24.- La vuelta

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La semana transcurrida y la soledad de la escuela habían servido a Emma para poner en orden sus pensamientos. Había usado ese tiempo para analizar cuidadosamente cada uno de sus nuevos recuerdos de forma que pertenecieran a ella misma igual que cualquier otro, y con ello, empezaba a construir la identidad de la nueva persona en la que se estaba convirtiendo. Que su magia verdadera hubiera vuelto a ella le había hecho sentir como si hubiera renacido, como si se hubiera encontrado de bruces con su otra parte, para sentirse, por primera vez en muchísimo tiempo, completa. Y, aunque sabía lo que ello conllevaba, también estaba dispuesta a hacerlo frente. Sin embargo sabía, que pese a que su magia natal fuera realmente poderosa, lo cierto es que ella sola con sus habilidades no alcanzaba a ser más que una maga de primer curso algo avanzada, y a la que todavía le quedaba un largo camino por recorrer. Era consciente de que aunque tuviera la voluntad y las aptitudes para enfrentarse a ese nuevo enemigo, por mucha intención que le pusiera a ello, si no lograba aprender a usar su magia de verdad, aquel hombre la aplastaría como un simple bichejo.

Era a ella a quien él quería, pero sin embargo ella no podía hacer nada más para impedírselo que mantenerse escondida y alejada cuanto más pudiera de su persona. Eso era bastante frustrante, a decir verdad. Y, por mucho empeño que le pusiera a aprender a controlar su magia en aquellas tardes de vacaciones, sabía que, pese a haber mejorado notablemente, aún estaba a años luz, a mucho tiempo de equipararse a un mago capaz de enfrentarse a aquel hombre. Así que si no era otro el que le parara los pies, pasaría mucho tiempo hasta que ella pudiera hacerlo.

Dio una patada furiosa al muñeco de entrenamiento del gimnasio en el que últimamente tantas horas había echado, con todas las fuerzas que tenía, que casi se hizo daño. Una idea fugaz había estado acudiendo a su mente en esos días, pero Emma, cada vez que aparecía, hacía lo máximo posible por expulsarla." Estoy bien donde estoy, en la escuela, solo debo tener paciencia" se decía una y otra vez, cada vez menos convencida de ello. Necesitaba conocerse a sí misma, y recientemente sentía que algo en la escuela la frenaba. Pero sacudió la cabeza, y dejó de pensar en ello. No debía tomar decisiones en caliente de las que luego se arrepentiría.

De esa forma, dejó transcurrir monótamente los días, uno a uno, pasando alguno sin hablar con nadie y otros hablando solo con su madre o con Fretz. Pero bueno, a decir verdad, sus habilidades sociales nunca habían sido como las de los demás.

En ese momento, el gran reloj de la torre más alta anunció la una del mediodía, y Emma recogió aquel muñeco y lo dejó en su lugar habitual, para salir corriendo segundos después.

Emma observaba con gusto la tapicería de la silla sobre la que estaba sentada, granate y acolchada, lujosa. Una sonrisa se le dibujó en la cara mientras se recostaba sobre ella. Jamás había pensado que se sentaría en una de las mesas del profesorado del Gran Comedor, aunque fuese con su madre y con Fretz de compañía. Estaban los tres comiendo solos y juntos por primera vez en aquellas vacaciones, ahora que justo terminaban. Aquella tarde, todos los alumnos de Eythera regresarían a esta, pues a la mañana siguiente volverían a dar comienzo las clases del segundo ciclo. Eso apaciguaba a Emma, porque significaba que sus amigos estarían de vuelta en pocas horas y los vería de nuevo, tras una semana que se le había antojado demasiado larga y solitaria, pese a que estar sola, la mayoría del tiempo, le agradaba.

-Emma, haz el favor, siéntate bien, esas no son formas. -le regañó su madre, al verla medio tumbada sobre el asiento.

Emma esbozó una sonrisa de oreja a oreja. Ella misma por sí sola iba a volver a colocarse bien sentada, pero le hizo gracia hacer rabiar a su madre.

Fretz sonrió.

-Ojalá durara esta tranquilidad solo unos días más. -soñó el profesor en voz alta, mirando el comedor vacío-. En cuanto todos estos diablillos regresen, tendré que volver a ir corriendo a esconderme en mi despacho.

Emma: La calma precede la tormenta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora