Capítulo 10: Momentos incómodos

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No lo sabía entonces. No sabía lo importante que Emily sería a partir de ahora en nuestras vidas. La llegada de Emily ha cambiado drasticamente todo, literalmente todo. Es como un uracán, piensa destruir todo a su paso y eso no es lo más reconfortante del mundo. Nunca pensé que una persona como ella podría hacerme sentir cosas como las que siento en este preciso momento. Odio.

¿Que es el odio? El odio, según yo, es un sentimiento que no puedes controlar por más esfuerzos que hagas o haga esa persona. Un sentimiento que se encarga de destruir todo lo inocente y bonito que tienes sólo por un encuentro en nuestros ojos. Sé que Emily comparte mis sentimientos, ninguna soporta a la otra ¿Y quién lo haría? Con una actitud tan podrida e infeliz como la que tiene Emily es físicamente imposible que alguien como yo se lleve bien con ella. Venimos de mundo distintos, de universos paralelos de los que seguramente en todos estamos destinadas a odiarnos y lo que peor me cae es que compartimos lazos que nos unen, sin esos lazos jamás nos hubiéramos conocido o nos hubiéramos odiado tanto.

Summer y Shane.

Esos dos idiotas son los culpables de todo. No culpo a Summer, después de todo ella no tiene la culpa de tener una hermana tan malditamente detestable. Con respecto a Shane... no me voy a encargar de defenderlo, él tiene la culpa de todo, de mis malas miradas, de mi mal humor, de mi enfado. Es cómo un dolor menstrual, al que nada te parece amigable y quieres matar a otra persona sólo por la escuchas respirar. De no poder dormir por las noches e intentar gritar contra la almohada para que nadie te oiga, de los sollozos nocturnos en medio de tu habitación oscura.

Sé que es un muy mala comparación pero así es... Shane es mi dolor menstrual.

Ahora estoy sentada en mi cama abrazándo mis rodillas, sin despegar la mirada de Blue, el oso de peluche que mi madre me regaló por mi compleańos, el último que pasé con ella. Él está sentado frente a mí, mirándo a algo que no me molestaré en mirar que es.

Blue.

Recuerdo que tenía 14 años cuando mi madre se infiltró en mi habitación a media noche para desearme felíz cumpleaños y darme mi regalo. Dijo que quería hacerlo antes de que mi padre lo haga como era costumbre. Recuerdo que besó mi frente y dejó a Blue junto a mí.

Mis ojos se cristalizan al recordar eso, mi boca hace muecas que intento parar de hacer porque seguramente me veo ridícula pero las lágrimas están próximas y no quiero llorar. No aguanto más y una lágrima recorre mi mejilla.

Apenas recuerdo su voz.

Quiero ir con ella, quiero estar con ella. No me tomen a mal, amo a mi padre, a mis amigos, a todos los que me rodean pero extraño a mi madre, siento impotencia de no poder estar con ella. Ya no aguanto más y abrazo a Blue lo más fuerte que puedo, no lo abrazo desde el día en que me enteré de la tragédia, desde ese día Blue ha estado en lo más profundo de mi armario, dónde yo jamás lo volvería a ver. Me sorprende que después de estar dos años dentro de ese armario aún conserve -muy poco- el aroma a limón. Las lágrimas empapan la cabeza del oso, de repente quiero gritar. Oprímo la cara con la almohada y grito, grito cómo nunca lo había hecho antes, dudo mucho que la almohada esté haciéndo un buen trabajo ocultando los sonidos pero no me importa, necesito desahogarme y sentirme libre de nuevo aúnque sé que tal vez sea un intento fallido pero no importa. Mi padre golpéa la puerta y repite mi nombre una y otra vez, yo grito, grito y no paro de hacerlo. Mi padre abre la puerta y corre hacía mí.

— Annie —me abrazó y sonaba preocupado— ¿Que pasa? —al ver que yo no contestaba se desesperó— ¡Demonios, responde!

— La extraño —murmuré. Mi voz estaba dañada, me dolía la garganta— La extraño mucho.

A Esto Se Le Llama Mala Suerte [Cancelada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora