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Después de muchos besos en el hocico y caricias en las orejas peludas vamos camino a la vaterinaria con papeles en mano y un anotador.
Ya sobre la mesa de exámenes se pega a mi pecho sabiendo su destino. Miramos atentos al doctor esperando sus instrucciones.

-Bueno, tiene una vacuna atrasada y por lo que me cuentas tenemos que ponerle unas más. Por eso solo le pondremos una hoy. Para que descanse y su organismo se adapte ante cualquier problema.

Ahí va otro poco de dinero. Que va, vale la pena.

Él me mira reconociendo la aguja cargada que se acerca e intenta saltar de la mesa, mas lo tomo con firmeza para que no se mueva. Me mira suplicante pero nada puedo hacer.

Lo siento bebé, te lo compensaré. Hoy cenas filete.

Llora ligeramente por el pinchazo. El doctor le da un bocadito y vuelve a menear la cola. Voy a tener que cuidarlo mucho porque es más fácil que la tabla del 1.

Aun así me duele al igual que a él. No me gusta verlo incómodo y odiaría verlo sufrir. Me alegra los días con una simple mirada, una petición de mimos con rasguños o el abanico de felicidad que tiene lugar en la punta de su columna.

BESOS DE HOCICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora