Reina del Inframundo

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—————— Perséfone ——————  

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—————— Perséfone ——————  

Sus hombros comenzaron a temblar por el llanto que intentaba, sin éxito, contener, no deseaba sumergirse en la agonía que le traía el pensar en su madre y la vida que amaba y fue obligada a perder. No logró volver a secar sus lágrimas con la tela de la venda, sus manos se quedaron tan quietas sobre su regazo como el resto de ella, todo su cuerpo paralizado ante el toque de suaves caricias. Lo primero que la diosa sintió fue miedo, un miedo profundo a lo desconocido, ella quien siempre deseaba saber todo cuanto pudiese, quería vivir feliz en su ignorancia, por un momento temió también, quebrantando su propio orgullo, que la sensación de aquellos dedos no fuese proporcionada por el mismo al que temía, pero su alma se calmó y pronto volvió a temer, aun con mayor intensidad, cuando aquella voz acompañó el ascender de los dedos.

Palabras que lejos de ahuyentar sus miedos, llegaron a ella clavando espinas de rosa en su corazón, hicieron que aquel llanto tan duramente contenido se derramase sin consuelo hasta mojar los dedos que habían llegado a sus mejillas. No respondió a las afirmaciones del rey, sabía que no había forma de luchar contra la cruel verdad, pero sus caricias estaban creando en ella desconcierto, tanto que deseaba desesperadamente alejarse de ellas, reconocía la frialdad de sus dedos, más no recordaba una sola vez en que le hubiese tratado con tal delicadeza desde que la desterró de su hogar.  

Esperaba así, como una delicada flor espera el mortal azote de la lluvia a sus pétalos, que el dios del inframundo tomara su cuerpo nuevamente con violencia mostrando la que ella imaginaba era su real naturaleza, se creía preparada para ello, para detestar cualquier acción que ejerciera él sobre ella, pero al sentir el abrupto movimiento sobre el lecho su ser entero tembló, sin notarlo se encogió, aún más pequeña y frágil de lo que alguna vez había sido, anticipando un golpe que jamás llegó.

Su corazón olvidó latir cuando los mismos crueles labios que le habían atormentado recorrieron sin cuidado sus mejillas, bebían de sus lágrimas como si en ellas saborease cada una de sus penas, secando los caminos que su dolor había causado, Perséfone se convenció de que aquello no era más que otra forma de humillar su ya mancillado orgullo, pero las palabras que por él fueron pronunciadas le hicieron dudar por primera vez de las intenciones de esa unión, ¿por qué le había elegido a ella? ¿por qué de todas las diosas a ella? Una niña escondida de todos, a la que si quiera su padre daba amor alguno y solo su madre se convirtió en todo cuanto tenía, ella no tenía nada que ofrecerle a uno de los tres mayores dioses, al rey supremo y absoluto que temían todos los mortales, aquel del que nadie nunca escaparía, al que todos en algún momento, al final de sus días habrían de alabar.

La primavera se quedó muy quieta mientras las manos de Hades devolvían la luz a sus ojos, no hubo espacio para la ira o el desprecio cuando la figura masculina se alzó frente a ella, estaba vestido como lo que era, el rey de su propio mundo, un ser superior incluso entre los suyos y la veía, le sentía escudriñarla con su mirada tan intensamente que agradeció cuando algo más reclamó su atención.  

Siguió cada uno de sus movimientos y prestó tanta atención a sus nuevas palabras que su corazón renació desbocado ante tal declaración, "compañera sempiterna" ella sería suya para siempre y por muy joven que fuese, sabía que la eternidad podía ser un largo tiempo para los dioses, ¿realmente no había otro camino para ella? ¿solo quedaba entregarse sin ninguna opción? ¿era esto lo que deseaba su padre? Tantas preguntas sin respuesta y una copa de plata rellena de ambrosía comenzó a besar sus labios, presionando, casi obligándoles a abrirse, tal como hizo él para demostrarle que nunca regresaría a su hogar.

Perséfone desvió la mirada rehuyendo de los ojos blanquecinos, se concentró en el fuego de la chimenea, aquel en que momentos antes había renunciado a su inocencia y la infancia en que siempre había osado vivir, no logró evitar el dolor que le produjo abrir sus labios, sintiendo el líquido verterse en su interior con tanto descaro que dulce néctar resbaló por sus comisuras bajando hasta su cuello, hacia el sur entre sus pechos, perdiéndose en las sombras de su cuerpo.

Ella tragó aquel dulce amargo reprimiendo sus deseos de volver a llorar, el elíxir inmortal le hacía sentir cómo su alma se unía a la ajena, segura que desde ese momento y para siempre solo la gobernaría la infelicidad.  

-Ya ha obtenido lo que quería de mí.- Declaró la nueva reina del inframundo, creyendo que en su afirmación no había nada más que la verdad, después de todo ¿qué más podría querer él de ella? Incluso si solo se tratase de otorgar el título de reina a cualquier diosa, ella solo debió ser la opción más fiable, la más joven y débil de todas, la menor de las pérdidas para su padre. -Puedo saber... ¿por qué yo?- Temerosa de lo que él pudiese ver en sus ojos, el miedo, la pérdida y el dolor, se movió intentando revivir su cuerpo entumecido, se sentó sobre las suaves pieles y mantuvo su mirada baja, fija en sus entrelazadas manos, mas su atención completa seguía centrada en él.

El silencio que se alzaba ante ellos hizo que la primavera fuese consciente de su feminidad, de como su piel descubierta se entregaba arrodillada ante la muerte misma con un vestido que fue creado para ella desde mucho antes que supiese su destino, haciéndole ver como lo que era, un regalo, una ofrenda, ¿qué más podía brindarle ella si no era a sí misma? Y fue entonces que, por primera vez, su temor no lo ocasionaba la violencia o salvajismo del que Hades fuese capaz, ¿a qué quiso referirse cuando habló de hacerlo placentero para ambos? Tembló de solo pensar la respuesta, incluso sin las enseñanzas de su madre, Perséfone era lo suficientemente inteligente, lo exageradamente suspicaz para saber que sin necesidad de pronunciar nada, él saciaría su curiosidad.  

El mito de PerséfoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora