A flor de piel.

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Y espero una droga, un afecto que me haga reír.
Y espero que esa droga, ese afecto siempre seas tú.


La melodía de las canciones de los Rolling Stones sonaban desde la radio portátil que le había regalado el abuelo Arthur en la última Navidad. Las invenciones muggles la salvaban más de una vez del aburrimiento que producía los tratamientos estéticos. Si bien, adoraba tener el cabello de varios colores, era realmente agotador el teñirlo cada dos meses, tiempo exacto que duraba hasta que se aburriera del color. Esta vez, el Calipso era el nuevo ganador.

Como era de costumbre, ni se le ocurría presentarse a las clases el primer día. Se reportó enferma y se quedó en su habitación el resto de la mañana, pintando mecha por mecha. Ya cerca de mediodía conjuró un hechizo perdurador para que el color durara hasta que dijera basta y lo volviera a cambiar. Pero el hechizo demoraba tiempo en quedar, y necesitaba calor para su efecto.

Abrió las ventanas de par en par, parándose en el alféizar para luego pasar a caminar por el tejado, hasta encontrar el punto exacto donde el sol daba mejor. Murmuro un accio toalla, la cual llegó a su mano casi en el instante. Se desnudó hasta quedar en ropa interior, y se tendió a tomar el sol.

Suck on the Jugular sonaba en ese momento. Tarareaba la melodía mientras sonreía para sus adentros imaginándose la escena que montaría Dominique si estuviera allí. La música era una de las tantas cosas en las que no coincidían. Pensó, que si la rubia se presentara de pronto, escupiría bromeando, de inmediato que cambiara esa basura, por algo decente, y algún otro comentario de que tanta tintura le pudría el cerebro.

Pero entonces la canción cambió, y (I Can't Get No) Satisfaction tomó su lugar. Su sonrisa desapareció. Recordaba a la perfección la primera vez que había oído esa canción. Heather se la había mostrado durante el tiempo que esta salía con Fred. ¿Quién diría que la ex novia de su hermano le mostraría tanto, haciéndole entender varias cosas de sí misma? Fred siempre le criticaba que los novios jamás le duraban. La molestaba diciendo que era una chica liberal, por no decir suelta. Roxanne reía mientras decía que por lo menos follaba más que él. Si tan sólo supiera la razón de porque no sostenía relaciones largas...

Sus labios aun conservaban el sabor de cigarro y café de los labios de aquella azabache. Heather Lyons había sido su primer amor. Quien le había hecho admitir su sexualidad. Si su hermano supiera que su ex novia le puso los cuernos con ella, probablemente la mataría.

Pero eso ya no importaba mucho. Heather ahora estudiaba en Beauxbatons, y estaba a kilómetros de ella, de sus brazos, de su amor. La extrañaba con locura, pero ni siquiera si ella estuviera allí cambiarían mucho las cosas. Roxanne sabía el rechazo que produciría si se sabía que una de los Merodeadores era... lesbiana. ¿Qué dirían sus padres incluso, si lo supieran? No podría tolerar su decepción. La de nadie. Mucho menos el rechazo.

Es por eso que no podía dejar que se supiese su condición. ¿Quién sabe todas las burlas que se harían en su contra? Su familia no lo entendería, su hermano la mataría, sus amigos se alejarían. Su pequeño mundo se arruinaría. O al menos eso creía.

— Sabía que estarías aquí —. Se escuchó la voz de James caminando a través del tejado, hasta llegar al encuentro de su prima. La morena se movió haciéndole un espacio en su toalla, y el pelinegro se recostó junto a ella —. Hay algo mal en mí, Roxie.

— Sí guapo, un montón de cosas —. Respondió sonriéndole —. ¿Ahora qué hizo nuestra prima?

— Siempre das en el blanco —. Suspiró —. ¿Recuerdas que anoche antes de ir a la oficina de Minnie me levanté a decirle algo? Pues, nos juntamos para hablar después de que el regaño terminó.

¿Con quién te vas, Rose?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora