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—Entonces... la tía Magalí dijo que te puedo poner moños con silicona caliente—Lo miro y me mira. Wow, que oración más profunda —. Vamos a sacar tu lado más femenino. Y si no te gusta, los saco—Le digo. Se pasa las patas por la cara y sacude la cola. No creo que me haya prestado la más mínima atención. Y bueno, que le voy a hacer, si igual lo quiero—. Tengo que agarrar el pelo con los dedos, pongo el pegamento y después el moño encima.

Le van a quedar lindos.

Decidida busco todo. La pistola de silicona caliente, dos cintas de tela roja y algún recuerdo de cómo se hacía el nudo del moño.

Después de dos horas intentando armar un moño me sale, feo, pero me sale. No se cómo lo hice, así que me toma el mismo tiempo para el otro.

Mejor los hubiera cocido.

Enchufo la pistola y espero a que se derrita la barra de silicona. Para cuando sale una gota ya me hice vieja, tuve nietos y estoy velando a mi difunto marido. Eso si, cuando cae lo estoy buscando por todo el departamento para ponerle los moños.
Me agacho bajo la cama para sacarlo al muy cómodo que está ventilando la barriga y el cabello me cae en la cara, lo hubiera atado antes, ya es tarde para eso, ahora se me está armando un mar de plástico caliente arriba de un pedazo de cartón en la sala.

Nos acomodamos en el piso y le coloco el primer moño sobre un pelo largo de la oreja. Preparo el otro entre los dedos con los que sostengo la pistola y acomodo los de la otra mano en la siguiente oreja, además me acerco bastante para ver que el plástico no caiga en otro lugar y lo queme. Apreto el gatillo para que libere la silicona y el cabello cae nuevamente sobre mi cara. La silicona se desvía y cae en mis dedos, me quejo y con la mano sana aparto mi cabello. Observo mis dedos y no tienen demasiado pegamento, creí que habría más. Suelto la pistola sobre el cartón y la desenchufo. Suficiente decoración por hoy.

Él se levanta y va a tomar agua mientras yo ordeno lo que usé. Ya guardado todo nos tiramos en la cama, yo a la cabecera y él a mis pies. Lo observo satisfecha apreciando mi tosco trabajo.

Santa Magalí ¿Cómo hace?

Se sienta, se rasca la oreja con la pata trasera y el moño sale volando.

—No lo puedo creer.

Corro a recoger el moño del piso y el cabello me cae en la cara. Lo acomodo con la mano y en el trayecto de soltarlo siento algo. Algo que estoy segura no es cabello.

Ay no...

Lo miro asustada y él me mira indiferente. No le da importancia y se recuesta relajado.

No puede ser.

Me levanto más rápido que correcaminos y tengo miedo de asomarme al espejo. Doy una ojeada y me quiero morir.

¡No, no y no!

A la altura de la ceja tengo pegado un moño horrible hecho por mi y no se despega.

Esto me pasa por querer experimentar con él.

No pienso hacerme flequillo con el calor que seguro viene en el verano. Ya me cayó la gota gorda a los siete.

—¡No! ¡Maldito pegamento heredado del diablo! ¡Mi pelo!—Grito alterada.

Él cree que mi furia va contra él y su cola se esconde. Lo miro aún enojada pero me calmo inmediatamente. Él no tiene la culpa de nada. No vale la pena quejarme si él se pone mal.

Lo acaricio haciéndole saber que todo está bien y saca la lengua lamiendo mi mano.

Me mira con sus alegres ojos llenos de amor y juro que me derrite el corazón. O me lo roba, no se.

Sobre que le gusta sacarme las pantuflas y masticarlas.

BESOS DE HOCICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora