Intimidad parte 3

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                                                                               ⊰ Perséfone ⊱


Perséfone llegó a la conclusión de que odiaba escuchar a Hades hablar, más que cualquier otra cosa, su voz demandante y sus palabras hirientes le hacían querer sacar lo peor de ella, cada oración de sus labios le parecían crueles cuchillas enterrándose en su corazón, aun así, se contuvo contra toda voluntad a reclamarle.
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De forma involuntaria su cuerpo volvió a tensarse con violencia, puro instinto reaccionando a las acciones de ese hombre, a las pieles que se tocaban tan íntimamente. La última declaración no hacía más que asustarla, creando un pánico profundo dentro de ella, un sentimiento de tal magnitud que la hizo consciente de lo que sucedería, ese era el punto de no retorno del que él hablaba, desde ese momento y para siempre no importaba si lograba escapar de él o si tenía que vivir a su lado de por vida, ella por toda la eternidad jamás lograría arrancar a Hades de su memoria.

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El deseo de pedir auxilio y salir huyendo estaba estrujando su pecho, su mente aterrorizada no hacía más que gritar embargada por el miedo, pero no fue capaz de emitir queja alguna, nada de lo que dijera le detendría y cualquier acción de ella solo traería más dolor a su cuerpo y su alma. No había manera, ninguna maldita manera de salvarse a sí misma y aunque quería ser valiente y enfrentarse a ese hombre, hacerle ver que cualquier cosa que hiciera no podría doblegarla, un quejido ahogado fue arrancado desde lo profundo de su garganta, los ojos de Perséfone buscaron los de él desesperados y sus manos apretaron los hombros masculinos hasta que sus nudillos se encontraron blancos, cada que intentaba abrir sus labios y pedirle que se detuviera, solo podía emitir quejidos de dolor. Relajarse, él le había pedido que se relajara, si lo hacía tal vez podía doler menos.
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La primavera cerró sus ojos, el llanto corriendo desconsolado nuevamente por su rostro, estaba aferrada a él como si su vida dependiese de ello, intentando liberar en su agarre un poco del dolor que él le estaba produciendo, podía sentirlo abriéndose paso, avanzando a pesar de la tensión antinatural de su cuerpo, sus ojos se abrieron en el momento exacto que supo que él había logrado traspasar más allá de cualquier resistencia y la desesperación por buscar alivio de ese tormento le obligó a soltar sus pensamientos. -Detente.- Sabía que no lo haría, sabía que ya era tarde, pero era demasiado para ella, solo quería que el dolor acabara. -Me duele.- Dejó salir esta vez, sin ruegos, sin amenazas, solo pura sinceridad brotando de ella, se sintió vacía y despojada, vulnerable como nunca antes, no sabía si considerarse frágil, porque sentía que él había quebrantado cada parte de ella o por el contrario, encontrar alguna clase de consuelo en saberse fuerte al soportarlo.
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Buscó en los ojos de aquel rey algún indicio de crueldad, intentó, con todas sus fuerzas tranquilizarse y que su cuerpo dejara de oponerse a él, pero aquella era una experiencia que no había vivido antes y para la que nunca fue preparada. ―Por favor, solo... haz que se detenga el dolor.̶ No huiría, no se alejaría, ni pediría por auxilio, había entendido que todo eso sería inútil, Perséfone sabía ahora y mejor que nadie que Hades no era un dios misericorde, sabía que nada le detendría, pero sabía también que sus acciones no llevaban rencor hacia ella, ella que jamás había lastimado a nadie.


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Tomó una respiración profunda cuando sintió que lo peor había pasado, su cuerpo suavizándose bajo el de él a pesar de que cada mínima acción le hacía recordar la manera tan íntima en que estaban unidos. Se permitió relajar sus manos, viendo por primera vez las marcas que había creado en los hombros masculinos, otra oleada de miedo cruzó por su pecho, por más que le agradaba ver que de alguna manera había conseguido lastimarle, no apreciaría para nada la reacción que eso podría provocar en Hades. Sus ojos buscaron los ajenos y por un instante se perdió completamente en su belleza, las líneas esculpidas de su rostro estaban tensionadas, sus labios separados dejaron escapar un suspiro y ella pudo sentir la exhalación de él, cargada de satisfacción, en el interior de su cuerpo, no podía apartar la mirada, estaba retenida contra su voluntad en esos ojos que eran el cielo y el infierno en uno mismo, como si la luz y la oscuridad del mundo, al igual que ella, le pertenecieran.

El mito de PerséfoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora