A la mañana siguiente me levanté con escalofríos por haber dormido en toalla. La verdad aún no sabía cómo había hecho eso.
Serví las croquetas de Polaris y le ofrecí un poco de agua. Después simplemente cepillé mi cabello para atarlo en una trenza, vestirme con un pantalón deportivo y una sudadera para volver a recostarme en la cama, sin hacer nada.
Cualquiera pensaría que hacer eso era totalmente aburrido, pero la verdad es que yo no sentía ganas de hacer otra cosa más que estar acostada todo el día.
También sabía que esto era lo último que debía hacer, y justamente lo que había prometido no hacer. Tenía que salir, distraer la mente, reír. Pero no podía. Era como si mi alma tuviera mucho peso, un peso que mis huesos no podían levantar.Aún así, con toda la fuerza que pude, agarrando mi tristeza de los cabellos, me levanté de la cama. No suena como la octava maravilla, pero en ese momento, para mí, lo era.
Para empezar, puse un poco de música, con el volumen alto. No sin antes haber encendido mi celular, pues éste estaba apagado desde ayer en la mañana.
Dios, prácticamente había dormido todo el día.Obviamente, no pude resistirme a poner música triste, pero de todas formas, ya era un avance. Me recosté una vez más en la cama, sintiendo los párpados pesados como si no hubiese dormido en días, pero sabiendo que lo había hecho, y mucho.
Y así fue como me quedé en la cama mirando hacia el techo durante toda la mañana. Con Polaris durmiendo a mi lado, levantándose a comer y volviendo a dormir.
Quería quedarme quieta en un rincón de la habitación hasta que el polvo cubriera mi existencia.
Ojalá las cosas fueran tan fáciles.Las horas seguían pasando, mi estómago rugía pero el hambre no aparecía. Una sensación rara. Como la que llevaba clavada en el alma, tener ganas de seguir viviendo, pero a la vez estar cansada de hacerlo.
Recordé la vez en la que mi madre me llevó al psicólogo cuando era una niña. Lo hizo porque yo no comía, me la pasaba durmiendo, no parecía tener ganas de hacer nada. Cuando llegamos al consultorio, podía recordar las tonalidades oscuras y aburridas del lugar.
Al entrar a un cuarto medianamente amplio, nos encontramos con un señor de unos cincuenta y tantos, sentado, con una agenda en mano.
Recuerdo que pidió un tiempo a solas conmigo, fue ahí cuando me preguntó qué ocurría. Qué hacía que me sienta tan... Vacía.
Yo, en respuesta, le dije que no tenía idea, y era cierto, pues la verdad es que no muchas cosas malas pasaban en mi vida. No tenía razones notables para estar tan desanimada con la vida y en especial a esa edad. Fue por eso que habían decidio llevarme al psicólogo."—Entonces, Mercedes" —lo recordé decir, estresándome—. "¿Por qué te sientes así?"
Y nuevamente, le dije que no sabía. También le dije que desearía no hacerlo, pero era inútil. No lo lograba.
Después de unas cuantas semanas repitiendo las mismas preguntas pero sistemáticamente distintas, el psicólogo concluyó en que tenía depresión crónica recurrente (también conocida como distimia). Mi madre, al no creerlo posible y no tener razones, obviamente protestó ante eso. Y conmigo ahí, él señor le dijo, y lo recuerdo muy bien: "es extraño ver estos casos, pero su hija simplemente tiene tendencia a la depresión."
También mencionó cosas como que tenía una personalidad hipersensible y que la melancolía y nostalgia eran rasgos definidos en mí, a pesar de mi corta edad. Lo cual era causa de mi depresión.
Lamentablemente, mi mamá lo dejó ahí, pues cuando averiguó más del caso vio que no era algo "grave" en sí. Cuando en realidad estoy segura de que debería haber recibido terapia.Desde que era pequeña volvía e iba, como un visitante no deseado. Llega cuando menos quieres, y a veces se queda muy poco, otras cuantas lo hace por mucho tiempo. Pero en todas y en cada una de sus visitas, lo único que espero es que se vaya. Y lo intento, siempre lo intenté, pero siempre fue más difícil de lo que pude sostener.
Cualquier detalle, incluso el más mínimo, podía desatarlo. Y si era así con cosas pequeñas... Tan sólo imaginemos cómo es con asuntos realmente relevantes.
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Enamórate De Mí [Completa]
RomansaENAMÓRATE DE MÍ, primera parte de la trilogía "Amarte". Mercy pierde totalmente la conciencia al saber que Daniel, el mejor amigo de su hermano y su amor platónico, se quedará en su casa por unos cuantos meses. Sabiendo así que, tendría alguna posib...