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TW/Advertencia: Descripciones un poco gráficas de violencia y sangre.

btw sorry por los cambios de tiempos, es que asi escribo ahora xd

este cap se lo dedico a tods lo que en pleno 2022 todavia pensamos en este jueguito



Todas las escenas de crimen cuentan una historia única.

Y si bien todas las historias no se repiten, la mayoría sí que rima.

Aún si nadie más es en realidad consciente de ello o se pone a pensar de lo sucedido como más que un accidente aislado de muchos en la historia de los androides, la escena desarrollada en el penthouse sería la historia promotora de un gran movimiento revolucionario que a su vez contaría muchas otras historias subsecuentes. Una de las confluencias más grandes que Detroit presenciaría jamás en toda su existencia de siglos.

Esta escena de crimen y quien la elaboró con tanto descuido, fueron, técnicamente, uno de los principales engranajes en lo que luego sería conocida como la famosa revolución androide.

La vida es complicada de esa manera.

Y por eso fascinante.


Cuando bajan del elevador y acceden a la sala, tanto teniente como androide toman rumbos distintos en un acuerdo mudo de explorar cada quien por su parte, aún si Hank se halla algo renuente a que Connor fuese por ahí curioseando, le deja hacer lo que quiera para poder tener al menos unos momentos de tranquilidad. No es como si los androides pudiesen estropear algo, con lo supuestamente perfectos que son.

Connor se contenta indagando por su cuenta alrededor de toda la estancia del lujoso penthouse mientras que Hank revisa los archivos del caso en una de las tabletas ultra delgadas del DPD que le había sido encomendada con los últimos datos de la forense criminalística realizada ahí mismo, y a su vez entabla una conversación con el capitán Allen de la SWAT.

El hombre en si es una buena persona dentro de lo que cabe, pese a que para cuestiones laborales es extremadamente serio, llegando a parecer incluso arrogante o en el peor de los casos indiferente hacia sus subordinados; pero lo que menos necesita Michigan y más certeramente Detroit, es a la cabeza de la SWAT no tomándose en serio su trabajo. Detroit no está para esas. Por lo menos no es Ohio.

En el lugar se registran tres cadáveres distintos, pertenecientes a John y Caroline Phillips y al primer oficial de policía que intervino en el lugar: Antony Deckart. Connor camina hasta la sala de estar, entre un sofá de cuero (que a decir verdad luce apetecible para una buena sentada con sangre y todo) y una pared con una pantalla plana agujereada por balas. En el suelo, entre estos, estirado de una forma esporádica sobre una mesita de cristal rota y en una posición que resulta dolorosa incluso a la vista, se encuentra la primera víctima: John.

Los androides, Connor ha aprendido, no tienden a ser tan previsibles como se asume, mucho menos uno que se torna divergente; y a pesar de esta imprevisibilidad, él puede casi asegurar que la ira, el rencor y el odio, no son propios de la naturaleza androide, ni siquiera de uno que afirma sentir. Es como con los humanos, ninguno es inherentemente malo ni tampoco inherentemente bueno.

Por eso cuando analiza al hombre y cuenta la cantidad de disparos que recibió, no puede evitar preguntarse lo que él pudo haber hecho para haberse ganado tal odio, para haber cosechado tal furia. Seguramente existe más de un lado en esta historia. Él necesita conocer todos los lados.

Usualmente es la SWAT, siendo el departamento militar especializado de la policía, la que maneja los casos donde se involucra una hazaña peligrosa, como por ejemplo un secuetro o un acto terrorista o cualquier crimen donde se pone en peligro inmediato una o varias vidas humanas y se requiera más artillería de la usual; pero para sorpresa de Connor, el Fbi también se encuentra aquí, cosa que no es tan común como las películas y las series lo hacen querer ver en la mayoría de los casos (y que encima genera mucha más tensión), porque como Hank había dicho hacía menos de cinco minutos antes de llegar:

Why isn't it me?  [Simarkus]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora