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El mismo día para el que propuse la cita con el veterinario me puse a buscar los papeles, si no los tenía en la veterinaria no me serviría de nada.

Ahora estoy bajando cajas con polvo de un armario para ver si están ahí. Se me cae una y millones de partículas polvo vuelan por el aire gracias al impacto contra el suelo. Él está cerca y se sobresalta. Las partículas se dispersan y llegan hasta mi nariz haciendome estornudar. No le doy importancia y sigo en la búsqueda, pero cuando escucho sus estornudos bajo de la pila de sillas que había armado para alcanzar la parte más alta. Me sostengo de los pliegues y escalones pero mi pie resbala, queda atrapado y caigo hacia atrás dándome de lleno con el piso.

Dios santo, como me duele el trasero.

Podría haberme quedado arriba haciendo oídos sordos, pero no podía aprovechar su vulnerabilidad para potenciar mi lado haragán. Mi amor por él va más allá de cualquier comodidad.

Aun lamentando mi suerte en el piso él se acerca y comienza a lamer mi cara. Cualquier disgusto desaparece y es reemplazado por la alegría que me producen sus mimos. Gracias a mi nuevo humor me levanto y abro de par en par la ventana liberando el aire saturado.

No me sorprende el meneo de su cola cuando lo observo con una sonrisa. Si él siempre está tan dispuesto a dar todo ¿Por qué no también yo?

BESOS DE HOCICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora