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Es viernes, y Mark no tiene clases a las que asistir aquel día. La alarma de John sonó a las seis y media de la mañana, se levantó dejando al menor estirándose entre las sábanas, complacido por el espacio extra que se le había otorgado en la pequeña cama.

Escucho como John canturreaba entre el agua de la ducha y juraría que estaba bailando con el acondicionador en la mano. Abrazo la almohada de John porque se había ido, cerró sus ojos para volver a dormir pero la presencia del mayor en el departamento le hacía estar demasiado atento a sus movimientos. Antes que entrará a la pequeña habitación, Mark ya se estaba colocando un poleron por arriba de la cabeza para levantarse. Se fijó como John solo entraba con la toalla alrededor de su cintura y silbaba feliz buscando en el armario la camisa perfecta para un día viernes que daba a entender que iba a estar nublado.

– ¿Te levantarás? – Mark tenía la mirada fija en la espalda de su pareja, imaginando las posibilidades de dejar a John sin trabajo. – ¿Mark?

– Hyung. – Trago saliva y le sonrió cuando el mayor se dio vuelta abotonando la camisa negra. – Iré al supermercado en un rato.

John se le acercó para besarle la frente, y se dio media vuelta para deshacerse de la toalla y colocarse un boxer frente a los ojos grandes de Mark que no dejaban de mirar cada lento movimiento del mayor, como si estuviera provocando toda su mentalidad. Gateo por la cama para llegar al final de ella y tomar de la cintura al mayor y jalarlo hacia la cama, lo rodeo con sus piernas por la cintura y lo dio vuelta para besarle los labios con suavidad. Las grandes manos de John se acomodaron bajo la polera del menor y le acarició la parte baja de la espalda, rozando con sus dedos el elástico del boxer. 

– Tengo que trabajar, Mark – Río cuando el menor lo abrazó más a su cuerpo, sin dejarle algún escape. – Podemos seguir cuando llegue del trabajo – Le besó el cuello con lentitud y al mismo tiempo con las puntas de sus dedos acariciaba su espalda completa, erizandole la piel.

– ¿No puedes llamar y decir que despertaste enfermo? – Estiró su cuello para darle paso a los labios de John.

– Me encantaría – Mordió la manzana de Mark y río cuando el menor se estremeció entre sus brazos. – Pero Taeil me matará si salgo con la misma excusa como el viernes pasado.

Mark terminó con la espalda pegada al colchón, John arriba de él con cada mano a los lados de la cabeza del menor, le sonrió desde arriba y le besó los labios para salir de la cama y seguir vistiéndose.

Cuando John cruzó la puerta del departamento para irse, Mark se volvió a sentir solo. Se había trasladado al sofá para ver algo de televisión mientras desayunaba un poco de cereales con leche. Los pensamientos comenzaron a llenar su mente, las ganas de ocultarse bajos las sabanas se hicieron más grandes y el dolor de su pecho se hizo presente al sentir tan grande aquel pequeño departamento.

El primer día que Mark llegó al departamento fue un martes, tenía su bolso con todas las cosas que necesitaba para su último año de preparatoria y otro que tenía entre sus manos donde pudo guardar toda la ropa que alcanzó en diez minutos de adrenalina. Al tocar el pequeño botón del timbre se sintió aún más miserable al ver como John le abría la puerta en unos pantaloncillos de pijama y a torso desnudo.

– ¿Mark? – Tomó el bolso de la mano y lo abrazo cuando el menor rompió en llanto en el marco de su puerta. – Son las doce de la noche, hermoso – Con sus manos entrelazadas, entraron al departamento y se sentaron en el pequeño sofá. Llevaban recién cuatro meses de relación. – ¿Qué ocurrió?

– Me ha echado, hyung. – John le saco las tiras de sus bolso de los hombros y lo apartó, le beso la frente y trató de calmar el llanto del menor.

– Te quedas conmigo.

John le ayudo a sacarle el uniforme que todavía llevaba, lo colgó entre medio de sus prendas para mañana y le prestó una de sus camisas grandes para que se acostara en su pequeña cama.

Entre cantos y caricias suaves, Mark se quedó dormido entre los brazos de su pareja.

Mark se levantó del sofá, limpiando las sobras del cereal de sus piernas y se metió bajo el agua de la ducha para despejar todos los pensamientos que le estaban nublando. Al salir, se alistó y tomó sus pastillas, agarró las llaves del departamento y una bolsa para ir al supermercado.

Con John había empezado una nueva vida.

Con John | ʲᵒʰⁿᵐᵃʳᵏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora