No te rindas

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El olor a antisépticos se mezclaba con el hedor de la sangre quemada, los gritos de los pacientes y el ruido de las sirenas de la ambulancia, los colores azul y rojo de los oficiales de policía se entremezclaban con el blanco de las relucientes paredes del hospital, las enfermeras corrían de un lado a otro llevando instrumentos quirúrgicos y bolsas de sangre.

Todo aquello, el caos, se sentía como un sueño, una pesadilla, un sentimiento extraño y doloroso se había alojado en la boca de su estómago, la sangre seca en sus manos y su ropa, el hollín marcando partes de su rostro, tuvo que impedir que varias manos tocaran el cuerpo inerte de su hijo, él mismo se vio cayendo al ver como el menor dejaba de respirar, su voz se escuchó como un grito ahogado cuando los médicos pudieron arrebatarle a su hijo de sus brazos, mientras que lentamente su cuerpo fue cayendo al duro y frio suelo, viendo como las puertas de Emergencia se cerraban con su hijo adentro.

Para ello ya habían pasado casi cuatro cinco horas, donde ninguna enfermera sabía darle alguna explicación de lo que estaba sucediendo con su hijo. Fugaku ya estaba harto de que le dijeran que esperara al médico y ahora solo caminaba de un lado a otro, dando vueltas por el largo pasillo, tronando sus dedos, intentando que el suficiente aire llegara a sus lastimados pulmones, intentaba no derrumbarse, no ahora que se encontraba fuera de la sala de cirugía, con la luz roja aún prendida, ocultando el cuerpo de su menor hijo.

Él podía considerarse un hombre que casi nunca perdía la calma, pero se había vuelto loco al no poder visualizarlo dentro de toda la habitación, sintió como su cuerpo casi se descompensaba al encontrarlo en uno de los rincones, el fuego consumiendo todo a su paso, acercándose rápidamente a su hijo, su pecho se comprimió al notar que su cuerpo se encontraba inerte debajo de una de las pesadas columna de cemento, corrió tan rápido como pudo, esquivando los escombros y el fuego, intentando no aspirar en demasía el humo negro, con sus manos temblorosas recorrió el cuerpo del menor, la sangre cubriendo gran parte de su torso, deteniéndose lentamente y con miedo al no sentir su respiración.

Había tardado en sacarlo de ahí, pero cuando pasó por el cuerpo de la madre de sus hijos, pudo verla aún con vida, recordaba sus ojos negros, llenos de miedo, pidiéndole ayuda, no tan lejos de la mujer se encontraban los tres pelirrojos, pero no se tomó el tiempo de verlos, solo salió del lugar, dejando que los bomberos se encargaran del resto.

Su corazón se había roto en pedazos al ver como los médicos se llevaban las camillas de Minato y Sasuke, hacia el interior de los quirófanos. Había hecho caso omiso cuando una enfermera le pidió que ingresara a un cubículo para que un médico revisara sus heridas, pero se había negado rotundamente a moverse de aquel pasillo, intentaba decirse que eran tan solo superficiales e intentaba hacerle caso omiso al dolor de sus pulmones cuando tenía que respirar, pero necesitaba estar cerca de su hijo.

Su cuerpo temblaba, lleno de miedo, lleno de ira, sus pies se detuvieron abruptamente cuando sintió la mano de su padre sobre su hombro, Madara se había quedado con él, esperando la respuesta del médico y por él mismo; no le había sentido ponerse de pie, pero necesitaba calmarse, Obito se encontraba custodiando la habitación de Naruto e Itachi se encontraba con él, descansando cerca del menor de los rubios.

-¿Te han dicho algo sobre Minato? -Apretó sus puños, odiando la forma en que lo había encontrado, su hermoso cuerpo ahora se encontraba lleno de cicatrices y quemaduras. Y tal vez, solo si tenía suerte pudiera volver a acercarse al rubio doncel. Tenía que pensar en otra cosa, pero todo lo que se le venía a la mente era tan malo o peor.

-Los médicos tienen muchas cosas que decirnos, pero por ahora él está estable. -Solo esperaba que no se encontrara roto. -Acaba de salir del quirófano. Ve a verlo. -Los ojos de Fugaku se abrieron a la par y Madara supo que había miedo dentro de él. -Ve, yo me quedaré aquí.

Nobody say it was easyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora