Sus ojos azules miraban el cielo cubierto de nubes plomizas, observaban expectantes el fondo de aquel hermoso y triste valle, los altos arboles se encontraban secos y quemados, cubriendo las altas paredes de piedra, casi podía sentir que se encontraba en uno de esos libros antiguos, que tanto había amado leer. Las pequeñas gotas empezaban a caer suavemente cubriendo poco a poco todo a su alrededor, llenando sus pulmones del aroma característico de la lluvia. El olor de la arena mojada empezaba a llenar todos sus sentidos, recordando con nostalgia y pena aquellos momentos en los que pasó con su persona especial.
Deseaba golpear con fuerza la ventana, pero sabía que era inútil, ya había intentado romperla muchas veces había intentado escapar de aquel lugar, ganándose varios golpes e insultos de los guardias y por ello, ahora se encontraba encerrado. Casi podía compararse con Rapunzel, ambos con sus cabellos rubios y encerrado en lo más alto del castillo, solo que en este caso su príncipe no llegaría a salvarlo.
Llevó ligeramente sus manos a su vientre plano, lleno de amargura por no saber de su pequeño bebé, se odiaba tanto por haber confiado en una mujer que decía ser su amiga, se odiaba, la odiaba, había deseado tanto contactarlo, pero sus miedos no lo habían dejado hacerlo y aquello le llevó a cometer el más grande error.
Fuertes pasos se escucharon afuera de su celda, no entendía los murmullos que habían empezado a sonar, pero tampoco deseaba entenderlo, la puerta se abrió lentamente dejando que el sonido de la madera rechinara y llenara el silencio de la habitación.
Los cabellos rojos reflejados en la ventana, aquella mirada llena de amargura y maldad le miraban con lujuria y deseaba vomitar, sacar todo el daño de su cuerpo, o tan solo morir; los pasos fueron acercándose y tuvo que armarse de valor para no correr lejos de aquel hombre, quien en esos momentos había colocado sus sucias manos sobre sus hombros.
-Estás delgado. -Su voz sonaba ronca, pero su cuerpo tembló al sentir como acariciaba ligeramente su rostro por su cuello. -Te deseo tanto.
Tuvo que tragarse las ganas de gritar, de vomitar, de golpear el rostro de aquel hombre. Había aprendido que era peor, que los golpes llegaban con más fuerza, pero casi prefería eso antes que sentir como su cuerpo y su alma eran abusado, su cuerpo se relajó ligeramente al oír como alguien se atrevía a golpear la puerta.
-Señor, lamento mucho interrumpir. -El hombre se separó abruptamente de su cuerpo, soltando un rugido. Sabía que nadie se atrevería a desafiarlo por algo tan banal, intentó no prestar atención, y casi se sorprendió al verlo salir estrepitosamente.
-¿Dónde estás, Fugaku? -Su voz salió adolorida y susurrante, y las lágrimas empezaron a caer junto con la lluvia, recordando los momentos felices que pasó a lado de aquel varón. Caminó lentamente hasta el centro de la habitación, para observar las altas paredes de piedra, no había nada más que un viejo catre y una chimenea, cuando los guardias eran amables le traían un poco de leña, lo cual era casi nunca; el cuarto de baño era tan pequeño, contaba solamente con el inodoro y una ducha, pero no le importaba, se sentó sobre el viejo colchón dejando que las pequeñas lágrimas se resbalaran por sus mejillas.
Dejó que su cuerpo fuera cayendo y colocó su cuerpo en posición fetal, mantenía sus ojos fuertemente cerrados, no deseaba que las lágrimas volviesen a salir, tan solo deseaba desaparecer, llegar a volver a ver los ojos negros del varón y los ojitos brillantes de su pequeño bebé.
Una fría corriente atravesó su columna vertebral cuando la puerta volvió a abrirse, sabía quien era, nadie más se atrevía a ingresar a aquella habitación, sus manos grandes tomaron con fuerza sus hombros y cuando abrió sus ojos los mechones rojos del hombre caían ligeramente cubriendo su rostro, muchas veces había intentado apartarlo, golpearlo, pero la intromisión era peor.
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Nobody say it was easy
FanfictionLas luces de colores destellando en el gran y oscuro cielo, mientras que el frío vendaval soplaba fuerte, removiendo los pétalos ya secos de los altos árboles, una noche en la que llegaría el invierno y con él, la llegada de un año nuevo. Donde todo...