Capítulo 3

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Mi mejilla ardía. De seguro debe estar roja. Tenía a Kaela frente a mí respirando de manera agitada, sus hombros se movían de arriba hacia bajo una y otra vez.

Me merecía ese golpe y sus miles de insultos, pero no podía evitar sentirme herido por su odio. Después de varios minutos en los que hizo todo el "berrinche" como dijo Ferrín le dimos cloroformo para que se tranquilizara, por lo menos en ese momento inconsciente su mente podría asimilar lo sucedido.

Los chicos vieron mis frustración y decidieron quedarse en silencio todo el camino. ¿Cómo podría llegar a tratar a una mujer así durante años? Yo simplemente no podría callar su voz, no me veía reprimiendo su carácter por un bien mayor, su voz debe de ser escuchada y yo simplemente estoy bajo las alas de un mal, una tradición y un odio hacia mí por hacerle esto.

Horas después llegamos a casa, había amanecido y por lo visto la decoración para la boda ya estaba lista. Kaela seguía dormida.

—Amigo, será mejor que la llevemos a tu casa y así cuando despierte te encontrarás con ella.—propuso Galván

— Suban por la pista.—no estaba de ánimos para pensar en otra cosa.

La pista era una gran tabla de acero con una fuerza para soportar hasta 100 kilos en la cual subíamos nuestros objetos a las casas con la facilidad de jalar la cadena que la sostenía y así el objeto ya estaba arriba. Subimos a Kaela con sus maletas a la casa y estando arriba la cargue en mis brazos para dirigirme a mi habitación.

—Lleven sus cosas a la sala y yo la llevaré a mi habitación, después de eso pueden irse. Los veré más tarde en la boda.—mi tono de voz era frío, no quería que los chicos me vieran débil.

Ellos sólo asistieron y se fueron a acomodar las maletas en la sala. Cuando acomode a la que sería mi futura esposa en mi cama me quedé embobado viéndola.

Sería mejor que escapará con madre y la dejara a ella en libertad.

Pero no puedo. Tengo mi vida acá y estoy seguro que si intento escapar o poner un pie fuera del pueblo sin ningún motivo aparente ellos sospecharan y me mataran a mí y a todos los que amo. No es fácil vivir bajo este régimen.

La adrenalina fue bajando de mi sistema y las horas de sueño acumuladas llegaron a mí hasta el punto de caer dormido al pie de mi cama.

Kaela

Desperté gracias al rayo de sol que golpeó mi cara, me senté en la cama con toda la pereza del mundo porque sabía que tendría que hacer todos mis deberes y en eso lo vi a él al pie de la cama. Su cabeza apoyada sobre sus brazos que se encontraban sobre la cama, sus largas pestañas negras y su cabello largo y rojo, él enserio era atractivo pero ¿Qué hacia este hombre en mi cama? Y como si fuera viento el montón de recuerdos golpearon mi mente haciéndome saber que no había soñado lo de anoche. Entonces como la gran mujer madura que soy hice lo más sensato que se me vino a la mente; grité.

—¡Maldición!—gritó el pelirrojo y se cayó de espaldas para después levantarse y ponerse en posición de ataque.

—¿Quién carajos eres?

Él abrió los ojos como platos.— Yo...bueno yo...

En eso la puerta se abrió y entró una pareja que supongo deberían ser sus padres debido al asombroso parecido con el individuo que estaba en el cuarto. La mujer era hermosa, sus ojos demostraban preocupación genuina, él hombre en cambio se veía super serio y a la defensiva como esperando lo peor.

—Veo que ya despertó.—habló el hombre, sus ojos azules escudriñando cada uno de mis movimiento.

Estaba petrificada, si mi memoria no fallaba este pelirrojo me dijo ayer que me habían secuestrado por una larga y muy antigua tradición de casar al primogénito varón con una chica que no fuese gitana, y está vez sería nada más y nada menos que con el hijo del jefe de los gitanos. Supuestamente este niño me escogió desde que tengo 8 años. Pensar eso me da escalofríos. ¿Cómo podrían obligar a un niño a escoger a su futura esposa a esa edad?

¿Secuestrada?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora