Tú y yo

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solos tu y yo. mi cuerpo el tuyo lamo tus pechos mordisco tus pezón este excitas me excitas con tu gemir abro tu mas valioso regalo que hay en medio de tus piernas chupo tu elixir lo introduzco eyaculo una y otra ves y tu gemir se hace interminable.....

aunque no lo expresen
la fruta madura prohíbe el contacto
se alegran las viñas,
se acercan las palmas,
las flores enhiestas se acercan carnosas
las llamas se encienden y el sexo recibe
el siguiente encuentro más allá del centro.

Voy por la mordida suave, 
a rasgar las venas de tu cuello, 
suspira mientras desnudo 
en mi lengua, 
el pedazo de piel 
que escogí 
para comenzar 
esta nueva aventura 
sin rumbos fijos. 
Tócame, profana mi pecho, 
pega tu vientre a mi vientre, 
hunde tus senos en mi boca, 
levanta una pierna 
hasta la altura de mis caderas 
mientras me deleito 
persiguiendo tu muslo. 
Lo recorro, 
de principio a fin, 
mi mano es sabia, 
llega, se alarga, 
siente los espasmos 
cuando alcanza 
el borde de la locura 
y el musgo se abre, 
decidido, incontrolable, 
palpitando como un corazón vivo. 
Mis dedos, ansiosos, 
buscan su centro, 
la entrada triunfal al paraíso, 
quieren moldearlo, 
así, en el tacto, 
resbalan por sus paredes de fuego 
sin quemarse. 
Gimes, pero te abres, 
más, más, pides y desorbitas 
un movimiento rupestre, 
te desconozco, 
eres un temblor, 
un estruendo, 
algo que se derrumba 
sin forma, sin fuerzas, 
que sucumbe, 
mientras una avalancha 
de nieve tibia 
desciende por tus piernas. 

las palmas alcanzan el clímax del alma,
las flores, las frutas, los jugos derraman;
los ojos se encuentran aunque no se vean,
las estrellas brillan más que los diamante;
las pieles se ciernen con solo tocarse,
impregna el recinto el olor a sexo;
los poros se ensanchan, la lluvia aparece,
las piernas se mojan, las manos, las bocas;
está mi regazo pegado a tu vientre,
los pétalos suaves refrescan el silencio;
tu sientes el viento de mi boca húmeda,
y bebes de luna la plata en los rayos;
las lenguas se encuentran tan solo un momento,
los vientres se agitan, contorsión de nubes;
porque en el siguientes los labios se mueven 
y se muere el encuentro quedando contentos
buscando otro invento.

Y se estremecen los hilos de tu alma
con el roce de la yema de mi piel
donde se acogen los gemidos de tu llama
y saborean lentamente la pegajosa miel.
Todo el inmenso que cabe en tu fondo
los manjares frescos te han deleitado
el tronco perfecto abriendo el contorno
y tu cuerpo me exclama: ¡Me he enamorado!

Abriendo el Corazón a Una DoncellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora