House of Cards (BTS +18)

CAPÍTULO 8

No volví a ver a los chicos por una larga semana. Me había acostumbrado a compartir tiempo juntos. Era agradable sentirse acompañada, aunque fuera por unos momentos al día. Porque, cuando estaba con ellos, me sentía un poco menos sola. Su compañía no era vacía, como lo era la de otros clientes, que sólo me veían como alguien con quien pasar el rato y rellenar el espacio que quedaba libre en sus tristes agendas.

Ellos eran diferentes. Lo sentía así sobre todo con Namjoon, Jimin, Hoseok, Jin y tal vez un poco con Yoongi, que eran quienes me habían dado un trato especial. Cada uno tenía un brillo distintivo y yo comenzaba a tomarles cariño a cada una de sus facetas. Creo que empezaba a acostumbrarme a sus vertiginosas personalidades.

Durante esa semana, algunos me escribieron preguntándome cómo me encontraba y haciéndome saber que estarían ocupados por unos días más porque destinaban su tiempo a la grabación de su nuevo álbum, ultimaban detalles y tenían sesiones de fotos para el photobook. Los tranquilicé diciéndoles que estaba bien y que les deseaba éxitos en su trabajo y ellos me prometieron que pronto volveríamos a vernos, que se harían un huequito para mí dentro de su apretada agenda, cosa que se me hizo muy tierna.

Hoy había estado especialmente irritable a lo largo del día. Mi jefa, EunBi se había encargado de concordar una cita en mi nombre con uno de mis clientes más indeseados: Jun Minjul. Había estado rehuyéndolo desde hace tiempo, porque era una persona que cualquier mujer consideraría indeseada. Se comportaba como todo un idiota. Creía que una acompañante significaba una prostituta regalada en su cama, era brusco cuando teníamos relaciones y hacía que yo no estuviera cómoda con mi trabajo. Para colmo de males, se sentía particularmente atraído por mí después de que yo fuera la primera con la que incursionó en el mundo de las escort y no aceptaba a ninguna otra a cambio. Pagaba mucho dinero por mis citas, como les llamábamos, por lo que EunBi no quería perderlo como fuente de ingresos, a mi costa.

Esa mañana, Minjul había ido a la empresa y habló personalmente con mi jefa, diciéndole o casi exigiéndole, mejor dicho, que acordara una cita conmigo. Ella estuvo de acuerdo y aceptó el pago por adelantado acostumbrado, depositando mi parte en mi cuenta bancaria. Traducción: ya no había manera de que me librase de aquello. Nada más tendría que soportarlo y hablar luego con EunBi al respecto. Porque me lo había guardado para mí, pensando que ignorar sus mensajes sería suficiente para que entendiera que no me interesaba volver a verlo, pero claramente no había sido el caso.

Bien, aquella noche me preparé con mi vestimenta habitual para este tipo de ocasiones: una camisa cómoda en un tono verde lavado, una falda a la altura de la mitad de mis piernas, medias para resguardarme del frío, unos buenos tacones y un tapado acompañado por una cartera. Así me presenté a las puertas de su departamento, de madrugada.

Hice sonar el timbre dos veces, pero no respondió. Se podía escuchar de fondo música sonando, aunque no en un volumen estridente. Me sorprendió porque no era propio de él. Durante nuestros últimos encuentros, se limitó a darme de beber para posteriormente acostarse conmigo. Sus intenciones siendo claras desde el día uno.

Al tercer timbrazo, abrió la puerta y lo que vi no me inspiró confianza en absoluto. Un Minjul alcoholizado, con la camisa completamente abierta, deshecha y una copa en la mano con un líquido de color casi beige que prometía ser champagne, me sonrió con sorna. El tipo no tendría más de treinta y cinco años y era más alto que yo, pero ahora mismo casi se doblaba a la mitad mientras se sostenía contra el marco para no caer. Empujó la puerta, dejándome pasar.

-Te ves bonita hoy, Alice –arrastró las palabras, su aliento asqueroso inundaba la pequeña entrada.