1. Un despertar poco cortés

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Una suave caricia en su cara hizo que Natalia soltara un pequeño gruñido y se removiera un poco en su cama. Segundos después volvió a notar otra caricia posándose en su mejilla y al contacto arrugó un poco la nariz y varios gruñidos volvieron a salir de su boca, esta vez más fuertes.

-Ayyy, mamá, pesada, déjame dormir- Dijo Natalia, con la voz ronca, dándose la vuelta y tapándose más con la manta a causa del frío invernal que hacía esos días, aún sin estar del todo despierta.

Las caricias pararon durante unos segundos, pero antes de que volviera a caer profundamente dormida, notó como algo le estaba mojando la cara, al principio soló fueron unas pequeñas gotas, pero a los pocos segundos, antes de que pudiera abrir los ojos para ver de qué se trataba, una considerable cantidad de agua le cayó directa en la cara, haciendo que esta vez se despertara de golpe, y por primera vez fuera totalmente consciente de dónde estaba.

-Como me vuelvas a llamar pesada, la próxima vez no será agua lo que te tire.- Dijo riendo la chica que se encontraba de pié a un lado de la cama.- Además, ¿qué es eso de mamá?, te recuerdo que soy un año más joven que tú...

-Te voy a matar... lenta y dolorosamente. ¿¡Tu sabes el frío qué hace!?- Gritó Natalia, con la cara seria, pero al ver como la otra no podía parar de reír, una sonrisa se dibujó en su cara sin poder evitarlo.- Ahora verás.- Se levantó rápidamente, pillando a la otra por sorpresa, agarrándola de la cintura y lanzándola a la cama, pegando su cara a la de ella, para mojarla también y empezar a hacerle cosquillas.

-Natalia, para- Dijo la más bajita, sin poder dejar de reír a causa de las cosquillas.- Tía, sabes que odio las cosquillas.

-¿Si las odias por qué no dejas de reírte? Te estás llevando la contraria a ti misma.- Soltó mientras intensificaba las cosquillas. -Eso te pasa por despertarme de esa forma tan poco cortés.

-Oye, esa ha sido ya mi última opción.- Dijo escapando por fin de los brazos de la morena y poniéndose de pié a su lado. -Llevo un buen rato intentando despertarte como una persona normal y tu ni caso. No conozco a nadie con un sueño tan profundo como el tuyo.

-Exagerada.- Dijo levantándose y poniéndose de pié al lado de la chica. Ésta, al ver a la morena tan cerca y dudando de sus intenciones dio un paso atrás y se preparó para defenderse si la otra decidía atacarla de nuevo.- Que no te voy a hacer más cosquillas. Puedes estar tranquila...- Se quedaron en silencio y la más alta se acercó a su oído. -de momento.- Le susurró. Y seguidamente se separó de ella y le dio la espalda para coger su móvil, que se encontraba encima de la mesita de noche. -Pienso vengarme, esto no se va a quedar así.

-Venga ya, Natalia Lacunza, no me das ningún miedo... Tus pintas de dura no funcionan conmigo. Te conozco demasiado y sé que en el fondo eres una blandita.- Dijo la chica con una sonrisa de suficiencia. -Y, ¿qué coño? te recuerdo que fuiste tu la que me pediste que te despertara antes de las 11. Tienes a Eilan esperando en la puerta desde hace ya un buen rato.

La chica, al oír eso se giró hacia la cama. No se había dado cuenta de que él ya no estaba a su lado. Entonces decidió darse prisa y se dirigió rápidamente a su armario para vestirse mientras veía como la más joven salía por la puerta de su habitación en dirección al salón.

Ella siempre dormía solamente con una camiseta ancha y unas braguitas, así que solo tuvo que buscar un pantalón y cuando localizó uno que le pareció lo suficientemente cómodo se lo puso y se dirigió al baño, para maquillarse un poco los ojos. En 2 minutos ya volvía a salir por la puerta del baño dirigiéndose también hacía el salón.

No era un piso muy grande, pero no se podían quejar, para ellos tres era más que suficiente. Y con sus sueldos, tampoco podían permitirse mucho más.

Fue hacia la puerta donde encontró a Eilan mirándola con cara de pena, se abalanzó sobre él y lo abrazó.

-Lo siento mucho amor, todo es culpa de Marta, que me ha entretenido.- Dijo Natalia en voz baja, pero lo suficientemente alto para que la otra chica lo escuchara. -Ya nos vamos.- Le susurró mientras se separaba de él y le acariciaba suavemente su cara.

-Lo he oído. Zorra mentirosa.- Gritó Marta, que ahora se encontraba en la cocina.

Natalia soltó una carcajada y al oír la procedencia de su voz, entró a la cocina y la vio de espaldas echando agua en la cafetera.

-¿Te vienes con nosotros?- Dijo Natalia, todavía con la sonrisa en la boca.

-Todavía no he desayunado, y yo sin un café no soy persona.- Le respondió la malagueña girándose levemente para mirar a Natalia por encima del hombro.

-No te engañes, no eres persona ni con café ni sin café- Dijo sacándole la lengua, a lo que Marta le respondió enseñándole el dedo del medio. -Venga, acompañanos, pillamos uno para llevar por el camino, que yo tampoco he desayunado y no quiero hacer esperar más a Eilan. Yo invito.

Marta se quedó en silencio unos segundos, hasta que finalmente soltó un fuerte suspiro y dejó lo que estaba haciendo para girarse.

-Veeeenga, vaaaale. Qué pesá eres illo.- Lo que consiguió que Natalia dibujase en su rostro una sonrisa triunfante mientras veía a su amiga pasar por su lado en dirección al salón para coger su abrigo y un gorro. La siguió e hizo lo mismo que ella y seguidamente salieron los tres por la puerta.

EILANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora