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—Veamos... Pasaporte para Animales Domésticos, vacuna Antirrabica, vacuna contra Leptospirosis...—Leo punto tras otro en voz alta de la larga lista. Vacunas, vacunas y más vacunas; certificados largos; papeles específicos y bla bla bla mientras deslizo rápido la lista sin leer todo hasta llegar al final—Y de no cumplir con las normas más estrictas... ¡¿Posiblidad de quedar en cuarentena o de sacrificio?! —Grito.

Él me mira alerta por mi sobresalto y levanta las orejas. Suspiro y dejo la mano sobre su cabeza para tranquilizarlo.

—A ver, ¿Qué más?

Sigo leyendo y el sitio web indica pautas para viajar en avión. Algunas empresas piden que tenga menos de 6 kilos.

—Creo que no tienes que hacer dieta.

Luego un pasaje particular para él. Y los productos de higiene correspondientes además de su jaula.

Todo esto me saldrá una buena cantidad de dinero. Sumado al abono de las citas con el veterinario y un par de detalles más.

—Si no te portas bien te dejo con mi tía en Neuquén.

Apoya su hocico en mi muslo y me mira de reojo.

Así no puedo amenazar a nadie. Me derrite.

Ya sabía que sacar un perro del país no iba a ser algo fácil, pero no creí que habría tantas cosas por hacer.

El día que lo encontré iba saliendo del edificio para comprar antes de que se inundara la ciudad y se cortase la luz. Me siguió al supermercado de ida y vuelta. Los truenos lo empezaron a enloquecer y lo perseguí hasta atraparlo para que no lo atropellasen. No podía dejarlo todo mojado con la cantidad de pelo que tenía. Lo llevé a mi departamento a escondidas y ahí se quedó hasta el día de hoy.

En fin, muchos papeles y poco tiempo. Mejor me pongo en campaña de organizar todo.

BESOS DE HOCICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora