Brillas En La Noche De Luna Llena

Capítulo 3: Parte 6

Estaba lloviendo al día siguiente, así que fui al hospital con un paraguas en la mano. Los guarda-paraguas estaban llenos de paraguas. ¿Había un resfriado dando vueltas? No me molestó poner mi paraguas en una de las gradas cerradas, así que lo metí en el más cercano y entré. Cuando Mamizu se mudó de una habitación compartida a una privada, ella se había mudado del cuarto piso al sexto. Pero ni siquiera podía esperar el ascensor. Eso fue lo insoportablemente impaciente que me sentía. La bola de nieve estaba dentro de mi bolsa. Subí las escaleras, una por una. Comencé a sudar un poco. Era como una especie de entrenamiento ligero.

Yo lo diría correctamente.

Hoy, lo diría correctamente una vez más.

De alguna manera, terminé de subir al sexto piso y llegué frente a la habitación de Mamizu.

Había una especie de nota colgada en la puerta.

No hay visitantes
Eso fue lo que estaba escrito en él.

Me estremecí. Era como si esas palabras me hubieran golpeado en la parte posterior de la cabeza. Mi columna vertebral se congeló. De ninguna manera, pensé.

Incapaz de pararme correctamente, me agaché. Mi respiración se volvió salvaje. Sentí que me faltaba el aliento. El mundo daba vueltas. Me dieron ganas de vomitar. Me agaché allí por un tiempo.

¿Qué estaba pasando dentro? Me preguntaba. Pero incluso si entrara, no podría hacer nada. Si causara que la condición de Mamizu empeorara, anularía el propósito. Pero quería saber qué tipo de situación era en la que estaba Mamizu en cualquier caso.

Preguntándome si Okazaki-san estaba cerca, fui al centro de enfermería. Solo había estado aquí el día anterior, pero ahora el centro de enfermería era completamente diferente. De alguna manera me parecía distante. Nada había cambiado, pero así era como me sentía.

—Disculpe, quiero preguntar sobre Watarase Mamizu. ¿Cuál es su situación actual? —Pregunté.

Pero Okazaki-san no estaba allí. Ella estaba fuera de servicio o ocupada en otro lugar.

—¿Quién eres? —Preguntó la enfermera.

Hice una pausa, desconcertada. ¿Qué era yo para Mamizu? No podría pensar en una palabra apropiada para definir nuestra relación.

Soy...

—Sólo un conocido —le dije.

—Bien, entonces, Watarase-san no está aceptando visitantes. Por favor, ven y visita otro día.

Habiendo recibido esta respuesta superficial, me di la vuelta, sintiéndome impotente.

Pero no podía simplemente irme a casa.

Me senté en el banco frente a la habitación de Mamizu y miré al suelo.

Me pregunté si Okazaki-san vendría y me llamaría si me quedaba allí sentada así. Pero al final, ella no apareció.

Estaba tan ansioso e indefenso que pensé que iba a morir.

Antes de darme cuenta, eran más de las ocho de la noche.

—Las horas de visita han terminado, así que ... —dijo una de las enfermeras y me dijo que me fuera a casa.

Ni siquiera tenía la voluntad de responder. En silencio pisé el ascensor con pasos pesados.

En el camino a casa, envié unos veinte mensajes a Mamizu desde mi teléfono.

> ¿Qué está mal?

> ¿Estás bien?

> ¿No estás bien?

> Estás viva, ¿verdad?