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Y Jaeno colmó su paciencia.

Siempre era lo mismo, siempre lo buscaba para repetirle lo mismo de siempre aunque con distintas palabras.

Y él ya estaba tan harto, solo quería hundirse en su dolor solo.

—¡Has ganado, ¿Si?! —Gritó una vez que Jaeno le seguía pidiendo perdón. —¡Ya está! ¡Dejame de una vez! ¡Has terminado conmigo Jaeno!

El mayor trataba de calmarlo, pero Donghyuck ya estaba tan mal.

Todo lo malo de Jaeno había sido absorbido por la vida que florecía en Donghyuck.

Y ahora, el enfermo era él, viendo al mayor, que seguía parloteando sobre que debía calmarse, que era lo mejor para él.

Pero el frunció el ceño, porque odiaba como Jaeno hablaba con tanta seguridad sobre que era lo mejor para él.

Donghyuck ya no estaba bien, Jaeno tampoco lo estaba, ambos sufrían por lo mismo, sin embargo, ellos no podían estar juntos.

Las raíces de sus malezas estaban tan profundas que estás no podían incluso desaparecer así tal cual, tardarían demasiado para sacarlas y para esperar a que la tierra ya no este contaminada de tanto odio y traición.

Donghyuck se alejó del mayor, y lo vio fijamente.

Y rió, rió fuertemente, como aquella noche donde fue abandonado por el mayor, riendo mientras las lágrimas de todos su dolor salían.

—Las dulces mentiras me acobijaron por tanto tiempo, Jaeno, que me acostumbré a ellas y me costó tanto para salir de ahí, no quiero volver ahí. —Decia mientras dejaba sus lágrimas contenidas por meses salir.

—Ya no será igual lo pro-

Pero Donghyuck lo vio a interrumpir.

—No, Jaeno, ¿Qué acaso no lo ves? Estamos tan rotos, yo no quiero estar contigo nunca más, porque incluso yo me perdí, porque no quiero romperme más, porque ya no soy capaz de creerte así que déjame, Jaeno, déjame por primera vez desde que te conocí ser feliz, o al menos, intentarlo.

My Boy | nohyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora