Ojos color mar.

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Te miraba hasta gastarte,
no sabía que el deseo era inflamable...

Era fácil sacarse la ropa. Desnudarse es sencillo, cuando sólo es tela la que te quitas. Dormir con alguien es distinto. Dormir abrazados te desnuda el alma, te vuelve vulnerable ante la mirada ajena, como cuando no se es más que un mocoso tras una película de terror, refugiándose en la falda de la madre. James no pegó un ojo, de manera constante, en toda la noche. En parte la explicación recaía en lo anterior, pero él se sabía desnudo junto a Rose, aun estando vestido. Sentía su espalda pegada al pecho mientras dejaba que el olor de su cabello le inundara las fosas nasales, disfrutando su presencia en la quietud, en la calma, como si fuera verdad que el tiempo puede frenar un segundo y congelarse en la tranquilidad de la figura de Rose dormida, apoyando la cabeza en su brazo que le hormigueaba desde que cayó en los brazos de Morfeo, y aun así, prefirió no moverla. Miró su perfil de costado casi la mayor parte de la velada, intentando descifrar que era lo que en definitivo le hacía sentir el pecho en locura: Sabía de sobra que Rose poseía un encanto natural, que era amable y preocupada por cualquier ser que existiese, como también era consciente de que podía llegar a ser despiadada, e incluso cruel cuando se le provocaba. Que tenía el poder de destruirle con una mirada si se lo proponía, y James pensó que la pelirroja no hacía más que rendirle honor a su nombre, que encantaba con su apariencia y dañaba con sus espinas al mismo tiempo. Supuso que fue eso lo que en primer lugar le llevó a enamorarse de ella, la autenticidad de la dualidad que la caracterizaba, y en que era totalmente ignorante en el impacto que su impulsividad y tempestad causaba en los demás.  Tras levantarse y tomar rumbos distintos, la idea no abandonó sus pensamientos. La miró por el rabillo del ojo el resto de la jornada, y sonreía para sí mismo ante la ocurrencia.

En ocasiones Fred debía recordarle que Rose era su prima, porque lo olvidaba. No podía entender cómo había vivido con la mujer de su vida prácticamente toda su infancia y no se había percatado hasta ser mucho mayor. No dejaba de preguntarse porque era ella quién le ponía así, que era injusto que le dejara la mente revoloteando con su recuerdo, y su perfume impregnado en las paredes de su cabeza, congelada en una imagen cerebral de ella, durmiendo. Suspiró desayunando y esbozó una mueca cansada, mientras escuchaba a Roxanne quejarse de madrugar.

Scorpius no se quedaba atrás. No podía quitarle los ojos de encima al igual que su enemigo a muerte. Hablar con ella, escuchar sus melodiosas palabras. Se conformaba con eso. Tenía la esperanza de que fuera suya en algún momento. Estuviera dónde estuviera, ninguna mujer se comparaba con ella. Quería hallarla volando bajo, y lograr sus días compartir. Su estómago aun recordaba las mariposas que sintió la primera vez que le vio. Amor a primera vista le llaman algunos, aunque muchos digan que no existe, Scorpius era la viva prueba de que si podía ser.

"Algún día, compañera de mis días serás hasta el fin" Se dijo una vez más, cada vez menos convencido de sus palabras.

—... Y el cuarto quedó hecho un desastre, te lo aseguro. Ropa por allí, por allá...

—Blake, realmente, no me interesan tus experiencias sexuales — . Le cortó Allan.

—Estás celoso porque Angie aun no te da la...

—¡Zabinni! -. Gritó la rubia roja cual tomate  —. ¿Por qué mierda lo arruinas todo?

— ¿Quieren callarse? Me dan dolor de cabeza —. Dijo Scorpius cansado—. Suenan igual que un viejo matrimonio.

— ¿Sabes que me da dolor de cabeza? Pensar en el examen de Pociones que tenemos hoy ¿Y sabes qué otra cosa me da más dolor de cabeza? Que Pociones nos toca con Gryffindor, y tendré que aguantarte toda la mañana suspirando.

¿Con quién te vas, Rose?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora