El mito de Perséfone

Misericordia

                                                —————— ⊰ Perséfone  ⊱ —————— 

Las respuestas que ella deseaba escuchar, jamás fueron pronunciadas, ni el estridente ruido del metal al caer al suelo la hicieron desprenderse de aquella mirada, no cuando su esposo y rey proclamó una advertencia sobre sus labios, un juramento de lo que realmente deseaba, adueñarse egoístamente de la primavera sin importarle cuánto daño podría ocasionar al mundo, a su madre o a ella, cuanta tristeza y desolación podría hacer la falta de la doncella. Intentó moverse hacia atrás y marcar alguna lejanía entre ellos, pero no había manera de escapar de semejante fuerza, él tomó posesión de su boca como antes lo había hecho, esta vez saboreando la ambrosía que aún había en ella, lamiendo el camino que las gotas habían creado durante su propia entrega.

Para el pesar de su mente ya aterrada, le sintió moverse y llevarla junto a él hasta tenerla sentada sobre sí a horcajadas, se removió en su contra, en un intento de alejarse, se sintió frágil y expuesta e intentó levantarse, pero sus piernas cansadas carecían de fuerza, sus brazos fácilmente eran echados a un lado con un simple movimiento del dios y por más que lo intentara se supo incapaz de detenerle.

Se inmovilizó por completo cuando helados dedos comenzaron a acariciar su espalda, recorriendo justo los lugares en que se ataba su vestido, el desbocado corazón de Perséfone se detuvo solo un segundo, para luego resurgir cada vez más acelerado ante las caricias que él le proporcionaba, la calidez y humedad que dejaba a su paso la hacían sentir extraña, creaba un ardor en su piel que no había experimentado jamás. Cada vez más, la piel de su espalda se encontraba libre al escrutinio de aquellas manos y supo que si no le detenía la tela caería sin reparo, dejándola expuesta a los ojos del rey. La primavera no recordaba vez alguna en que un hombre, dios o mortal, hubiese visto su cuerpo, que siquiera la hubiese visto a ella, siempre tan protegida del mundo, del mortal y el divino, ¿quién pudo alguna vez imaginar un final más despreciable para ella?

No quería dejarle ver su desnudez, no quería que la tocase, que recorriera su piel con la confianza que solo un dueño tiene sobre su posesión o que la tratase como si realmente tuviese algún derecho sobre ella. Intentó, sin resultado alguno, escapar de su agarre, se sacudió con tanta fuerza que solo provocó que el vestido resbalara por su piel perdiendo la batalla. El silencio absoluto tomó posesión de ella cuando la tela se deslizó por su virginal cuerpo hasta arremolinarse sobre sus muslos, inmediatamente Perséfone llevó sus manos hacia su pecho, todo su ser estaba enrojecido por la vergüenza, las lágrimas no hicieron más que bajar una tras otra por sus mejillas, sus dientes se apretaron sobre sus labios, intentando contener el llanto que amenazaba con salir y se sintió incapaz de seguir conectando su mirada a la ajena.

Las manos de la diosa temblaban sobre su torso desnudo, rehuyendo a los ojos que cada segundo se iban apoderando de ella. Olvidado estaba el rencor a su padre, el amor de su madre e incluso su desprecio por quien la mantenía entre sus brazos, el miedo y su pudor le hicieron agachar su mirada, pequeña y sumisa como no lo había estado nunca. –Hades...- Susurró, tan bajo y tan débil que casi no pudo escucharlo ella misma, no sabía qué hacer o qué decir, ¿sería posible que el dios del inframundo tuviese compasión? Si existía alguna manera, Perséfone quería alcanzar esa misericordia y pedir por ella. –Señor, por favor... no me lastime.- Sus palabras salieron quebrantadas por la desesperación, ¿qué más podía hacer que rogar? ¿serviría de alguna forma el luchar? Le atemorizaba la forma en que él parecía querer poseerla, haciéndola estremecer con las caricias de sus dedos y la humedad de su lengua. Perséfone cerró sus ojos cuando entendió que, sin importar sus deseos, ese hombre tomaría lo que quisiera de ella, obligándola a recibir lo que quisiera darle él.