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Los gemidos gruesos del mayor y las súplicas del rubio se juntaban en un mismo sonido. Las pieles chocando agresivamente y la sangre goteando lentamente entre sus piernas.

—¡Basta!—gritó moviéndose de un lado a otro. HoSeok lo tomó de las caderas y lanzó un puñetazo al rostro de su víctima, ya hinchado por la cantidad de golpes que había recibido. TaeHyung gritó y lloró, pidió por su libertad pero a su secuestrador parecía encantarle aquello.

Su pene invadiendo agresivamente el cuerpo del contrario, él lo disfrutaba tanto.

—Te ves tan lindo debajo de mí.—ronroneó y dejó caer una fuerte palmada en su trasero. Sus ojos deseosos del placer morboso pasearon por el cuerpo golpeado y ensangrentado de TaeHyung, disfrutando la vista.

Parecieron horas hasta que se aburrió de abusarlo. TaeHyung yacía en el suelo frío, inmóvil. No sentía el cuerpo pero su mente estaba a mil.

Deseando morir en ese instante.

Pensó en NamJoon, en sus padres y en JiMin, una vez más sé encontró rezando. Sin perder la esperanza ni un día.

Escuchó los pasos acercándose y cerró los ojos, preparándose para lo que sea que viniera a continuación. Los brazos de HoSeok lo acomodaron en la silla y observó la esponja junto a un balde de agua a su lado.

Vio como colocaba un poco de detergente en la esponja y lo sumergía en el balde, para después levantarlo y dirigirlo a su pecho. TaeHyung chilló de la espuma que entraba en sus heridas, causándole un ardor espantoso. HoSeok lo abofeteó para callarlo y el rubio mordió su lengua tan fuerte que el sabor metálico llenó su boca.

Continuó limpiando cuidadosamente su cuerpo, como si le interesara su bienestar.

Una vez que finalizó, lo recostó en el colchón y colocó una manta gruesa sobre él.

—Nevará esta noche, así que me quedaré aquí por si tienes frío.—dice antes de salir del sótano. TaeHyung cierra los ojos y suspira, intentando imaginarse que está en casa, con sus cómodas sábanas durmiendo en el pecho de su amado mientras este acariciaba su cabello.

Sintió unos brazos acariciar su cintura, el pecho de HoSeok se acercó a su espalda y lo abrazó. La respiración en su cuello le causaba escalofríos y sus ojos intentaban apartarlo de la realidad observando la nieve caer a través de la pequeña ventana cubierta de los finos alambres del mosquitero.

No sabía cuantos días llevaba ahí, perdió la cuenta. No sabía que estaba ocurriendo fuera puesto que HoSeok le negaba cualquier contacto con el exterior.

Tenía miedo, mucho miedo y quería irse a casa de una vez por todas.

Espérame con tus deliciosos panecillos de fresa mamá, pronto volveré, lo prometo.

Serás mío.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora