3.

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Era un nuevo día en Detroit.

Durante tres semanas, Carl Manfred y su androide Markus frecuentaron diaria y religiosamente el fascinante lugar que habían "descubierto". “Sweet Pleasures” era simplemente perfecto, un pequeño pedazo de paraíso en toda la catástrofe que era la ciudad concurrida y bulliciosa; sus postres eran deliciosos, su local era precioso y quienes trabajaban ahí eran personas (y androides) sumamente amables.

Y había algo de ahí que a Markus le encantaba, aunque no sabría decir qué era exactamente.

Se encontraban en la cafetería, Simon atendía desde la barra como siempre mientras Carl degustaba algún postre cualquiera y Markus afirmaba su lápiz de carboncillo en el papel de su libreta de dibujo. El bloqueo no se había ido del todo, pero al menos ahora no era tan terrible como antes.

—¿Qué es lo que dibujas? —Preguntó Carl con curiosidad, irrumpiendo un silencio cómodo que había durado ya varios minutos.

—No lo sé.

—¿No lo sabes? —Rio él, sin sonar altanero mas genuinamente consternado.

—No, no lo sé. Algún tipo de... —Markus alzó su libreta, contemplando lo que había hecho fijamente, ladeando la cabeza un poco—, ¿águila?

Carl asintió, tomando un pequeño sorbo de su tasa de café.

Para su fortuna, la cantidad de encargos había disminuido de forma notoria y aunque de igual forma lo hacía el dinero, ¿qué más daba? Carl ya era lo suficientemente rico como para satisfacer todos sus caprichos carnales. Ahora gracias a todo ese tiempo libre podía pasear, ir donde le apeteciera e igualmente podía hacer prácticamente todo lo que quisiera.

Aunque francamente, lo que más le hacía feliz era pasar tiempo con Markus.

Sí, eso le alegraba mucho.

Porque cuando se era rico y viejo, no existía nada mejor que la compañía honesta de alguien totalmente desinteresado de sus fortunas y su título.

.  .  .

A medida que las visitas de Carl y Markus se hacían más frecuentes, los pensamientos en la mente de Simon también aumentaban en aparición.

Su vida como la de cualquier androide no era muy interesante, y sin embargo, nunca antes se había dado cuenta de ello, mas ahora todas esas cosas que eran ínfimas y cotidianas resaltaban ante sus ojos como si hubiese sido muy obvio todo el tiempo.

No era normal.

Definitivamente no era normal.

Simon se ocupaba preparando los pedidos de dos clientes del montón. La televisión estaba encendida para darle un tinte más vivo al local, anunciando las casi típicas noticias de siempre. Él las escuchaba, sin darles demasiada importancia, la mayoría eran asuntos de humanos que no le concernían en lo absoluto y que más poco no le podían valer.

Al terminar los pedidos correspondientes, Simon se apartó de la barra y caminó tranquilamente hasta la mesa en donde se ubicaban unos clientes.

—«Últimamente se han reportado más de doscientos casos de androides “divergentes” ya no solo en Detroit, sino en todo el país. La medida que se ha tomado ha sido la desactivación completa de aquellos que se identifiquen como “divergentes”.

Simon paró en seco, esta vez con la vista clavada en la pantalla ultrafina, no pudiendo creer la noticia y observando a detalle las imágenes que se mostraban junto al reportaje.

—Oh Dios. —Escuchó él decir a Carl Manfred. No hubo ninguna reacción destacable de parte de Markus.

¿Y si todos esos pensamientos que estaba teniendo eran un pequeño síntoma de un desarrollo de conciencia propia inminente? Edith seguro lo reportaría, ¡por supuesto! Nadie querría arriesgarse a tener como siquiera conocido a un divergente. Lo capturarían y lo llevarían a las instalaciones de Cyberlife para desactivarlo.

La sola idea de morir le causaba un pavor inexplicable.

Sumido en su conflicto interno, con su LED parpadeando de amarillo a rojo y viceversa, Simon siguió caminando, totalmente distraído, y entonces tuvo el infortunio de chocar contra uno de los comensales que justamente se dirigía al baño, derramando las bebidas sobre él.

—¡¿Pero qué mierda te pasa?! ¡Ugh! ¡Fíjate por dónde vas!

—L-Lo lamento, señor. —Sin saber el motivo, Simon tartamudeó.

—¡Tengo una reunión importante en quince minutos y acabas de arruinar mi camisa, hojalata estúpida! —Bramó furioso el cliente, comenzando a invadir el espacio personal de Simon.

—Le pediré que se calme, por fav—...

—¡¿Calmarme?!

La escena comenzaba a escalar de intensidad e igualmente empezaba a atraer la atención de las demás personas en el local, lo menos que Simon deseaba ahora mismo era formar un escándalo.

—¿Si sabes que puedo hacer que te despidan? ¡Exigo hablar con el gerente!

—En realidad la dueña del local no se encuentra ahora mismo, yo estoy a cargo.

—Pues déjame decirte que estás haciendo un trabajo pésimo, y pienso quejarme con las autoridades sobre esto.

Llegados a este punto, Simon no tenía ni la menor idea de cómo actuar, su programación no tenía ninguna serie de pasos que seguir en las circunstancias actuales.

¡¡¡¡¡No podrás creer lo que ocurrió a continuación!!!!! (Perdón tenía que hacerlo)

Markus se levantó de su asiento, actuando más por impulso que por alguna otra cosa y caminó algo apresurado hasta donde el par se hallaba. Carl observó sus movimientos con curiosidad, sin decir nada.

—Señor —interrumpió él, llamando su atención al colocar una mano en el hombro del tipo, dedicándole una mirada severa que le hizo estremecer—, usted está perturbando la paz pública, me temo que seremos nosotros los que tendremos que notificar a las autoridades de su comportamiento. Tiene dos opciones, pedir disculpas, cerrar la boca y volver a su mesa; o bien, irse. Usted decide.

Y con el rostro rojo de rabia, el hombre tomó sus cosas, murmurando diversos improperios a cualquier cosa y salió del lugar, azotando la puerta.

Simon volteó a ver a Markus, curioso por lo que recién había pasado.

—Gracias —dijo el rubio, con una pequeña sonrisa, casi imperceptible—, realmente ya no sabía qué hacer.

Markus devolvió el gesto, aclarando que no era para tanto y que se alegraba de haber podido ser de ayuda.

Luego de eso, cada uno se fue por su lado.

Simon se dirigió a los clientes del pedido, disculpándose por todos los inconvenientes y compensándoles con un postre extra, cortesía de la casa.

Markus volvió a su mesa, notando a lo lejos que el LED de Simon parpadeaba siempre en amarillo y algunas ocasiones en rojo, nunca en el pacífico azul.

Entonces tomó su lápiz y lo afirmó sobre el papel con seguridad, ahora sabía qué dibujar.



Ese tan solo había uno de los primeros encuentros de muchos otros que ocurrirían a continuación.




[N/A]: Oh por Dios, duds tengo la genuina necesidad de deber disculparme porque Jesús, que asco de capitulo escribí wakala

Me dan ganas de saltar directamente a la parte buena pero no tendría ni una pizca de sentido ajsjs

Ah y perdón por no actualizar como desde hace mucho, pero andaba de viaje y el wifi estaba bien cochino

Dicho eso, hasta el próximo capitulo

Why isn't it me?  [Simarkus]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora