Enero
Este mes, me llamo Mary, y al parecer soy un cúmulo de contradicciones. Antes dije que quería sexo, pero ahora me niego a salir del cuarto de baño. No tengo ni idea de que a Harry no le gustan ni las calienta-braguetas ni perder el tiempo. Ya se ha encargado de tomar la iniciativa, de pagar por las bebidas y de decirme unos cuantos
cumplidos, así que agarrará su abrigo y se largará si no salgo en menos de cinco minutos. Pero no tengo ni idea de todo eso, porque he conocido a Harry en un bar del centro hace unas tres horas. Su nombre parece una gran broma cósmica, pero de todos los hombres que he conocido esta noche, él ha sido el único que se ha molestado en intentar entablar una conversación. Por eso lo he elegido... además de porque es muy guapo, viste bien e intenta esbozar una sonrisa sincera aunque no llega a conseguirlo.
-Mary, Mary, qué contradictoria, ¿qué tal tu jardín?
Oigo su voz a través de la puerta, tarareando esa vieja cancioncilla que ya he oído mil veces. También me han llamado Bloody Mary, como la bebida, o Mary Poppins. Mis padres me pusieron mi nombre creyendo que no tenía diminutivos, pero la gente siempre acaba encontrando una burla oportuna. Noto el frescor del pomo de la puerta bajo mis dedos cuando salgo para que Harry vea que estoy lista, que la espera ha merecido la pena. Sólo llevo unas braguitas blancas de encaje y un sujetador a juego, y tengo que esforzarme por contener las ganas de cruzarme de brazos para esconderme de su mirada. Sus ojos se ensanchan un poco, y su lengua asoma y humedece una boca que aún no he besado. Deseo hacerlo, porque Harry tiene pinta de estar muy bueno.
-Demonios...
Su comentario es un cumplido, y me alienta a sonreír con un poco más de
seguridad. Empiezo a volverme poco a poco para que pueda verme bien, y cuando volvemos a estar cara a cara, Harry me toma de la mano y tira de mí para que me acerque un paso más, y después otro. Nuestros cuerpos se acoplan como atraídos por imanes.
Se ha desabrochado la camisa, y el roce del vello de su pecho hace que me estremezca. Mis pezones excitados empujan contra la tela del sujetador, y un calor placentero va acumulándose en mi vientre. Cuando Harry me agarra de las caderas, siento una súbita timidez que me impide mirarlo a los ojos. Él me lleva hacia la cama, la enorme cama doble que le ha pedido antes con esa sonrisa tan atrayente a la recepcionista. Es una sonrisa que dice «soy un chico malo, pero no te importará cuando compruebes lo bueno que soy», y al parecer a recepcionista la ha impresionado tanto como a mí, porque la mujer se ha tomado la molestia de encontrarnos una habitación libre con una cama lo bastante grande para
montar una orgía. Aunque no vamos a montar ninguna orgía, porque sólo estamos Harry, el sonido del calefactor, y yo. El aire caliente que sale del aparato huele un poco a rancio, pero supongo que no debería extrañarme. ¿Qué esperaba?,¿incienso y mirra?
-Vamos -dice él, con un poco de impaciencia. Después de tumbarme en la cama, empieza a besarme por fin. Primero en el cuello, después en los pechos y en un hombro. Me arqueo ligeramente al sentir sus labios en mi piel, pero él no se apodera de mi boca a pesar de que la he entreabierto. Harry baja las manos por mis costados y por mi estómago, y aunque me sobresalto un poco al sentir que me mete una entre las piernas, él no parece darse cuenta de mi reacción. A lo mejor simplemente le da igual. Cuando empieza a tocarme con caricias expertas, me derrito como el azúcar en una sartén, me fundo en una masa líquida. Todo está pasando más rápido de lo que esperaba, pero no alcanzo a encontrar
las palabras para decirle que vaya más despacio. Cuando sus dedos encuentran el bultito que hay bajo la parte delantera de las bragas de encaje y empiezan a acariciarlo con pequeños y lentos círculos, me doy cuenta de que ir deprisa no está nada mal.
-¿Te gusta?
Al verme asentir, Harry sonríe y alarga una mano hacia el cierre delantero del sujetador. Cuando mis pechos quedan al descubierto, suelto un gemido gutural. Quiero sentir su boca en mi piel, su lengua trazando mis pezones erguidos, quiero que los chupe mientras su mano sigue acariciándome entre las piernas. Ya estoy húmeda, lo siento al moverme. Harry se detiene para quitarse la camisa, y me da la oportunidad de admirar su pecho. Tiene un cuerpo ideal para lucir la ropa, pero al verlo
desnudo puedo contemplar sus hombros, que parecen aun más anchos que antes, y su estómago
plano y musculoso. Sus brazos rezuman fuerza, y los tendones de sus antebrazos sobresalen cuando se desabrocha el cinturón y los pantalones. El vello de su pecho,
brazos y estómago es un poco más oscuro que su pelo leonino... me pregunto si se tiñe de rubio, o si todos los cuerpos masculinos muestran tal disparidad. Harry se quita los pantalones y los calzoncillos. No puedo mirar, así que vuelvo la cabeza mientras contengo el aliento y se me acelera el corazón. La cama se hunde un poco cuando él se arrodilla a mi lado, y cuando siento que vuelve a deslizarme la mano entre las piernas, alzo las caderas y de mis labios aún sin besar escapa una exclamación vacilante.
-Quítatelas -me susurra. Sin darme tiempo a obedecer, me quita las braguitas él mismo, y me quedo
abierta del todo a su mirada. Él observa mi vello púbico cuidadosamente depilado, el
rígido botón de mi clitoris, mi piel suave, excitada y húmeda por sus caricias, y me abre un poco más los muslos. Parece gustarle mi pequeño gemido, porque su respiración se acelera tanto como la mía. Traza con un dedo los pliegues de mi sexo hasta llegar de nuevo al clitoris... la sensación es indescriptible. Cuando lubrica el tenso nudo con mis propias secreciones, mis caderas se sacuden en un espasmo. Siento un extraño peso en mi sexo, una especie de vacío doloroso. El calor va extendiéndose por mi vientre, por mis pechos, por la gruta secreta de mi entrepierna.
Harry sigue frotándome el clitoris, y el líquido de mi deseo empieza a chorrearme por la curva del trasero.
No puedo evitar gemir de placer cuando su boca se apodera de uno de mis pezones, y siento la suavidad de su pelo en los nudillos cuando poso una mano en la parte posterior de su cabeza. Harry empieza a succionar, y mis dedos se tensan. Él murmura algo que no alcanzo a entender, pero no deja de chuparme el pezón ni de frotarme el clitoris, y mi respiración va acelerándose más y más hasta que me mareo un poco. He estado con algunos chicos. Nos hemos metido mano a escondidas, los he masturbado con la mano en el asiento trasero de su coche, se la he acariciado y se la he sacudido sin dejar de preguntarme a qué viene tanto revuelo. He estado con chicos, pero nunca he estado con un hombre, con alguien que no pide gimoteando ni manosea con torpeza. Harry ni siquiera se molesta en pedir, se limita a pasar a la acción, y eso es algo perfecto. Es justo lo que buscaba, y no puedo perder el tiempo siendo tímida... ni siquiera cuando su boca desciende por mi cuerpo y se centra de lleno entre mis piernas. Me tenso de inmediato ante la sorpresa, pero mi pequeña protesta se convierte en un gemido cuando Harry me acaricia el clitoris con la lengua. «Oh, santa madre de Dios...». Esto es algo que me he imaginado mientras llego al orgasmo usando las manos o el chorro de agua de la ducha, pero nada me ha preparado para sentirlo en realidad. Su lengua es suave y cálida, más tierna que sus dedos. Es como sentir la caricia del agua, la cadencia de las olas lamiendo la orilla. Cuando me arqueo hacia Harry, él me chupa y me estremezco. Vuelve a hacerlo, y sólo
puedo abrirme más de piernas para entregarle mi cuerpo por completo.
La tensión va acumulándose en mi vientre, y tengo los pezones tan duros y tensos como guijarros. No puedo dejar de gemir. Harry deja de chuparme para soplar suavemente contra mi piel húmeda, y me retuerzo de placer al sentir su aliento cálido. Nunca he tenido un orgasmo estando con otra persona, ni siquiera sé si puedo. He estado a punto varias veces, pero siempre se me ha escapado en el último segundo.
Cuando Harry vuelve a detenerse, creo que voy a enloquecer. Mis muslos vibran de tensión, los músculos de mi vientre se contraen y se relajan. Tendría el orgasmo con la más mínima presión, con la caricia adecuada, pero él se niega a dármela.
Está haciendo algo que no alcanzo a ver. Algo se rasga, y la cama se mueve
cuando cambia de postura y me cubre con su cuerpo. El vello de su pecho me roza los pezones, que siguen húmedos con su saliva, y tanto sus muslos como su vientre presionan contra los míos.
Tengo el tiempo justo para acordarme de otro nombre por el que me han llamado para burlarse de mí, uno apropiado pero cansino, y entonces Harry embiste conun gemido.
-¡Dios!, ¿eres virgen? -exclama, atónito, cuando suelto un grito.
-Sí -admito, avergonzada por mi grito involuntario.
-Maldición.
No intenta apartarse, aunque no podría culparlo si lo hiciera. El dolor se ha desvanecido, y su lugar lo ha ocupado una sensación de plenitud y de estiramiento que no resulta desagradable. No es comparable a las historias de éxtasis que me han contado mis amigas, pero tampoco es tan horrible como decían las monjas... aunque siempre me he preguntado cómo podían saber tanto del tema.
-Lo siento, esperaba que no te dieras cuenta -le digo. Harry esboza una sonrisa, y se apoya en las manos para levantarse un poco y mirarme a la cara.
-Te has delatado con el grito.
-Es que me has tomado por sorpresa. Su expresión se vuelve tierna, y se inclina para besarme en la mejilla.
-Tendrías que habérmelo dicho, habría tenido más cuidado.
-Sólo quería hacerlo de una vez, quitármelo de encima sin más -admito por fin.
-¿Por qué? -me pregunta él, perplejo.
-Porque tengo veintitrés años, y ya era hora. Todos mis amigos lo han hecho, y estaba cansada de ser virgen. Sólo quería... quería hacerlo de una vez.
Harry sigue dentro de mí, y aunque no me duele, empiezo a sentirme un poco incómoda. Las cosas no van como las había planeado, lo único que ha salido bien es la parte en la que conozco a un tipo en un bar y consigo que me lleve a algún sitio para poder desprenderme de mi virginidad.
Cuando Harry me penetra con cuidado, me tenso esperando un dolor que no llega. Él se inclina para recorrerme la curva de la oreja con la lengua, y susurra con voz profunda:
-No tendrías que «quitártelo de encima sin más», la primera vez debería ser especial.
Desliza una mano bajo mi pelo, que está extendido por la almohada, y me besa el lóbulo de la oreja y el cuello antes de mordisquearme el hombro. Me penetra poco a poco y vuelve a salir, milímetro a milímetro, y vuelve a hacerlo otra vez. Cuando lo hace de nuevo, suelto un jadeo y alzo las caderas para salir a su encuentro.
-¿Te gusta? -me pregunta él, con una sonrisa.
Sí, me gusta, pero no parece importarle que permanezca callada. Empieza a incrementar el ritmo, y cuando se apoya de nuevo en las manos para alzarse un poco, los tendones sobresalen en sus brazos.
Al bajar la mirada, veo el lugar donde nuestros cuerpos se unen, donde sus
rizos oscuros se mezclan con mi vello más claro. Cuando Harry se echa hacia atrás, puedo ver la base de su erección, la funda mojada de látex que la envuelve. Vuelve a penetrarme, y contemplo fascinada cómo desaparece dentro de mi cuerpo.
El sexo no es como me lo imaginaba, pero no sabría decir si es mejor o peor.Tengo el pecho sonrojado, y la calidez que siento en el cuello me indica que el rubor se extiende hacia allí. Veo su miembro entrar y salir de mi interior, y pienso en el hecho de que estamos conectados. Harry parece muy concentrado y solemne. Tiene los ojos entornados, la boca tensa y la frente sudorosa. Su olor es una mezcla de jabón con algo almizclado y penetrante, como la tierra del jardín después de la lluvia... como la sangre. Creo que es el olor del deseo, de la lujuria. Deslizo las manos por su pecho, siento el movimiento de sus músculos, y le acaricio los pezones. Son muy distintos de los
míos. Le pellizco uno con cuidado a modo de experimento, y al ver que gime de placer, vuelvo a hacerlo. Sus embestidas son menos contenidas, y su cuerpo entero se estremece. Cuando se detiene y se queda mirándome en silencio, yo le devuelvo la mirada. Sin decir palabra, nos hace girar hasta que yo quedo encima, con las piernas a horcajadas de su cintura. He posado una mano sobre su pecho para mantener el equilibrio, y él se aferra a mis caderas. Cuando ajusta nuestras posiciones con movimientos expertos, suelto una exclamación ahogada al comprobar que puede penetrarme aún más hondo.
-Inclínate hacia delante, y ponme las manos en los hombros.
Hago lo que me dice, y me alegro de haber obedecido en cuanto empieza a
moverse de nuevo. Dios, qué pasada... me llena por completo, por dentro y por fuera. Mi clitoris golpea contra su estómago en cada embestida, y vuelvo a sentir esa extraña pesadez, el calor y el dolor, aunque la deliciosa sensación de plenitud ha reemplazado al vacío anterior. Harry baja una mano entre nuestros cuerpos, y cuando me presiona con el pulgar, me estremezco con el delicioso placer que relampaguea en mi interior.
-Nena, quiero que explotes de placer -me susurra.
Creo que esta vez puede que lo consiga. Sus embestidas se aceleran, y con cada una de ellas mi clitoris golpea contra su pulgar. Me acaricia por dentro y por fuera mientras mis muslos tiemblan y mi respiración se vuelve jadeante. Estoy ardiendo y
helada a la vez. Harry gruñe y me penetra con más fuerza. Nuestros cuerpos chocan rítmicamente... mi trasero contra sus muslos, mi vientre contra el suyo. Estoy aferrada a sus hombros, y las palmas de mis manos aprietan con fuerza contra su
clavícula. El pulso de su cuello late con fuerza y rapidez. No puedo contener un grito, el placer es demasiado grande. Ya no siento los brazos, las piernas ni la espalda, porque me he convertido en un nudo de tensión que va apretándose. Falta poco para que suceda por fin, para que me desate de golpe. Pero aún no. Harry me empuja para que me incorpore y me siente, y mis pechos botan mientras subo y bajo con sus embestidas. Empieza a estimularme el clitoris con un dedo, trazando pequeños círculos acompasados con sus envites. Esto es incluso mejor, no sé si podré soportarlo, el placer es tan grande que resulta casi doloroso.
-¡Oh, Dios, Harry!
No he podido contener el grito, y me doy cuenta de que los diálogos de las novelas románticas no son tan poco realistas como creía. Quiero gritar palabras de amor y de gratitud, sería muy fácil enamorarme mientras el placer que me recorre las venas se me sube a la cabeza con más fuerza que el vino. Vuelvo a gritar su nombre, pero finalmente dejo de intentar hablar y me limito a soltar sonidos inarticulados. Su dedo se desliza por mi clitoris húmedo. Él embiste mientras yo me balanceo, pero conseguimos movernos al unísono. Aunque me parece increíble, siento que se hincha aún más dentro de mí. Cuando Harry cierra los ojos y frunce el ceño en un gesto de concentración, me gustaría que volviera a abrirlos para que me mire cuando alcance el orgasmo. Quiero volver a sentir esa sensación de conexión, pero como él se niega a dármela, tengo que contentarme con bajar la mirada y contemplar el lugar donde se unen nuestros cuerpos. Mis muslos cosquillean cuando los recorre una corriente eléctrica que desciende hacia los dedos de mis pies, y me estremezco de placer. Mi sexo arde con una calidez que se expande mientras el placer sube y sube, y me tenso hasta que acabo rompiéndome.
Esta vez, no puedo emitir sonido alguno, porque el placer me deja sin aliento y me impide hasta gritar. Echo la cabeza hacia atrás, y siento la caricia de mi pelo en la espalda. Mi cuerpo entero explosiona, y me convierto en un montón de trozos desperdigados unidos sólo por el aliento de mis pulmones. Me recompongo de nuevo al inhalar, y vuelvo a estallar y a unirme una segunda vez pero sin tanta
intensidad. Respiro hondo y bajo la mirada hacia Harry, que ha abierto los ojos por fin; sin embargo, me quedo con las ganas si en el fondo esperaba ver algo en su expresión,
porque él está inmerso en su clímax. Con un jadeo, da una última embestida tan fuerte que me empuja hacia arriba, y suelta una serie de pequeños gemidos antes de derrumbarse de nuevo sobre la almohada, completamente saciado. Me aparto de él cuando consigo recuperar el aliento, y experimento una extraña sensación de pérdida al notar que sale de mi interior. El vacío ha regresado, pero esta vez es diferente. Me duele la entrepierna, pero es un dolor parecido al que siento después de haber hecho ejercicio, después de haber utilizado al máximo los músculos, y la sensación no me desagrada. Hago un repaso mental de mi anatomía, compruebo las extremidades y los órganos en busca de alguna anomalía en mis funciones corporales cotidianas. Pensaba que al tener relaciones sexuales me sentiría diferente, pero sólo estoy acalorada y somnolienta. Me tumbo junto a Harry, apoyo la cabeza en su hombro y poso una mano sobre su pecho. No sé si está dormido, pero su pecho sube y baja rítmicamente. Envalentonada por mi nueva situación de mujer después de buen sexo, bajo la mirada hacia su pene, y al verlo descansando contra su muslo, aún envuelto en el condón y con pinta de estar tan agotado como yo, tengo que contener las ganas de reír.
-Ha sido mejor que quitármelo de encima sin más -comento.
Ladeo la cabeza para ver su reacción. Él no abre los ojos, pero esboza una sonrisa y me dice:
-Me alegro.
Desearía que dijera algo más. Conforme la pasión va desvaneciéndose, me gustaría que me reconfortara, que me dijera que he estado bien para ser mi primera vez, que al menos me mirara. No espero una declaración de amor ni nada parecido, sólo... sólo algo más que esto. Acabo de entregarle mi virginidad, y a pesar de que quería desprenderme de ella a toda costa, sigue siendo un regalo... ¿no?
A lo mejor Harry no lo cree así, puede que esté deseando vestirse y largarse cuanto antes, quizás debería irme antes de que pueda hacerlo él. Me siento en la cama, y al poner los pies sobre la alfombra noto que parece sucia y me niego a pensar en quién más la habrá pisado, en cuántas parejas habrán practicado el sexo en esta misma cama. Siento un estremecimiento repentino. Después de agarrar mi sujetador, busco las bragas con la mirada, pero como la
prenda de encaje parece haber desaparecido entre el lío de sábanas, empiezo a rebuscar entre los montículos de tela. Harry abre un ojo somnoliento y se pone de costado para observarme. Finalmente, encuentro las bragas y las agarro con un gesto triunfal. Quiero lavarme, deshacerme de esta sensación pegajosa, y al ver que al menos no hay ni rastro de sangre rezo una plegaria agradecida a la Virgen María... aunque ella no habría aprobado mi aventura de esta noche. Voy al cuarto de baño, y empiezo a humedecer un trapo. Harry aparece en la puerta, pero yo mantengo la mirada fija en el agua caliente del lavabo. Después de
quitarse el condón, lo tira a la papelera y se pone a orinar en el retrete, y me siento mortificada al ver el potente chorro de orín. Tras abrir el grifo de la ducha, me pregunta:
-¿Quieres ducharte conmigo?
-¡No! -exclamo, con más énfasis del necesario. Después de ponerme las bragas y el sujetador, agarro mi blusa y mi falda de la percha que hay colgada en la puerta; a pesar de que me tiemblan los dedos y de que necesito dos intentonas para conseguir abrocharme los botones, me visto en menos tiempo del que necesité para desnudarme. Harry está mirándome, completamente desnudo. Mientras me aliso el pelo, vislumbro mi rostro en el espejo cubierto del vaho de la ducha, y me alegro de haberme convertido en una forma sin cara en la que sólo se distinguen los borrones oscuros de los ojos y la línea roja de la boca, porque no quiero verme en este momento. No puedo leer la expresión de Harry, y ni siquiera sé si deseo hacerlo. Hace unos minutos, estaba desesperada por sentir alguna conexión con él, pero ahora sólo quiero largarme cuanto antes.
-¿Qué pasa? -me pregunta.
-Nada. Tengo que irme.
-¿Estás segura?
Siento una mezcla de gratitud por su actitud tranquila, y de decepción porque no se muestra más solícito.
-Sí, estoy segura.
-Vale. Conduce con cuidado -dice, antes de volverse para meterse en la
ducha. Suelto el aire con brusquedad, y tomo mi bolso con un movimiento convulsivo. Él me mira por encima del hombro, un hombro que aún conserva las marcas de mis dedos, y enarca una ceja.
-¿Estás segura de que estás bien?
-¡Sí! -exclamo, aunque no es cierto. Da la impresión de que estoy conteniendo las lágrimas, porque mi voz suena aguda y temblorosa. Aprieto mi bolso contra el pecho, y añado-: ¡Gracias por el favor!
Cuando él se vuelve de lleno hacia mí, con las manos en las caderas, desearía que al menos se pusiera una toalla alrededor de la cintura.
-Mira, no sé cuál es el problema...
-¡Claro que no! -no pienso insultarme a mí misma explicándoselo.
-Mary, ¿acaso te malinterpreté en el bar cuando me pusiste la mano en el trasero y me susurraste que tenías un condón que llevaba mi nombre?
Aquello no había sido idea mía, sino de mi amiga Bett. Había funcionado,
pero...
Harryse cubre con una toalla antes de acercárseme. Me aparta el pelo de la cara, y me dice con calma:
-Pensaba que era lo que querías, dijiste que lo era.
No puedo negarlo. Me gustaría culparlo a él, pero la verdad es que me han quitado la carga de mi virginidad de forma espectacular. He sido una tonta si esperaba algo más.
-Sí, es lo que quería -mi voz suena vacilante y aun parece que estoy a punto de echarme a llorar, pero me niego a hacerlo.
-Sabías lo que querías, y has ido a por ello. ¿Qué hay de malo en eso?
-¡Nada!
-¿Seguro que no puedo convencerte de que te duches conmigo? -Harry vuelve hacia la ducha, deja caer la toalla y me mira con una sonrisa tentadora, pero yo hago un gesto negativo con la cabeza-. Vale. ¿Estás segura de que estás bien?
-Sí -creo que sólo es una mentira a medias-. Tengo que irme.
-Conduce con cuidado.
Estoy a punto de cambiar de idea cuando las cortinas se cierran, pero acabo de vestirme, salgo del hotel, y dejo atrás al hombre que me ha convertido en mujer.