Prologo: El comienzo

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Era la hora de la cena. Lugh estaba sentado al lado de su hermana mayor, Kiara. El padre de ellos, imponente sentado  a la cabecera de la mesa, los observaba con determinación. Tanto era el caso, que ambos hermanos se comenzaban a sentir incomodos.

Ellos sabían que se acercaba el momento de su retiro como druida principal de aquel templo. La duda quedaba flotando en el aire ¿Seria Kiara o Lugh el sucesor de este hombre?

—Kiara… Lugh, venid conmigo necesito hablaros de algo. — anunció el jefe del clan al finalizar la cena.

Ambos hermanos se sobresaltaron, mirándose de soslayo, sintiendo que sus corazones se desbocaban en sus pecban. Querran, el gemelo opuesto de Lugh, le lanzó una mirada cómplice, algo que el albino tradujo en un “No te asustes, idiota, no creo que intente matarte”. Moira, la menor de todos, simplemente sonrió observando a sus hermanos atreves de sus risos rojos.

En el despecho de Briam, el jefe de aquel clan,  los dos hermanos escucharon de pie con atención todo lo que su padre tenia para decirles:

—Ya sabéis que se acerca el momento de mi retiro —comenzó a la vez que se sentaba en un taburete de fino roble.— y también debéis saber que se acercan grandes cambios en la familia. Lugh, ya tienes dieciséis años, ya eres un druida bastante hábil en las artes mágicas de Ariadnae y Danna…

— Oh, felicidades hermanito, estoy segura que serás un gran líder del clan.— lo interrumpió Kiara, ansiosa y crédula, felicitando a su hermano.

—Pero… no te adelantes hija mía- continuó con solemnidad; Briam — el motivo por el cual los he llamado a los dos, es para decirles, no solo quien será el líder del clan, sino cual destino deberá tomar el que no lo es… Kiara, eres una gran Dryade y, aunque no fue fácil mi decisión, ya que tú sabes que la tradición normalmente no deja que sea una mujer la jefa del clan. Tú lo serás… ya que tu hermano tiene que recorrer otro camino.

Dicho esto, Lugh le deseó suerte a su hermana mayor y esta salió del despacho dejándolos solos.

—Bien… antes que digas algo, déjame leerte las runas — Fue su única petición, sacando una bolsa de cuero de armiño y extendiéndosela a su hijo — Ya sabes que hacer.

Lugh resopló con fastidio. Odiaba que su padre le leyera la suerte en las runas, mas, solo introdujo su mano en el saco y dejó que su energía guiara las piedras hacia afuera, como si estas fueran saliendo al azar.

El anciano druida las vio salir e inspeccionó una, por una con un semblante serio, sin asomo de alguna expresión que pudiera indicarle a su hijo lo que sucedería después.

—Tu lugar no es este…— comenzó a predecir el hombre.— Tú partirás en poco tiempo para encontrar tu destino, para dar con tu Estrella. Ella es la que te conducirá, sin que tú ni ella lo sepan, hacia ese lugar. No será fácil, encontraras enemigos poderosos, puede que te metas en un terreno en el que no quieras estar. Pero está escrito aquí, que eso será importante que lo pases. Grandes cambios se producirán, no solo en tu vida, sino en Eireann. Grandes cambios y tú, hijo mío, serás parte de ellos.

Terminada la predicción el viejo druida levantó la cabeza con gravedad  viendo a su hijo. Este solo lo observaba en silencio, sus ojos rojos escrutaban los ojos azules de su padre, en su rostro una expresión de seriedad. Pensativo, sonrió vagamente y asintió, le agradeció por lo dicho y se fue a su habitación.

Allí, juntó un par de pertenencias, las imprescindibles para un viaje largo. Tomó su laúd y lo dejó junto a su morral de cuero. Se tiró en la cama, dispuesto a esperar a la mañana para emprender su viaje, sin despedirse de nadie, odiaba los dramas que solían hacer su madre y su pequeña hermana, Moira.

El  gallo cantó al amanecer y él ya estaba ensillando a Ariadna, su yegua albina. Un taconeo a su espalda le avisó que Querran estaba en el lugar.

— Lo oí todo anoche…Suerte, en poco estaré en la misma situación.— fue lo único que le dijo.

Lugh se dio la vuelta y lo observó con esa sonrisa cómplice que era común en ambos, le estrecho la mano y asintió con la cabeza. Luego se subió en la montura y comenzó a cabalgar con vigor, perdiéndose en el horizonte.

Su viaje, en busca de su destino, había comenzado.

...

El Druida, Hijo De AriadnaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora