Epílogo

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Intentó no moverse demasiado, pero sentía su brazo entumecido, frunció ligeramente al sentir los suaves rayos del sol sobre su rostro, sabía que debió haber cerrado las cortinas apenas anocheció, pero a su hermoso esposo le gustaba ver las estrellas brillar en las noches mientras lo mantenía aferrado a su cuerpo, y él no podía negarle nada, mucho menos cuando las pequeñas manos se colaban debajo de su camisa de dormir.

Apresó suavemente sus brazos alrededor de la fina cintura de su amante y enterró su rostro en la curva de su cuello, y el dulce aroma del perfume de sus cabellos penetró hasta su cerebro, lo sintió acercarse a su cuerpo y restregar su nariz respingada sobre su duro pecho, pudo sentirlo gemir bajito cuando sus dientes se cerraron ligeramente en esa piel acanelada, mientras que sus manos bajaron suavemente por su fina cintura hasta palmar su apretado trasero.

-Aún es temprano.

-Nunca es demasiado temprano.

Naruto golpeó ligeramente su hombro, ocultando su rostro entre sus rubios cabellos, pero él podía verlo con las mejillas sonrosadas. Alejó sus manos de la piel caliente de su esposo cuando escuchó unos ligeros pasitos acercarse a su habitación, la madera crujiendo casi imperceptible bajo los piececitos de su hermoso bebé.

Su pequeña manito empujó la puerta, dejando ver unos hermosos y brillantes ojos azules casi turquesas, y sus cabellos rubios, nunca se cansaría de ver cada mañana aquella enorme sonrisita de su hermoso bebé.

Se separó suavemente de su esposo, no sin antes darle un pequeño beso en sus rubios cabellos, para abrir sus brazos, dejando que su bebé corriera hasta la cama para ayudarle a subirse y que escondiera su carita, aun somnolienta, en su pecho.

-¡Ohayo otosan!

-Buen día para ti también, mi bebé hermoso.

Sabía que Naruto estaría sonriendo, pero no podía evitar ser un bobo cuando su hijo era tan hermoso, y con sus pequeñas manitas aferrándose fuertemente a su camisa de dormir.

Kiyoshi había nacido en otoño, unos días antes de que empezara el invierno, en la primera tormenta de nieve, pero era un hermoso niño, vivaz y cálido, era el primer niño doncel nacido en aquella nueva casa, abriendo un nuevo capitulo en su familia, en su vida.

Aún tenía un año y medio, pero el pequeño Kiyoshi había aprendido a caminar tan rápido que Madara estuvo triste por no poder cargar más a su pequeño nieto, pero Kiyoshi amaba estar en los brazos de todos los varones Uchiha, reía cuando lo alzaban en lo alto y lloraba cuando no tenía la atención de los morenos, claro que a ninguno de ellos les importaba pasar todo su tiempo con el hermoso bebé.

-¿Y para mí no hay beso?

-¡Papa!

Kiyoshi saltó a los brazos de Naruto, riendo al sentir los labios de su papi sobre su carita, aún era raro mirarlos a los dos juntos, eran tan similares, aquella sonrisa, su mirada, sus besos, sus caricias; a veces el miedo de poder perderlos a alguno de los dos le hacía estremecer, Kiyoshi era su pequeño tesoro, algo sagrado que guardaría para toda la vida.

Acarició los rubios cabellos de su hijo, sintiendo como aquel cálido calorcito traspasaba todas sus barreras, abrió los ojos al sentir como Naruto y su hijo se acostaban sobre él.

Sabía que Naruto había tomado aquella manía cuando él empezó a ocultar sus pensamientos.

No había sido fácil dejar las drogas, no cuando su pierna dolía hasta los cimientos de su persona, pero había visto la mirada llena de preocupación en los ojos azules de Naruto y por él había hecho todo lo posible para dejarlas, para volver al tratamiento. Ayudó más, el nacimiento de su bebé.

Nobody say it was easyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora