3. Algo mas que una amistad.

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Especial: San Valentín.

—¡Apúrate Sam! ¡No tengo todo el día!— exclamé, irritada.

—¡Espérame April! ¡No seas tan ansiosa, enana!— me respondió él.

Estaba apurada, Sam seguía en el baño y yo esperando como loca en la puerta a que se digne a venir. Mi amigo de toda la vida tardaba mas en arreglarse que una mujer, ¡increíble!
  Cómo ya lo dije, somos amigos desde que tengo memoria, y ahora, a mis 20 años, me vine a vivir con él; porque a pesar de ser un ser muy pesado, terco, y asqueroso, es mi amigo y lo amo.

Ahora mismo estamos por salir al centro a pasear, terminamos los estudios y nos tomamos un pequeño descanso. Bueno, si Sam piensa en salir del baño iremos al centro, si no es mas probable que me convierta en un maniquí acá afuera.

—¿Todavía estás en la puerta?— dijo desde el baño. Sí, sigue ahí dentro.

—Si tardas dos minutos más ya no.— respondí cansada. —¿Qué tanto puede tardar un hombre en un baño? Ni que tengas que maquillarte y todo eso— rodé los ojos.

—Lo necesario, linda— dijo. Sé que no puedo verlo, pero de seguro sonrió de forma burlona; lo conozco como la palma de mi mano.

—Apúrate o tendrás que ir solo al centro— añadí, y lo escuché reirse.

—No irás sin mí, te conozco.

Es cierto, me conoce tal vez más que yo misma, y es por eso que lo adoro. Les cuento un secreto, Sam me gusta hace mas o menos cinco años, pero no me animé nunca a decírselo; además de que como somos tan amigos nunca lo voy a perder. Pero al final me decidí; hoy, catorce de febrero, San Valentín, llevaré a Sam a una cita sorpresa. No será una típica cita romántica, pero sé que le encantará, porque tiene algunas de sus cosas favoritas.

Escuché cerrarse la puerta de baño. ¡Al fin salió! Pensé que se iba a quedar a vivir ahí dentro. Sam se asomó a la escalera y bajó como todo un famoso, no sé que tiene en la cabeza.

—¿Cómo me veo?

—¿En serio?— me reí, —¿qué tienes en la cabeza?— lo dije entre risas, no podía aguantarme.

—Cerebro, neuronas y más cosas; gracias por preguntar— sonrió y le pegué un puñetazo en el hombro, — ahora, ¿cómo me veo?— volvió a repetir la pregunta.

—Pues... ¿bien? Supongo— le sonrío. Me estaba aguantando para decirle que se veía hermoso. Llevaba un jean azul con una camisa a cuadros sobre una remera negra, y zapatillas blancas; su cabello castaño estaba peinado en un jopo para el costado y llevaba colonia. Per-fec-to.

—¿Bien? Estoy divino.— hizo un gesto de elegancia.

—Si si, como digas. Ahora, ¿podemos irnos de una vez?

—¡Obvio! ¡Centro comercial, allá vamos!— levantó su puño como lo hace Buzz Lightyear de Toy Story (soy muy fan de Disney, ahora lo saben).

Salimos de la casa dispuestos a ir al centro comercial, pero desviamos para ir a una feria que estaba por ahí cerca, con la exscusa de que yo quería ver las atracciones. Cuándo llegamos, Sam estaba muy confundido, él estaba seguro que todas esas atracciones yo ya las conocía, pero igual lo convencí para que nos quedáramos.

En una hora, más o menos, recorrimos muchos juegos y obtuvimos varios premios. Sam ganó un peluche gigante de un oso en un juego que consistía en embocar un aro de plástico en botellas, si acertabas tres de cinco intentos ganabas. Y yo gané una brasalete con dijes de corazones de distintas formas en un juego de adivinar el valor de los productos. Estábamos muy felices por el rato que estábamos pasando, pero llegó el momento que he estado esperando.

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