CAPÍTULO CUATRO

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Acomodo el último cojín en el sofá y, cuando me doy la vuelta, me encuentro cara a cara con Leo: el pequeño y fastidioso gato del edificio que los equipos de control animal, no se llevaron ya que la gerente del lugar se los prohibió diciendo que el minino le pertenecía.

Pueden llamarme loca, o lo que se le den la gana, pero estoy casi un cien por ciento segura de que ese gato tiene algo en mi contra.

«Estás creyendo que un gato te quiere hacer la vida imposible... Maldición, Bomi, ni se te ocurra soltar algo así frente a Mark o la policía... otra vez».

Cruzo mis brazos sobre mi pecho en un intento por controlar las ganas de patear al animal. Porque no importa lo enojada que me pueda encontrar y lo poco que me gusten los felinos, jamás golpearía uno. Golpear animales o lastimarlos va en contra de mis principios y, bueno, a pesar de que al animal de mi hermano si lo he golpeado un par de veces, no es lo mismo.

— ¿Cuál es tu puto problema conmigo? — le pregunto dejándome caer sobre el sillón, agotada de haber tenido que ordenar todo el desastre que esos gatos dejaron en mi hogar.

Agradezco que Mark me haya ayudado con la mayoría antes de tener que volver a casa, ya que de otra manera, aún me encontraría arreglando todo el caos que esos peludos seres crearon.

Con el felino nos quedamos observándonos mutuamente en silencio, y cada segundo que pasa me siento más estúpida que antes. Lo veo ladear la cabeza para después recostarse sobre el piso con notoria tranquilidad, ignorando por completo mi interrogante y mi presencia. Ese gato de brillante pelaje azabache, consigue hacerme sentir no solo como una idiota en menos de cinco segundos, sino que también como una total loca al hacer que me dé cuenta que, de verdad, me encontraba esperando a que ese animal me diera algún tipo de respuesta a mi cuestionante.

— ¡Joder! Debo estar perdiendo la cabeza — murmuro, pasando las palmas de mis manos por mi rostro y dejando escapar un sonoro bostezo.

Fijo mi vista en el único reloj de la sala para darme cuenta que son cerca de la una de la mañana, por lo que ya debería ir a la cama.

— A pesar de tu jugarreta de hoy... No te quedarás aquí — le hago saber a Leo, acercándome a él con la clara intención de tomarlo para sacarlo del departamento. Dejo escapar un chillido y mi trasero golpea el piso al perder el equilibrio cuando deja escapar un bufido corto e intenta rasguñar mi mano. Mi expresión de cansancio es reemplazada por una de completa conmoción e indignación por su actuar tan agresivo. — Te estás pasando, saco de pulgas. — Lo señalo, amenazante.

Bufa otra vez. En mi segundo intento por tomarlo, repite su anterior accionar lo que me hace volver retroceder con temor de terminar siendo lastimada por él.

— Okey, cómo quieras. — Alzo las manos en señal de rendición, levantándome del suelo. Se me queda mirando, luciendo desconfiado de mi actitud. — Puedes dormir el sofá, ya no quiero pelear con nadie más. Me largo a dormir.

Dicho esto, me dirijo a mi habitación pero no para dormir como le he dicho. Si no que más bien para tomar una sábana de mi closet. Espero alrededor de un minuto antes de salir de regreso a la sala, siendo lo más cautelosa que mis pies me permiten.

Porque no quiero que Leo se quede en mi departamento.

Yo soy la que está pagando la renta del lugar por lo que, las reglas, las pongo yo y no ese gato.

Y me rehúso completamente a perder contra un gato malcriado.

Lo pillo durmiendo de espaldas a mí y a pesar de que se percata de que me acerco, no alcanza a reaccionar lo suficientemente rápido como para evitar que lo envuelva con la sábana de color celeste con flores que he tomado. Se sacude con brusquedad en el interior, intentando escapar, lo cual me hace sentir un poco mal ya que no quería llegar a este punto pero no me ha dejado otra opción. Lo tomó con cuidado y de camino a la puerta principal, se retuerce y queja entre mis brazos como si no existiera un mañana.

STRANGE BOY » IM JAEBUM ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora