De cuando me sonreíste

81 7 0
                                    

           

Un capítulo más, aunque este es bastante corto. Como en sí no estaba escribiendo una historia completa cuando comencé esto, algunas escenas terminaron siendo bastante cortas, como esta. Pero la cosa es que, en su momento, mi idea era nada más eso, hacer escenas, sacarlas de mi cabeza de esa manera, porque si me ponía a intentar escribir una historia completa no lo iba a lograr. Por ahí es cuando mis problemas con Señora Literatura comenzaron. No por esto, si no porque ya sabía que, o escribia estas escenas cortas, o no escribía nada. La buena noticia es que ya he escrito varias más y, con un poco de suerte, esto va a tener un poco más de cohesión y se va a parecer más a una historia tradicional. Al menos eso es lo que espero. Deseenme suerte. Y si tienen algo qué decir, go ahead.

Gracias por leer y por aquí nos vemos.

Alfa Lázcares

De cuando me sonreíste

Alfa decidió bajar al bosque que rodeaba al Santuario. Ahí se encontró con Gabriella.
—¿Cómo te va? —le preguntó la aprendiz de Virgo a su amiga.
—Me va. Hoy le demostré a Saga... que soy una novata con todas las letras. Supongo que se estará dando de topes en la frente por haberme aceptado.
—¿Es buen maestro?
—No me ha enseñado nada más que sus bien torneados músculos —Gabriella rió.
—Me dijo que va a preparar un plan de entrenamiento para mí. Y eso ya me está dando miedo.
—No creo que sea tan malo.
—Y lo dice la primera que me comentó que Saga daba un poco de miedo. Medio Santuario le teme.
—Pues ya veremos si tú nos puedes desmentir.
—Es TAN serio. Ojalá no lo fuera tanto.
—¿Serio? ¡Te sonrió!
—¿Cuándo?
—Cuando se encontraban en el Coliseo.
—¿Antes o después de que me enviara a volar siete metros? ¿O quizá cuando me estampé contra ese árbol?
—Ya. No seas chistosa, de verdad te sonrió. Creo que le caes bien.
—Tiene una manera extravagante de demostrar su aprecio, pero en fin. ¿Qué hay con Shaka?
—Me envió a meditar. Creo que le hice muchas preguntas el día de hoy. Y también creo que él cree que TÚ eres una mala influencia para mí.
—¿Por las toneladas de preguntas? ¡Qué bueno que no me tocó de maestro! Alde me las ha aguantado todas, pero dudo que Shaka sea tan paciente.
—Bueno, sí cree que eres mala influencia por los millones de preguntas, pero creo que tiene más que ver con la vez en que fuiste a hacer la "cooperacha" por el Santuario.
—Qué poco aguante tiene. Pero bueno amiga, te dejo con tu "meditación". Yo me voy a la ciudad. Hace rato que no paso por mi depa y quiero ver cómo van las cosas por allá.
—¿Dejaste un novio oculto en tu departamento?
—No, chistosa. ¡Ya quisiera yo!
—No me des más detalles. Ve con la bendición de Atenea, amiga mía.
Alfa sonrió, le sacó la lengua y siguió con su camino. Es verdad, la joven tenía un departamento en Atenas, cerca de Plaka. Cuando entró al Santuario no se había deshecho del lugar y algunas veces iba ahí a refugiarse. No tardó mucho tiempo en llegar, caminando a paso rápido. Ya era tarde y aún no había comido nada, así que antes de entrar a su edificio, fue por algo de comida. Se pasó ahí el resto de la tarde, limpiando un poco el lugar. La verdad es que tenía una linda vista del Partenón, por eso había decidido quedarse con el departamento a pesar de que era bastante caro. Estaba aburrida. Y la perspectiva de regresar al Santuario a no tener nada qué hacer tampoco le atraía mucho. Probablemente Saga seguiría hablando con Alde y ella se aburriría aún más. Tampoco le gustaba la idea de encerrarse en su habitación del templo cuando tenía más cosas en su propio hogar. Okay, ahora estaba inquieta. Caminó de un lado a otro, al final se decidió a pasear por Plaka.
De nuevo en las calles de la ciudad se entretuvo un buen rato mirando a los turistas y de vez en cuando deteniéndose a ver el enorme montón de chucherías que los locales tenían a la venta. Un rato después entró a un bar, pidió una cerveza, luego una copa de vino. Un chico fue a hacerle compañía. Platicaron, Alfa sonreía: era un chico guapo pero no demasiado encantador. Le dio un número de teléfono falso cuando se despidieron. Él se "ofreció" a acompañarla a casa. Ella le dijo que no era necesario. Gracias a sus recién aprendidas habilidades se escabulló sin que el chico se diera cuenta. Caminó a paso lento hasta el Santuario. Las rondas nocturnas habían comenzado hace rato así que se encontró a muchos soldados, una que otra amazona, y a lo lejos vio a Milo.
No se detuvo hasta llegar a Géminis. Encendió su cosmo para hacer notar su presencia. Al entrar a la sala, vio a Saga, de brazos cruzados, mirando al vacío.
—Err... ¿Buenas noches? —preguntó al verlo.
—Madrugadas, dirás. Te dije que tenías la TARDE libre, no toda la noche.
—No es tan tarde. ¿O sí?
—Las dos de la mañana, para ser exactos.
—Oh.
—Hueles a tabaco y alcohol.
—Estuve un rato en un bar.
Saga enarcó una ceja ante la respuesta.
—Eso es evidente.
—Perdón, ¿me estás regañando?
—No.
—Pues qué bien te sale la actuación entonces.
Saga enarcó aún más su ceja.
—¿Qué? ¿Hice algo mal? No sabía que no podía pasar el rato en la ciudad.
—De que puedes, puedes.
—¿Entonces cuál es el problema?
—Ninguno. A las 5 empezamos el entrenamiento. Buenas noches.
Con eso Saga se retiró a su habitación. Alfa no dijo nada y también se fue a la suya. El problema fue que no tenía sueño, así que se la pasó dando vueltas en la cama, leyendo, escuchando música y dando más vueltas. Cuando Saga llamó a su puerta a las cinco, ella salió ya lista. No hablaron durante el desayuno.
Y la nueva tortura de la chica comenzó. Corrieron, pelearon, hicieron pesas, más peleas, más carreras. El entrenamiento era diferente con Saga. Para empezar, Saga hacía un buen esfuerzo en eso de llevarla al límite de su resistencia. Alfa sentía que en cualquier momento terminaría tirada en el piso, completamente exhausta. Pero no más el orgullo la mantenía en pie. Al menos Saga pensaba que había dormido tres horas. La chica no planeaba sacarlo de su error. Por fin Saga dio por concluido el día a las 5 de la tarde. Nuevos rasguños y moretones adornaban el cuerpo de la chica. Ella no lo sabía, pero más de un aprendiz, amazona y uno que otro Santo Dorado la compadecieron. Hasta Kanon puso cara de sorpresa cuando los vio entrar al Templo, pero se reservó los comentarios. Al menos hasta el momento en que la chica desapareció dentro de su habitación.
—¿Planeas gastar toda su energía en una semana? —le preguntó a su hermano mientras éste sacaba una botella de agua del refrigerador.
—¿Yo? ¿Por qué lo dices?
—¿Por qué será, hermanito?
Saga sonrió.
—¿Sabes qué me impresiona? Alde tenía razón: no va a demostrar nada, por más que la ponga al límite. Es una buena alumna. No se queja de nada. Al menos no en serio.
—Así que hoy fue otra de tus pruebas.
Saga asintió con la cabeza mientras daba un trago. Kanon sonrió también.
—Como quieras, pero recuerda que no te van a pagar más por matar aprendices.
Saga rió. Luego de eso cada uno se fue a su habitación, y se reunieron para cenar un buen rato después. Hubo mucho silencio durante esa cena. Kanon tenía ronda nocturna, así que se fue apenas terminó su plato, lo que dejó a Saga y su alumna poniendo orden a la cocina. Más silencio. Al final Alfa abrió la boca para anunciar que se retiraba a su habitación, pero Saga la detuvo un momento.
—Hiciste un buen trabajo el día de hoy, Alfa. Y no te preocupes, no pienso torturarte TANTO mañana —y sonrió.
Alfa lo miró un segundo para luego exhalar algo parecido a una risa.
—Me alegro que pienses eso. Y gracias por eso de bajar el nivel de tortura de mañana —se dio la vuelta para irse, pero de detuvo luego de un par de pasos. —Por cierto, tienes una muy linda sonrisa, deberías ponerla más a menudo —ahora sí se alejó a paso rápido a su habitación.
Saga sonrió desconcertado. ¿Había sido eso un piropo? Mejor no se lo contaba a su hermano.

Breakout Donde viven las historias. Descúbrelo ahora