Ella mordía el interior de su mejilla con nerviosismo, al mismo tiempo que rascaba su cuello. No podía dejar de removerse en su asiento, ansiosa, mirando a través de la ventana a su lado. Prácticamente podía sentir la adrenalina corriendo por su cuerpo. Si bien ya había volado en aviones varias veces, aun no podía superar su fobia a ellos. El muchacho sentado a su lado no podía ignorar de ninguna manera como ella estaba, a pesar de lo mucho que ella intentara ocultarlo o disimularlo. Una media sonrisa algo boba apareció en su rostro, enternecido por ella. No pasó mucho más antes de que el pasara un brazo sus hombros, acercándola todo lo posible a su cuerpo. Ella cerró sus ojos, dejando caer su cabeza en el hombro de él. Inhaló hondo, haciendo todo lo posible para calmarse a ella misma, inhalando al paso el aroma tan peculiar que él tenía. Una leve risa escapó de sus labios al descifrar en que se basaba. Algo de chocolate y desodorante.
— ¿Nerviosa? —le preguntó Michael, aunque luego se mordió la lengua, ya que sabía la respuesta.
—Algo… bastante, si—rio ella, entre dientes, ya que no sabía que otra cosa hacer.
Él se alejó un poco para poder verla directo a los ojos, y que ella pudiera hacer lo mismo. Sus ojos verdes la tranquilizaron un poco, y lograron que ella soltara un suspiro, que hizo que él sonriera más ampliamente.
—Vamos a estar bien, no tienes nada de qué preocuparte—fue lo que él le dijo, intentando ayudar—, los chicos y yo hacemos esto todo el tiempo y…
Entonces, una cabeza emergió de uno de los dos asientos adelante del de ellos, con una sonrisa juguetona.
— ¿Y cuantas posibilidades hay de que nuestro vuelo tenga problemas y caigamos al Océano? ¿Una en un millón? ¿Dos en un millón? —habló, interrumpiendo a uno de sus mejores amigos, Calum.
Pero justo cuando él había terminado de formular la última palabra, cerró sus ojos y maldijo por lo bajo al recibir un golpe en la nuca por la morena sentada a su lado, que también emergió de su asiento, solo para reprocharlo.
— ¡No estas ayudando, tonto! —le recriminó.
A pesar que en otras circunstancias las palabras del chico de cabello negro le habrían asustado y aumentado su miedo, en ese momento la hicieron reír. La escena en si la hizo reír, relajándola un poco más. La pareja delante de ellos volvió a retomar sus posturas, y entonces Janet volvió a mirar a quien tenía sentado a su lado. Él cerró sus ojos a medida que se acercaba a ella y dejaba y dulce beso en su frente.
—Todo va a estar bien, y además, ¿has olvidado a donde estamos yendo? —cuestionó él, con una sonrisa enorme, y esperó a que ella respondiera, pero solo asintió— ¡Anda, dilo!
Ella se rio, de pura felicidad, antes de exclamar:
— ¡Disney!
— ¡Disney! —la imitó él, alzando sus manos por sobre su cabeza— ¡Estamos volando a Disney, Jo! —gritó entonces, de puro entusiasmo, que ella también compartía.
— ¡No puedo créelo! —gritó repentinamente eufórica ella, girándose y envolviendo sus ojos alrededor del cuello de su novio, toda preocupación desapareciendo.
— ¡Oigan, tortolos ahí atrás! —las voces de sus otros dos amigos más adelante les llamó la atención, causando que ambos giraran sus cabezas en dirección a ellos.
Luke y Ashton iban sentados juntos, y los miraban por encima de sus hombros, sonriéndoles.
—Ya casi tenemos que apagar nuestros teléfonos, así que… ¿Qué tal una foto? —les dijo Ashton, antes de levantar el aparato por encima de las cabezas de todos ellos.