Capítulo 3

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          David y Estela eran gemelos con dones extraordinarios, esto producto de un experimento fallido con un científico medio loco hace unos años atrás. A pesar de ser gemelos era muy diferentes el uno del otro, no solo físicamente sino también en carácter y personalidad. David era rubio, un poco chaparro, delgado y de ojos azules como el cielo en pleno atardecer de verano, a diferencia de su hermana quien tenía el pelo castaño, ojos café como el caramelo y era sin duda, más alta que su hermano, por un par de centímetros nada más. La única cualidad que ambos compartían era su manera de dirigirse a las personas de forma directa y sin pensar las cosas, no les importaba si ofendían a alguien, si debían decir algo simplemente lo hacían, aunque Estela era mucho más lista que su hermano. Después de perder una pelea en contra de un perro, el cual ellos creían que estaba "poseído", se encontraban tirados en un callejón oscuro en los barrios bajos de la ciudad, tratando de recobrar fuerzas para buscar algo de comer y así volver a aquel pequeño agujero el cual llamaban casa.

- Cállate estúpido. – Gritó Estela, quien se notaba exhausta, recostada en la pared del callejón donde se encontraban, con las manos apoyadas una en cada rodilla.

- Cállate tú. - Respondió David. – Mira que por tu culpa se nos ha arruinado todo. – Miraba a su hermana intentando levantarse del suelo. A ambos se les podía ver muy lastimados, con heridas leves, pero sangraban.

- ¿Por mi culpa? – Pregunto señalándose el pecho con el índice derecho – ¿Quién ha perdido el control mental del animal? – Le lanzaba una mirada acusadora.

- Ah ¿Si? – le responde David llevándose los puños a la cintura. - ¡Pues tú te has tardado años en tratar de conversar con demonio ese! – Con dificultad logró ponerse de pie para acercarse a Estela. Ponía su rostro a centímetros del de su hermana.

- Estaba buscándolo y no lo encontré. – Le dijo Estela acercándose bruscamente a su hermano.

David tenía la cualidad especial de tomar el control el cuerpo de otros seres, vivos o no, pero el tiempo de retención dependía de la fortaleza psíquica y física de esa persona o ser, mientras que Estela tenía el poder de ver dentro de las mentes de los demás. Una vez entró en la mente de una persona con trastorno de personalidades múltiples y se dice que tuvo la oportunidad de conversar con todas y cada una de las personalidades, aunque se decía que solo eran rumores inventados por las personas que decían conocerlos. Además, otra de las cualidades de ella era poder separar las almas del sus cuerpos y de David era el poder ver en los recuerdos de los cuerpos que tomaba. - ¡Cállate! - Repitió Estela. – Recuerda que soy mayor que tú. – Le dice enfadada mientras busca más heridas en su cuerpo.

- Claro, por catorce segundos... – Respondió David cruzando los brazos, soplaba uno de sus mechones de cabello mientras volteaba hacia el lado contrario.

- Bueno ya... - dice Estela en un tono más relajado. – Ya lo hecho, hecho está, Ahora mejor vamos a... - Un golpe fuerte al fondo del callejón interrumpió a Estela, ambos voltearon a ver al sitio de dónde provenía el estruendo, varias cajas se encontraban en el suelo y algunas terminaban de rodar. Desde allí se observaba un hombre, alto, flacucho de tez blanca como la nieve y de cabello y ojos negros como la noche y una gabardina larga del mismo color.

- Catorce segundos es mucho tiempo, ¿No creen? – Decía el hombre quien los observaba desde el otro lado del callejón.

- Y este flaco, ¿Quién es? – Pregunto David dirigiendo la vista hacia el desconocido quien permanecía quieto y en silencio ante ellos. - ¡Oye Neo! ¿Te vas a quedar ahí parado o te vas a presentar? -

El hombre le vio y soltó una ligera sonrisa desviada hacia la derecha. – Me llamo Necros, y seguramente no han escuchado de mí. – Decía mientras caminaba acercándose a los gemelos. – Pero yo si se quiénes son ustedes, Estela y David, los gemelos ¿No? Los caza demonios con súper poderes... – Dijo burlándose de los gemelos. Soltó una risa fingida. Dirigió su mirada directa a ellos.

Las crónicas de NecrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora