De los preparativos para la fiesta

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Ya llegó, ya está aquí. Los preparativos para una pachanga porque, la neta es que me gusta escribir sobre pachangas, así que...

No es algo que vaya a cambiar el rumbo de las cosas, pero desde hacía tiempo tenía ganas de escribir algo así, así que espero que les guste.

Alfa Lázcares


De los preparativos para la fiesta


La familia Kokkotos había mantenido su palabra y, efectivamente, le mandaron una invitación a la boda de Elías. Le dijeron que podía traer a alguno de los amigos que le habían conocido, o bien, a ambos sin ningún problema. Kanon, por supuesto, no tardó ni un pestañeo en apuntarse. Saga no estaba del todo convencido, y empezó a poner excusas, que el entrenamiento, que las rondas, que si el Templo de Géminis se iba a quedar solo. Y no es porque las bodas no fueran lo suyo, en realidad no lo sabía porque en la vida había ido a alguna, Kanon sí, por eso quería ir, y Alfa había ido a varias, pero ninguna en Grecia. Lo de salir del Santuario en realidad no era problema, no eran prisioneros y podían salir cuando quisieran, en especial en tiempos de paz. Lo único que se requería de ellos era que avisaran para reorganizar las rondas y los entrenamientos de los aprendices o alguna otra tarea que tuvieran que hacer dentro del Santuario, pero en este caso la aprendiz era la invitada. Como usualmente los aprendices y Santos vivían todas sus vidas dentro del Santuario, era raro que alguno fuera invitado a algún evento del estilo, el único que había sido invitado alguna vez había sido Milo, porque el Escorpión tenía amigos hasta debajo de las piedras. En esa ocasión había llevado a Shura y a Aioria con él, porque no hubo manera de convencer al Hielito de que fuera. A últimas fechas, algunas de las doncellas que trabajaban en el campamento de las Amazonas también habían tenido una que otra boda, pero las Amazonas eran usualmente las invitadas y no los Santos de algún otro rango.
    Además de la boda, también habría pronto un festival dentro del Santuario, se trataba de una celebración que pretendía honrar a las Amazonas que se encontraban ahí y también a todas las anteriores, al igual que a las Saintias. Era, mejor dicho, una celebración en honor a las mujeres del Santuario. Esto porque a últimos años reconocían que los hombres eran los que tenían el poder dominante allí, esto, a pesar de que era el Santuario de una Diosa. La verdad es que las mujeres habían quedado de lado, aunque eran ellas parte muy importante del mismo. Alfa ya había estado presente en la celebración del año pasado, porque, además, esa había sido la primera que habían tenido, sin embargo, en esas fechas, Alfa, a pesar de no ser nueva, no conocía a casi nadie, así que nada más había estado presente un rato y luego se había retirado al Templo de Tauro. Todo era demasiado nuevo para ella y se había sentido un tanto abrumada. Pero este año era diferente, ya conocía a muchas más personas y estaba dispuesta a ir. De hecho Vivien le había dicho que, este año, iban a hacer las cosas un poco diferentes, habían aprendido de los errores del año pasado. La celebración sólo duraba algunas horas, desde la tarde, casi al anochecer y hasta que las personas decidieran retirarse a dormir, pero en esta ocasión la idea era que todas las mujeres del Santuario, incluida Atenea, se reunieran en el Campamento de las Amazonas para tirar el chisme, bañarse, arreglarse, vestirse y salir todas juntas a la explanada. Las niñas del Santuario también estaban invitadas, al igual que algunas personas de fuera, como un par de jóvenes que trabajaban en el edificio administrativo. Los Santos de Plata y Bronce se harían cargo de los niños varones para así tener todo el campamento de las Amazonas dedicado completamente a mujeres. Unos cuantos días antes del gran festejo, las mujeres fueron a pasear por el campamento de las Amazonas, generalmente en grupos pequeños. Iban porque ahí se encontraba una colección de vestidos y atuendos típicos y no tan típicos que estaban a disposición de quien quisiera usarlos, siempre y cuando se los apañaran a tiempo. Alfa fue con Vivien y Dicro. Todos los atuendos estaban dispuestos en uno de los salones que hacían las veces de guardería y era una Amazona de Plata llamada Helena quien estaba llevando el control de los vestidos que eran seleccionados. Se quedarían todos ahí, pero la idea es que estuvieran apartados. Alfa se puso a curiosear todo lo que le ponían enfrente. Había ropa para todos los gustos, desde vestidos super elegantes hasta vestiditos que pretendían ser griegos pero eran muy cortos, muy escotados y muy transparentes, pero hey, para gustos, los colores.
    —Si quieres impresionar a cierto gemelo, yo creo que con ese vestidito lo logras —le dijo Vivien a su amiga mientras ambas miraban uno de esos modelitos.
    —Too much, amiga, too much, sí está bien que me gustan las mini faldas, pero las que me he llegado a poner no son transparentes. Sin mencionar que seguro me da neumonía con ese escotazo adelante y atrás.
    —Ah, pero no negaste la parte de impresionar a alguien —le dijo la rubia con una gran sonrisa.
    —No tiene nada malo querer verme bien, además, seguro alguien elige este vestido. ¿Qué hay de ti? ¿Vas a hacer que el Hielito prenda el aire acondicionado? —Vivien rió.
    —Estábamos hablando de ti —le dijo con una sonrisa antes de seguir rebuscando entre los vestidos.
    Como que de pronto Alfa notó que Dicro se había desaparecido. Le preguntó a Vivien pero la rubia sólo sonrió y le dijo que no tardaría en enterarse. Alfa enarcó una ceja, enterarse ¿de qué? Pero no hizo más preguntas y siguió revisando vestidos. Por fin dio con uno que probablemente se apañaría, pero quería mostrárselo a sus amigas primero. Levantó la mirada justo para ver que Dicro entraba de nuevo al lugar en el que estaban. Llevaba a una niña de unos 6 o 7 años de la mano. Le sonrió aunque con cara de signo de interrogación. Dicro entendió y se empezó a acercar a ella. Alfa volvió a colgar el vestido y Vivien se acercó también a ella.
    —Alfa, creo que no conocías a este pequeño gran detalle de nombre Christian. Es mi hija. Christian, ella es Alfa, y es aprendiz de Saga de Géminis.
    Ambas se miraron, Alfa intentaba con todas sus fuerzas quitar la cara de pregunta. Le sonrió a la niña y le ofreció la mano, que la pequeña tomó y le sonrió también.
    —Mucho gusto, Christian, ¿vienes a elegir tu vestido para la fiesta?
    —Sí, mi mamá me dijo que ya había visto uno para mí y me lo quiere enseñar.
    Alfa sonrió y Vivien entonces tomó la palabra para saludar a la niña como si la conociera de toda la vida, y probablemente era así. Eso le dio oportunidad a Alfa de analizar un poco a la pequeña, sí, se parecía a su madre, pero también tenía rasgos que se le hacían extravagantemente familiares. Por ejemplo el color de su largo cabello negro azulado, un tanto quebrado y muy abundante. Y esos ojos, esa expresión la había visto en algún lado, aunque no sabía bien en dónde. Dicro la miraba con una sonrisa, sabía que Alfa iba a notarlo, pero mientras no le preguntara, y dudaba que lo hiciera, al menos de momento, no le contaría mucho. La suya era una historia un tanto... complicada. De momento se alejó para irse a buscar el vestido que había encontrado para su niña. Alfa también salió de su pasmo y regresó a buscar el vestido que había elegido. Todas se probaron los suyos y salieron a modelárselos unas a otras. Seguro serían un éxito.
    Estuvieron ahí un largo, largo rato. Alfa pensó que ese tipo de ocaciones eran, probablemente, lo más cercano que muchas de las mujeres del Santuario tenían a irse de shopping, algunas cuantas sí lo habían hecho, pero algunas otras, en especial las mayores, se negaban.
    De hecho muchas cosas habían estado cambiando con respecto a las mujeres del Santuario, por ejemplo las Amazonas ya no eran forzadas a usar máscaras en todo momento y todo lugar a menos de que así lo desearan. Por supuesto, la vieja regla de "o lo amas o lo matas" había quedado derrocada. Las que llevaban más tiempo eran, por lo general, las más reacias a quitarse las máscaras, pero, sorprendentemente, muchas Amazonas nuevas querían seguir usándolas por tradición, aunque no dudaban en dejarlas en casa cuando no estaban en entrenamientos. Las doncellas podían seguir usando los atuendos tradicionales o podían usar cualquier tipo de ropa que les acomodara, según su preferencia. Las Saintias eran quienes más apegadas seguían a las reglas de su clase. Todas ellas seguían usando atuendos tradicionales, aunque ellas nunca requirieron usar máscaras. No se separaban de Saori y vivían con ella en el Templo Principal, y nada más entrenaban entre ellas. Nunca se las veía rondar por el Santuario y rara vez salían de él. Todas eran jóvenes vírgenes en cuerpo y alma, porque, si había una cosa completamente prohibida para ellas, era enamorarse de un hombre (esa regla, si bien ya no lo era, las Saintias como que pretendían mantenerla, al menos por el momento, más adelante ya se vería). Debían estar 100% entregadas a su tarea como Saintias. Por eso era toda una novedad que estuvieran en una celebración como la que se llevaría a cabo, rodeadas de gente, pero a la vez era algo que no podían evitar, porque no podían dejar a Saori.
    En cuanto a las demás mujeres, si bien ya no era por completo mal visto que tuvieran relaciones sentimentales con quién más les gustara, tampoco era del todo bien visto todavía, y eran en realidad pocas las parejitas que se dejaban ver por ahí. Unos de ellos eran Aioria y Marín, a quienes, luego de todo lo que habían vivido, les importó poco demostrar que ahora estaban juntos. Los siguientes en caer fueron Milo y Shaina, aunque ellos no duraron mucho tiempo. No terminaron mal y todavía eran buenos amigos. Luego Shura empezó a salir con una chica de Rodorio. Prácticamente nunca se les vio dentro del Santuario, así que algunos aún dudaban que hubiera sido real. Kanon había tenido varias novias, algunas del Santuario, algunas de fuera. Al igual que varios Santos de Plata, los de Bronce todavía eran muy jóvenes para andar en esas cosas, ellos sí lo tenían prohibido hasta que cumplieran la mayoría de edad, bueno, todos lo tenían prohibido hasta los 18 años, pero, por supuesto, se hacían de la vista gorda con las relaciones de quinceañeras mientras no causaran problemas. Además, los adolescentes suelen pensar ser más astutos de lo que en realidad son, así que cuando alguna relación del estilo se daba, era sabido por todo el mundo y todos contribuían al chisme, ejem, es decir, a mantenerlos vigilados. Con el ingreso de las aprendices de Dorados fue que las mujeres en el Santuario hicieron acto de presencia en el mundo de las citas románticas. Ya todos sabían de Dicro y Deathmask y, al parecer, un par más de ellas iban siguiendo los pasos. Helena, amazona de Plata, también había salido con un Dorado, con Aldebarán, ni más ni menos. Habían terminado antes de que Alfa entrara al Santuario, pero muchos les veían cara de que iban a regresar pronto. En fin, las cosas cambiaban en el Santuario, y con esta nueva vida que se les había dado, Saori quería hacer que fueran todo lo felices que pudieran mientras la paz se los permitiera.
    Regresando a las tres amigas, Alfa les dijo que tenía algunos accesorios que les podía prestar y que quedarían muy bien con los trajes que eligieron. Les dijo que iría a su departamento por ellos y que se los mostraría el día de la fiesta. Salieron del Campamento de las Amazonas y se fueron cada quien a su respectivo templo. Cuando Alfa entró a Géminis, se encontró a los dos gemelos en la sala. Kanon desparramado en un sillón con el control de la tele en una mano y una cerveza en la otra y Saga sentado en otro sillón medio viendo la tele y medio leyendo algo en un iPad.
    —¿Salvando al planeta Tierra, chicos? —les dijo cuando los vio. Ambos gemelos voltearon a verla y luego asintieron con la cabeza casi al mismo tiempo. —Se nota. Oigan, dado que están TAN increíblemente ocupados, ¿alguno de los dos podría hacerme el inmenso favor de llevarme a mi departamento? Pensaba ir caminando, pero como que ya me dio flojera.
    Kanon volteó a ver a Saga.
    —Llévalo a él, por favor, está empezando a aburrirse y ya sabes cómo se pone cuando se aburre —dijo Kanon, y ese comentario le valió un cojín directo a la cara por parte de su hermano.
    —Para tu información, estoy leyendo noticias mundiales.
    —¿Seguro que no estás jugando Candy Crush?
    —¿Candy qué?
    —Olvídalo, demasiada tecnología para ti.
    Saga enarcó una ceja mientras Alfa exhalaba una risita.
    —¿Me llevas, Saga? —le dijo Alfa con cara de cachorro mojado. Saga exhaló un suspiro y dejó el iPad a un lado.
    —Vamos —le dijo y Alfa sonrió.
    Un rápido viaje vía portal los llevó directo a la sala del departamento de Alfa. Ambos entraron en la recámara y Saga se sentó en la cama a observarla.
    —¿Puedo preguntar a qué venimos?
    —Busco unos accesorios que le prometí a Vivien, a Dicro y a su hija, que por cierto, no sabía que tenía, para que usen el día de la celebración. Además vine por unos zapatos que voy a usar ese día.
    —¿No conocías a Chris?
    —Nope.
    —Dicro llegó al Santuario ya con su niña y la niña se pasa la mayor parte del tiempo en el Campamento de las Amazonas entrenando porque ella también es aprendiz.
    —Definitivamente tengo que salir a que me pegue el aire más seguido porque no lo había notado, aunque bueno, cuando me reúno con las chicas usualmente ya es tarde y el tema de conversación suelen ser ustedes. Por cierto, ¿ya decidiste si nos vas a acompañar a la boda?
    Saga se dejó caer de espaldas en la cama, viendo al techo. Alfa volteó a verlo, había estado rebuscando en unos cajones de su closet.
    —Me da curiosidad, pero no sé si la suficiente como para ir.
    —Vamos, al menos un rato. Además, si te aburres y te quieres ir, siempre te podemos inventar un pretexto y en dos segundos estás de regreso en tu templo. No eres como esos simples mortales que se tienen que fletar toda la fiesta y además el largo, largo camino de regreso.
    Saga enarcó una ceja.
    —No lo había visto de ese modo.
    —Si te dijera la cantidad de veces que yo hubiera deseado tener ese poder para poder irme de ciertas fiestas a las que no quería ir, pero no me dejaron de otra... Vamos.
    —No tengo absolutamente nada qué ponerme para una boda.
    —Eso no es problema, no es como que la ropa te quede mal. Es más, deja encontrar lo que busco y vamos a pasear a la ciudad a ver qué te encontramos. Además así hago todo el shopping en un solo día. ¿Y te invito una cerveza cuando terminemos? —le dijo al ver que Saga la estaba mirando con cara de no saber qué pretexto ponerle o cómo hacerse para atrás.
    —Okay, pero prefiero una copa de vino. O dos.
    —Trato hecho. Y aquí están los accesorios que prometí —y le mostró una larga cadena de Plata, de esas que son como collares pero van alrededor de todo el cuerpo. Ese se lo prestaría (o regalaría) a Dicro, porque le parecía que su vestido podría usar un poco de brillo, además, tenía otro de ellos idéntico, pero más pequeño, que le daría a Christian. De ahí le había llegado la idea de hacerles esos regalos.
    También llevaría unos aretes a juego con un brazalete para Vivien. Luego fue a asomarse a otra parte de su closet para sacar unos zapatos de tacón bastante alto, y con largas tiras que iban amarradas alrededor las piernas, al estilo griego. Metió las cosas en una mochila pequeña y luego se le quedó viendo a Saga quien, una vez más, enarcó una ceja.
    —Tengo algo para ti —le dijo y fue a abrir uno de los cajones del tocador.
    Rebuscó entre algunas cajas de joyería hasta que dio con lo que estaba buscando. Lo miró un momento con nostalgia y luego fue a sentarse junto a Saga en la cama y se lo dio. Era un reloj de plata. Saga lo tomó en sus manos y lo admiró un momento con una sonrisa. Era de su agrado. Volteó a verla y ella le sonrió.
    —Póntelo, no me dejes en ascuas.
    Saga le hizo caso y se lo puso. Luego se lo mostró.
    —¿Te gusta?
    —Me encanta. ¿Puedo preguntar por qué tenías un reloj de hombre entre tus cosas?
    —Me enamoré de él a primera vista. Fue de las primeras cosas que compré por el mero gusto luego de empezar a trabajar con los Kokkotos. Sé que es un reloj de hombre y nunca lo he usado, pero me encantó desde el momento en que lo vi. Me queda increíblemente grande y no quise modificarlo, además de que si traigo reloj en la muñeca lo volteo a ver cada dos minutos, así que lo dejó como adorno a donde quiera que voy. Decidí dejarlo aquí en lugar de en el Santuario porque me llevé muy pocas cosas, pero creo que te queda bien, y lo puedes usar el día de la boda.
    —Muchas gracias. En serio me gusta mucho. Toma. Guárdalo hasta el día de la boda y ahí lo uso por primera vez.
    —Y así es como logramos que aceptes ir con nosotros —le dijo Alfa con una sonrisa mientras guardaba el reloj junto con las otras joyas. Y ya en eso fue de regreso a su tocador y sacó otra pulsera de plata, también de hombre, de otra caja de joyería. Ese se lo iba a dar a Kanon, tenía un pequeño pendiente con el símbolo de Géminis que casi se confundía con el mismo diseño del resto de la pulsera. También lo había visto hacía tiempo y lo había comprado sin ninguna razón. Ahora estaba complacida de haberlo hecho.
    Poco tiempo después ambos recorrían las calles de la ciudad. No tardaron en llegar a una tienda de ropa. La boda no iba a ser especialmente elegante, comenzaría en la tarde, así que no buscaban algo muy formal, nada más adecuado para la ocasión. Saga no tenía ni idea de qué buscar, así que fue Alfa la que recorrió la tienda poniéndole ropa en las manos para que fuera a probársela. Luego de que al fin Saga se decidiera por un atuendo, fueron a la sección de mujeres en la que Alfa se probó también un par de vestidos. En realidad se probó nada más dos y salió con uno de ellos. Saga, por cierto, fue quien pagó, no más porque ese día estaba generoso.
    A pesar de que no habían tardado tanto tiempo eligiendo ropa, cuando salieron de la tienda ya era de noche. De todas maneras Alfa le había prometido a su acompañante una copa de vino y pensaba cumplir, así que fueron a buscar un lugar en el cual sentarse, tomar una cerveza y un vino, platicar un buen rato y, finalmente, regresaron al Santuario cerca de las 11 de la noche.

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