Capítulo dieciséis: El argumento

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Drake.

El destino quiere hacer que mi tentación sea muy grande, esa es la única conclusión a la que puedo llegar luego de que mis padres se fueran a cenar con Holden y se llevaran Hayley con ellos, además de eso, Dawson actúo raro y luego se fue llevándose el auto consigo ¿Resultado? Cuando Alaska toca el timbre de la casa estoy preparándome para estar completamente a solas con ella.

Me levanto del sofá y abro la puerta encontrándola en un short alto de Jean y una camisa corta negra y ajustada ¿Por qué mi novia tiene este cuerpo que me vuelve loco e incita a pecar? ¿Por qué todo en Alaska me seduce cuando no lo intenta?

Me da una sonrisa y pasa por mi lado, ajena a toda la batalla interna que tengo. Cierro la puerta detrás de mí y de inmediato me encuentro recargando la frente contra la superficie fría, la escucho reír.

—¿Qué te pasa, Drake?

—Nada. —Me doy la vuelta para observarla.

—¿Por qué todo es tan silencioso?

—Porque estoy solo en casa.

Parece procesar mi respuesta mientras mira alrededor cómo si verificara que no estoy mintiendo, luego se balancea sobre sus pies con las manos en los bolsillos delanteros de su short.

—¿Y mis ejercicios? —pregunta finalmente, enarco una ceja en respuesta.

—¿Y mi saludo? —devuelvo.

—Hola, Drake ¿Qué tal estás?

—Oh, eso no funciona. Estamos en algo diferente. Ya esos saludos no nos sirven.

—Primero dame mi tarea —negocia.

No puedo evitar reír de su astucia, camino hacia las escaleras y ella me sigue en completo silencio, las subimos y caminamos el pasillo hasta mi habitación. Un coro de voces se encuentra cantándome en la cabeza "estamos solos, estamos solos".

Tomo las dos hojas de ejercicios sobre el escritorio de trabajo y se las entrego. Lo inspecciona cómo si tuviese el conocimiento para notar algún error en ello. Es algo bueno que Alaska sabe que no debe escoger una carrera que lleve consigo química, porque ella apesta en ello y lo odia. Cuando parece complacida con mi trabajo, deja las hojas sobre el escritorio una vez más antes de girarse hacia mí.

—Bien, cumpliste.

—Ahora, dame mi saludo, Aska.

Hay un rastro de timidez en sus pasos hacia mí, pero nunca deja de sonreír ni de lucir esa confianza que siente hacia mí. Me impaciento de lo lenta que está resultando y acorto la distancia entre nosotros pegando su torso al mío, la rodeo con uno de mis brazos y la alzo sobre mis pies para tenerla al ras de mi cuerpo. Mantengo la mirada fija en su boca y lamo mis propios labios antes de hacer lo mismo con los suyos, siento el aire que deja escapar entre ellos. Atrapo con mis dientes su labio inferior, no le hago daño, es una suave presión mientras tiro de ellos y luego me dejo de tonterías para comenzar a besarla. No será el primer beso, pero tiene la capacidad de desarmarme que tuvo aquel. Besarla es totalmente adictivo.

Sus brazos van alrededor de mi cuello y siento sus dedos en el cabello que pretenden acerca mucho más nuestros rostros. Me abro paso a su boca con mi lengua y me encargo de acariciar muy lentamente la suya; una de mis manos va a su espalda y me deleito con la franja de piel desnuda que hay entre su camisa corta y el short de corte alto. Me alejo y casi río cuando su rostro, con los ojos cerrados, persigue al mío en busca de más.

—Ese es un saludo digno —susurro. Sus ojos se abren.

—Es el mejor.

—¿Ya debes irte? —No despego mi mano de su espalda ni dejo de rodearla con mi brazo alrededor de la cintura.

+18  (Libro 1 Saga Inspírame)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora