra historia. Tratándose de un cuerpo tan grande como el de Jin, supuse que sería de un talle XL. Me llegaba hasta la mitad de la pierna, cubriendo por completo los pantaloncitos y tuve que darle un par de vueltas a las mangas.

Me puse las pantuflas, me cubrí la cabeza con la capucha del buzo y salí del cuarto, arrastrando los pies sobre el suelo alfombrado. No estaba acostumbrada a levantarme tan temprano. De hecho, no era lo mío quedarme a dormir en las viviendas de mis clientes. No quería desarrollar dependencia por las personas. Así que mantenía las distancias. El caso de mi nuevo cliente había sido una clara excepción. Mi próximo salario lo ameritaba.

Atravesé el pasillo por el que aquel joven me había cargado previamente, sintiendo mis mejillas arder y mi interior removiéndose al recordarlo. Guardé mis manos en los bolsillos, escrutando el departamento. La cocina estaba unos metros más allá del living donde habíamos estado. La botella de champagne caro y las copas habían desaparecido. Tomé mi celular de mi cartera, donde no había notificaciones a la vista, así que luego de ver la hora lo volví a guardar. Eran las seis de la mañana. ¿Qué persona en su sano juicio se despertaba tan temprano? O, mejor dicho, ¿a quién obligaban a despertarse tan temprano? Apenas habíamos dormido alrededor de dos horas, como mucho. Ahogué un bostezo al pensar en aquello.

Ya en el área de cocina, me maravillé por la limpieza y pulcritud con la que se mantenía todo. Las cosas estaban archivadas según un orden en específico, en su correcto lugar. No había ni una mota de polvo sobre la piedra pulida, tanto la de la bacha y cocina como la de la mesa isla que funcionaba también como desayunador. Los equipamientos eran de acero. Tenía una heladera monstruosa de dos puertas, y me pregunté qué tanto consumiría un chico tan delgado como él.

Dejé mi celular sobre la mesa, la abrí y fue como si el universo de la comida hiciera acto de presencia frente a mis pasmados ojos. Estaba REPLETA. Encontrabas lo que sea. Verduras, frutas, huevos, bebidas tanto gasificadas como agua, productos lácteos, café embotellado, diversos cortes de carne envasados, tarros de mermelada, mantequilla de maní, Nutella y la lista podía seguir infinitamente.

Decidí que lo menos que podía hacer como mujer sería el desayuno, así que me dispuse a hacer arroz con carne y algunos vegetales salteados. El desayuno era la primera comida del día y la más importante, así que, si tenía que alimentar a este hombre, lo haría bien.

Primero me enjuagué un poco la boca, abriendo el grifo de la cocina. No era agradable despertar con mal aliento. Como llevaba maquillaje en el rostro, decidí no lavarme la cara. Lo último que quería era estropearlo, así que una vez que el baño se desocupara, vería cómo arreglaba aquel desastre. Luego puse manos a la obra, sacando todo lo necesario y encontrando las sartenes detrás de una puertita bajo la mesada. Lavé las verduras y comencé a asarlas en una sartén, mientras freía la carne en otra. En unos minutos estaban listos.

House of Cards (BTS +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora