PRÓLOGO

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El cielo y el infierno siempre han estado divididos desde que existe la vida, en el principio de los tiempos. Parte del cielo era habitado por una congregación de ángeles que se hacían llamar Katharós, tan puros como el agua limpia de la naturaleza y tan brillantes como los diamantes relucientes, y parte del infierno era habitado por los demonios del sol rojo, ellos eran probablemente una de las especies con más maldad en todo el universo, sus prendas son siempre oscuras y llevan un amuleto con la forma de un sol rojo.

En el infierno, en los lugares más recónditos de éste, habitaban los demonios del sol rojo y había uno en particular bastante diferente a los demás: Azrel. Era un joven dotado más de inteligencia, que de capacidad para pelear, por lo que sus intereses giraban en torno a la investigación. Últimamente se interesó inmensamente por la luna, quería estudiar sus fases y saber si se veía igual para las demás especies. Entonces planeó inmiscuirse por unos túneles privados para llegar al cielo – único lugar que conocía desde donde se podía ver la luna-. Sin ser notado, afortunadamente, pudo llegar sin problema alguno, y al llegar al asombroso paraje, quedó sorprendido con la belleza del mismo que estaba lleno de trillones de ángeles cantando y todos se veían aparentemente felices. Exploró maravillándose cada vez más, el infierno difería mucho con todo esto.

Después de su mediana exploración sin ser visto, llegó a dónde tanto quería: la luna. Sus pupilas se dilataron, pero no solo por la gran luna llena que se apreciaba hermosa desde el cielo, también por algo que opacaba la belleza del astro y se cepillaba sus largos cabellos rubio-oscuros con sus blancas alas extendidas complementando lo bella que era, una ángel. El demonio no dudó en acercarse a la katharó, pero antes desprendió de su espalda enormes alas negras que le dolían y sangraban al desprenderse de su piel, esto solo ocurría en demonios, ya que era su condena. Después, él voló hacia ella y cuando la tenía cerca quedó aún más deslumbrado ante tan perfecto ser.

— Un ser del mal no debería acercarse a algo puro. — Dijo ella con una suave voz. Sus ojos, similares a un par de diamantes, lo miraban con ternura.

Él sonrió de lado y dirigió su oscura mirada hacia ella. — No puedo controlarlo, mi cuerpo solo se atrajo a ti.- Y así comenzó una larga conversación entre lo oscuro y lo puro. Desde entonces, el demonio iba todas las noches a encontrarse con el ser de luz bajo la gran luna.

No pasó mucho tiempo para que entablaran una amistad, ella le mostró el cielo y el ángel oscuro quedó impresionado por lo diferente que era el hogar celestial de los rincones del inframundo. Ella le mostró qué se sentía volar bajo el azul de la noche iluminados por las infinitas estrellas y él le mostró que hasta lo más malo puede sentir algo. Atravesaron volando un campo de florecillas violetas, donde bailaron guiados por la suave melodía del cantar de algunos pájaros. Ella amaba las flores violetas y él, como le brillaban los ojos cuando ella las veía. Y así, dejándose llevar por sus sentimientos, volaron hacía la luna donde el ser oscuro le declaró su amor al ser puro. El demonio se había enamorado de alguien que sabía que era imposible hacerlo, de un ángel.

Bajo la luna sintieron sus corazones latir más que nunca lo habían hecho y unieron sus manos como dos piezas que fueron hechas para encajar entre ellas, sin embargo, los enamorados no contaban con que serían vistos por uno de los ángeles que volaba cerca de ellos, quien inmediatamente le informó lo que vio al líder de los ángeles katharó's, padre de los ángeles de luz. El padre no tardó en llegar al lugar donde la oscuridad estaba a punto de arrebatarle la pureza de su hija, a través de un injurioso primer beso. El ángel enfurecido, atacó al demonio por aquella blasfemia, lo apartó de su retoño y clavó en su pecho una daga hecha de oro, que desgarró el corazón de Azrel, mismo que aún latía solo por la causa de Haniela - la katharó de la que se había enamorado -. Haniela corrió al encuentro de Azrel, quién ni siquiera pudo defenderse ante el abrupto ataque del ángel, e intentó detener el intenso sangrado azul del pecho de su amado. Ella lloró, sus lágrimas parecían ríos interminables resbalando por sus pálidas mejillas. Las efímeras esperanzas de Haniela por quedarse al lado del demonio por todas las eternidades, se desvanecían, así como los latidos del órgano latiente del oscuro ser, quién apenas pudo articular: "He terminado mi mejor investigación a tu lado: la efusión y amor que puede sentir un corazón por otro, puede llegar a ser más fuerte que la gravedad y más infinito que el universo, todo eso por más diferentes que sean ambas partes. Este raro sentimiento lo descubrí contigo"

La brillante daga no fue suficiente para acabar con la vida de Azrel, no obstante, el padre de Haniela decidió separar a los amantes enviando a su hija a la tierra para que naciera como humana y olvidara su vida como ángel y al demonio lo condenó a una vida sola y triste. Dictó que ambas almas vivan separadas por el resto que les quede de vida, y nunca serán merecedores de volver a verse. La condena deberá cumplirse al pie de la letra y los dos corazones enamorados palpitarán siempre tratando de encontrarse, más nunca tendrán la fortuna de coincidir entre tantos extraños. A pesar de su destino aparentemente inevitable, Azrel pasará buscando el alma de Haniela entre los mortales, todos los milenios que sean necesarios.


Podrán olvidarse de todo, más nunca olvidarán el sentimiento que creció en un rincón de ellos, para siempre.

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