Capítulo 4

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          Los tres llegaban a una vieja iglesia, desteñida por la lluvia, el tiempo y el sol, la que algún día había sido blanca hueso, ahora era más bien blanco amarillento, producto de la exposición al sol y el desgaste del tiempo. En las esquinas se podían apreciar distintos tonos de verde, que la lluvia había dejado tras formar el moho, producto de la humedad y el agua. Frente a ella un graderío que aparentaba tener cientos de gradas hasta la puerta. La iglesia estaba en una calle muy transitada, alrededor de casas y edificios muy viejos, coloniales, que se había prohibido demoler. - Nunca me han gustado estos lugares. – Dijo David mientras subían las escaleras que daban a la puerta de la iglesia de San Clodoveo. – Son tétricos, deprimentes y además... -

- ¿Te quieres callar de una vez? – Le interrumpió Estela. – Tu siempre con tu negatividad y tus quejidos, nunca estás conforme con nada ni con nadie hermanito, eres demasiado negativo para mi gusto. – Los tres subían las escaleras, David alentaba el paso para no llegar hasta la puerta de la iglesia.

- Está bien, ya no hablaré. – Dijo mientras se incorporaba a su hermana y Necros, quienes se encontraban frente a las puertas de la iglesia, Los gemelos estaban boquiabiertos ante la majestuosidad de aquella puerta. El niño se adelantó a tocar, pero Necros llegó antes que él, sin que el niño pudiera notar sus movimientos.

Los niños lo vieron por un momento, asombrados y sin decir nada, entonces al fin la niña pudo recuperar el aliento. - Eres lento hermanito. – Le dijo Estela riéndose de él. David no pudo evitar iniciar una discusión con su hermana.

- Es que tropecé. – Dijo el niño excusándose, mientras veía a su hermana muy avergonzado por lo que había ocurrido. – Sino habría llegado primero. – Cruzaba sus brazos sobre su pecho.

- Entonces eres lento y torpe. – Estela volvía a reír, David la veía furioso y avergonzado a la vez.

- Tranquilo niño. – Le dijo el exorcista. – Es una de mis cualidades. – Ambos niños lo vieron sin decir nada. Esperaron para ver el siguiente movimiento del exorcista.

- Lento. – Susurró Estela, comenzando nuevamente una discusión con su hermano.

Necros se acercó a la puerta y empuño la mano para tocar. Volteó a ver a los gemelos y les calló con la mirada. Ambos alzaron los hombros haciéndole entender que habían entendido y voltearon a verse el uno al otro. Golpeó la puerta muy fuerte y en seguida un cura, no tan viejo, salió a su encuentro. – Necros, Hijo, ¿a qué has venido? - Pregunto Rubén, era el cura de la iglesia, gordo, chaparro, calvo, a excepción de una corona de cabello que rodeaba de oreja a oreja pasando por detrás de su cabeza, mientras intentaba mirar a los gemelos que se encontraban a tras de él. – y ¿Quiénes son ellos? -

- ¿Está el Padre Santiago? – Pregunto Necros intentando ver hacia el interior de la iglesia moviendo su cabeza para ver detrás el cura, ni siquiera se tomó la molestia de saludad a Rubén.

- Si, está en su aposento. – Repuso el cura. - Pero por favor, entren. ¿Los niños vienen contigo? – Veía de reojo a los niños, a él le gustaban mucho y se sentía emocionado por verlos, aplaudía y frotaba sus manos.

Necros iba a responder pero el niño se adelantó. - Es evidente ¿No? – Pregunto David antes de que Necros pudiera tan siquiera abrir la boca. – ¿No prefieres que te esperemos acá afuera? – Pregunto a Necros contemplando panorámicamente la iglesia con la vista, veía de arriba hacia abajo y de un lado al otro muy nervioso. - Insisto, estos lugares no me agradan, son una madriguera de gente hipócrita y de falsos sentimentalistas. -

Necros vio al niño mientras cruzaba la puerta de la iglesia, entonces los gemelos entendieron su expresión y le siguieron, se quedaron parados con la puerta sus espaldas mientras Rubén la cerraba. - Esperen acá. – Dijo Necros mientras se adelantaba. – El Cura sabrá cuidarles mientras vuelvo. – Los tres veían como la figura del hombre desaparecía por la luz que entraba desde la puerta del jardín.

Las crónicas de NecrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora