Hacía tiempo que no volvía a aquel lugar, pues había temido volver a aquel sitio donde había pasado gran parte de su paso por la universidad y donde, a desgracia o gracias a él, había conocido muchas personas... entre ellas, a él.
Pero habían pasado tantos años ya que habían creído olvidar todo, incluso aquellas puertas dobles de un verde más que desgastado que se encontraban a unos cuantos escalones por debajo de la vereda donde se encontraba parado. En cierto punto aquello le resultaron extraños y desconocidos, pero algo dentro de él palpitaba y le ordenaba ingresar, pues a pesar de que sabía que a aquellas horas nadie tocaba, sus oídos y todo su cuerpo parecían querer jugarle una mala pasada, provocándole cierta alucinación auditiva donde escuchaba... donde lo escuchaba cantar y tocar junto a su grupo, como lo había escuchado hacía años atrás.
Y fue por ello que, sin poder evitarlo, ingresó. El penetrante y demasiado conocido olor a cigarro, bebidas y madera invadió sus fosas nasales, rememorándole todo lo que había dejado atrás, todo lo que había abandonado en aquellas cuatro paredes de aquel lugar que se alzó delante de sus ojos.
Todo continuaba igual a cómo lo recordaba. Todos sus muebles de madera viejos y ya más que desgastados, sus paredes revestidas con madera también y espejos y pequeñas bibliotecas decorando ciertos lugares, como frente al pequeño escenario que era lo que se veía primeramente al entrar, le provocaron dentro de él un sentimiento de nostalgia y culpa. Culpa que nunca llegaría a quitar.
Caminó entonces hasta la barra, sin dejar de mirar el escenario, donde aun seguía descansado el sofá negro de cuero que recordaba vívidamente.
El corazón parecía estrujársele a cada paso que daba hacia aquella barra y a aquel lugar donde siempre se había sentado, pues había sido su predilecto, ya que desde allí nadie era capaz de tapar su visión hacia las únicas potentes luces cálidas que se posaban sobre donde los cantantes y músicos debían de colocarse.
Ya a aquellas alturas debía de admitir internamente que a pesar de que no lo había hecho adrede, en cierto punto, lo había hecho. Había querido ir allí. Había creído en esa pequeña esperanza de poder verlo de nuevo. De ver en lo que se había convertido. En lo que había abandonado. En lo que se había perdido. Pues él, a pesar de que no quería admitirlo a voz alta, había sido alguien que lo había marcado y que nunca, nuca olvidaría aun si lo quería. Aun si sabía que debía de haberlo enterrado hacía años en su corazón. Aun si...
El bartender interrumpió sus pensamientos y lo obligó a girarse y mirarlo, pues le había preguntado qué era lo que quería para tomar.
–Un whisky, por favor –pidió entonces, sintiendo dentro de él que había sido una mala idea. Una muy mala idea haber ido a aquel lugar, pero ya lo había hecho y allí estaba, ahogándose en sus propios recuerdos y arrepentimientos.
Volvió entonces a girarse para mirar una vez más el lugar que él había ocupado. El centro. El mismo lugar que había ocupado en su vida durante varios años. El lugar que podría haber seguido ocupando si no hubiesen sido tan idiotas e inmaduros. Si él hubiese decidido dejar todo de lado y continuar con él. Si él...
Ya nada podía hacerse. Lo sabía. Los años no volverían atrás. La pérdida no se podía revertir y a pesar de saberlo, de estar plenamente consciente de ello, no evitaba que doliera. Que le lastimara el solo hecho de pensar que, en cierto punto, en una vida alternativa, hubiesen llegado a ser felices y se hubiesen amado por toda la vida.
El trago fue servido a su lado y fue entonces que, inspirando profundamente, dejando que el olor familiar de aquel inundara una vez más sus pulmones, para así darle un trago largo a su bebida y poder irse de allí. Sacó su billetera para dejar los dólares que sabía que costaba sobre la mesa y sin más se levantó. Había sido en vano allí. Había sido doloroso por nada, pues sabía que nada cambiaria en su vida por haber ido allí. Por había sido lo suficientemente débil como para no evitar no tentarse a ingresar.
Se levantó con pesar, aun sintiendo los recuerdos rondando su mente. Persiguiéndolo, como lo habían hecho durante muchos años y sin más, colocando sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón comenzó a dirigirse hacia la salida, hasta que ruidos detrás de él evitaron que saliera por aquellas puertas.
Alguien había subido al escenario y se preparaba con una guitarra y... un bajo, y escuchó ciertamente un sonido como a cascabeles, que claramente parecían provenir de una pandereta o algo similar, para luego escuchar alguien que tocaba con su dedo el micrófono.
–Ho... Ho... Hola –probaba el micrófono una y otra vez y a pesar de que solo había logrado escuchar aquellas palabras, fueron suficientes para él para percatarse de que se trataba de él. De quien había intentado dejar enterrado en su mente al igual que a aquel lugar –Buenas noches a todos –le escuchó decir una vez el micrófono estuvo bien situado –Espero que tengan una agradable noche y disfruten de nuestro repertorio –el silencio entre todos los presentes reinó y él creyó, quiso convencerse de que había sido una vez más su mente, que quería volverle a jugar una mala pasada, pero no había sido así.
La música comenzó a sonar, su voz comenzó a escucharse como la voz melodiosa y exquisita de un ángel. De alguien que cantaba con el corazón, como siempre le había parecido a él.
Siempre había estado convencido de que su vocación se encontraba en el canto y allí estaba, una vez más, demostrándole de que no había estado equivocado. Pero, aun así, se sentía incapaz de voltearse y verlo, una vez más, rodeado de las luces y de sus compañeros. Una vez más, se vio incapaz de voltearse y ver en lo que se había convertido, mientras su voz y su melodía bailaba por aquellas paredes que los encerraba.
Había sido un cobarde todo el tiempo. Un cobarde que siquiera merecía ver en lo que se había convertido o no.
Aun así, juntando coraje y apretando fuertemente sus manos, lentamente, se giró, hasta que su vista se encontró con aquella imagen que provocó que las memorias de todas las veces que lo había visto tocar allí lo inundaran sin compasión alguna. Que los recuerdos de haberlo amado y admirado volvieran sin dejarle respiro. Provocando que sintiera las lágrimas acumularse en sus ojos.
No había cambiado en nada. Quizás si solo un poco en su figura, pues lo recordaba un poco más rellenito de cómo lo veía en aquel momento. Pero sus cabellos llenos de rizos aún seguían allí, formándole una leve bola de pelo azabache sobre su cabeza que siempre había amado acariciar y sentir la suavidad entre sus dedos. Sus facciones se habían asentado un poco más y había perdido ciertamente algo de su cara aniñada y joven. Pero seguía siendo él y lo confirmó al ver que su mirada oscura se posaba sobre él luego de mirar a todos los presentes y parecieron reconocerlo, pues por unos segundos él no fue el único que sintió que su mundo se detenía. Ambos compartieron el mismo sentimiento, sin saber lo que sentía el otro y solo dejándose embargar en los sentimientos, recuerdos y culpas que ambos tuvieron y aún tenían guardados en lo más profundo de su corazón y que ambos sabían que ya había pasado demasiado tiempo par remediarlo.
Aun así, se quedó parado escuchándolo cantar, mientras que él no despegó sus ojos oscuros de quien había amado con locura y que se arrepentía haber perdido, sabiendo que nunca lo recuperaría.
Y en aquella noche, fue lo único que hicieron. Se miraron, como lo habían hecho la primera vez que se habían conocido y habían conectado. Se miraron sin olvidar lo que habían vivido y lo que hubiesen podido vivir si la vida no hubiese sido injusta y ellos unos tontos. Se miraron sin olvidar aquel sentimiento que los embargaría cada vez que se recordarían. Se miraron sabiendo que nunca más, volverían a olvidarse, aun si, una vez más, cada uno seguía su camino. Se miraron diciéndose las palabras que no pudieron pronunciar en su ultima pelea. Se miraron despidiéndose eternamente del amor que no pudieron tener, aun si lo habían anhelado. Se miraron sabiendo que aquello, era lo único que podrían hacer en aquella vida.
Y una vez terminada la canción y viendo una vez más como el sudor decoraba el rostro de él, sacó sus manos de su pantalón y formando una leve sonrisa dolida, levantó su mano izquierda y lo saludó para siempre, aun sabiendo que no lo olvidaría y que aquel encuentro solo había empeorado el hecho de querer olvidarlo.
Y sin más se giró, para dejar una vez más aquel lugar atrás. Para dejar aquel sentimiento atrás. Para, una vez más, recoger lo que había quedado de su corazón.
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Lost on you [TERMINADA]
Kısa HikayeCuando no se puede olvidar a alguien ¿qué se hace? Nadie lo sabe.