Sobre un Géminis VS una Tauro

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¡Actualización doble!

Resulta que estos dos capítulos los escribí hace MILENIOS, okay, no, nada más hace como 8 años. Creo que fue de los primeros que escribí de esta historia y hasta hice un fan art al respecto que pueden encontrar perdido en los scraps de mi deviant, por si alguna vez les da curiosidad. El caso es que no es un capítulo largo, por lo tanto decidí subirlo junto con el siguiente porque van muy relacionados.

Por aquí ya empiezo a hacer sufrir a Saga, ya de mínimo le estoy dando un buen dolor de cabeza.

Espero que les guste.

Alfa Lázcares


Sobre un Géminis VS una Tauro


Otro día de entrenamiento. Y por alguna razón Saga tenía más energía que de costumbre, o quizá Alfa estaba más cansada de lo usual. Se encontraban entrenando en el Coliseo. Como siempre, se habían apropiado de algún rincón y poco les importaban los espectadores.
Es que Saga llamaba la atención a donde quiera que fuese. Y ningún aprendiz o Santo de Bronce o Plata perdía la oportunidad de verlo entrenar. Ahora estaban más interesados porque nunca antes lo habían visto de maestro.
Así que ahí estaban, maestro y alumna concentrados en su pelea. Se notaba que las riendas las llevaba Saga. En múltiples ocasiones Alfa salió despedida por los aires, sólo para levantarse y volver a enfrentarlo. Y, como siempre, Alfa volvía a caer en las mismas mañas: evadir.
—¡No me esquives!
Y el ataque volvía a comenzar con mayor furia. Por algunos momentos la chica detenía, pero no fallaba, siempre terminaba por esquivar alguno. Alfa terminó en el piso, con un tobillo torcido gracias a un mal paso. Y todo por hacer lo que no debía.
—¡Mierda! —murmuró Alfa mientras se sujetaba el tobillo.
—Te lo dije. ¿Ya cuántas veces te lo he pedido? ¿Cómo tengo que decírtelo, Alfa? Todos los días es lo mismo: ¡no me evadas!
—¿Que crees que es tan fácil?
—¡Por supuesto que no lo es! ¡La idea es que lo aprendas!
—Lo estoy intentando.
—¡No lo parece! Te lo repito todos los días, sin excepción. Parece que le hablo a la pared.
—¡Ya entendí el concepto!
—¡Pues ponlo en práctica!
—¡Ya te dije que no es tan sencillo!
—¡Pues esfuérzate más!
Saga había subido el tono de voz y todo el Coliseo los observaba. Alfa se levantó, ignorando por completo el dolor de su tobillo.
—Óyeme, no me grites, no estoy sorda. Eso no te lo admito, ni a ti ni a nadie, ¿entendido? Y se acaba el entrenamiento de hoy —dijo Alfa con voz fría, luego comenzó a alejarse, cojeando.
Saga se quedó mudo y enarcó una ceja. El shock le duró unos cuantos segundos, pero reaccionó al fin. Dio tres largas zancadas para alcanzar a la chica y la tomó del brazo.
—Mira, alumna, el maestro soy yo. Soy tu superior y el que da las órdenes.
Alfa lo miró a los ojos. Saga estaba serio y tragándose su enojo. Pero el Santo había cometido un grave error: pronunciar la palabra "orden".
—Oblígame —le dijo y se soltó de Saga. —Anda, oblígame.
Saga apretó los puños y los dientes.
—A la mierda —dijo y se dio la media vuelta.
Alfa enarcó una ceja para luego continuar su camino. Saga volteó a las gradas y notó la gran cantidad de personas que lo habían estado observando.
—¿Y ustedes qué miran? ¡Se acabó el show! ¡Lárguense a entrenar, bola de holgazanes!
Y en menos de un parpadeo, todos se levantaron y se dispersaron. Al menos eso ayudó un poco al herido orgullo del Santo. Alfa sonrió con ironía, dado que lo había escuchado, pero siguió su camino. Kanon, que también estaba en el Coliseo, se acercó a su hermano.
—¿Ya logró sacarte de tus casillas? —preguntó con una amplia sonrisa.
—Cállate Kanon.
Pero el aludido soltó una risita, lo que le ganó una oscura mirada por parte de su gemelo.
—Ya, ya, ve a desquitarte con el rebaño de aprendices que me tocó vigilar hoy —dijo Kanon, le dio unas palmaditas en el hombro a su hermano y se fue en busca de Alfa.
Saga vio cómo intercambiaban algunas palabras, luego Kanon comenzó a ayudarla a caminar.
No hablaron en el camino a la salida del Coliseo. Una vez fuera, Kanon abrió un portal que los llevaría al templo de Géminis. Alfa llegó dando saltos al sillón, Kanon fue con la chica, se arrodilló frente a ella y le ayudó a quitarse el tenis, (Alfa se negaba a usar la típica ropa de entrenamiento) y ambos miraron el tobillo.
—Poco más y te lo dislocas —comentó Kanon.
—Sí, lo noté.
Kanon procedió entonces a aplicar un poco de cosmo.
—¿Mejor? —preguntó cuando lo soltó.
—Sí, gracias.
—Es una lesión común. Cuando yo tenía diez años no había semana en que no me pasara.
—Auch.
—Sí. Así que yo también me tuve que habituar a los regaños de Saga... y aprendí a hacer buenos vendajes. Hablando de eso, ve a darte un baño y luego te vendo el pie.
La chica asintió, ambos se separaron. Cuarenta minutos después volvieron a encontrarse en la sala. Kanon procedió a vendarle el tobillo. Luego ambos se fueron a la cocina a preparar la cena. O mejor dicho, Alfa cocinaba, Kanon cortaba, buscaba y le pasaba cosas: la cocina no era lo suyo.
Cuando Saga llegó al templo, las risas de los otros dos lo recibieron. Eso, claro está, no ayudó al humor que se cargaba. Fue directo a tomar un baño. No se reunió con ellos hasta que Kanon fue a avisarle que la comida estaba lista. Al llegar al comedor, se encontró con que Alfa estaba terminando de servir. La chica lo ignoró por completo. El ambiente durante la cena fue tenso. Kanon miraba a uno, luego al otro. Rodó los ojos, exhaló un suspiro y dejó su tenedor sobre el plato.
—Saga, quería pedirte algo —le dijo a su hermano.
Saga levantó la mirada.
—¿Qué sucede?
—Quiero que me cedas el entrenamiento de Alfa por un par de semanas.
Saga enarcó una ceja, en un gesto casi idéntico al que hizo Alfa al escuchar la petición. El Gemelo Mayor volteó luego a ver a su alumna.
—¿No quieres que te siga entrenando?
—Yo no he dicho nada —contestó ella.
—No fue idea de Alfa, si no cosa mía —intervino Kanon.
—¿Por qué quieres entrenarla? —preguntó Saga.
—Hey, no estoy criticando tus habilidades como maestro, pero sí he notado que llevan al menos una semana estancados en lo mismo. Creo que Alfa puede aprovechar el cambio de maestro. Y tú, te puedes olvidar de la rutina por una semana.
—Acepto —dijo Alfa.
Saga volteó a verla. La chica tenía una cínica sonrisa en los labios, muy parecida a las de Kanon. Saga exhaló un suspiro.
—Bien, toda tuya. Buena suerte.
Saga se levantó y se fue. Kanon miró a la chica.
—Ya se le pasará —comentó.
—El que está haciendo bilis es él, no yo.

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