27. Que la fuerza te acompañe.

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Un ruido fuerte me despertó bruscamente. Miré hacia mi izquierda, asustada, pero Alba seguía durmiendo plácidamente. El ruido había venido de dentro de casa, de eso estaba segura. Había dos opciones, o Marta había vuelto, o habían entrado a robar. Y sinceramente, en ese momento no sé qué hubiera preferido.

Miré hacía donde se supone que debían estar los perros, pero allí no había nadie. Di un vistazo a la habitación, pero seguía sin haber rastro de ninguno de los dos. Eso me hizo levantarme de un salto y correr hacía el salón. Al final iba a resultar que no eran ni Marta ni los ladrones, y aquellos dos me estaban destrozando la casa...

Justo cuando iba a entrar al salón me paré en seco. ¿Cómo habían salido ellos de la habitación si estaba la puerta cerrada?

Volví a acojonarme hasta que oí unas risas venir de la cocina, dudé mucho que si fueran unos ladrones se hubieran puesto a reír en mi cocina, así que entré decidida, encontrándome a Marta y María cocinando y a ambos perros sentados observándolas con atención.

-Vaya, ¿te hemos despertado? Lo siento, es que se me ha caído una olla al suelo.- Comentó María sin borrar la sonrisa de su cara.

-¿Se puede saber qué hacéis?- Pregunté ante la escena que tenía delante.

-Pues la comida.- Contestó Marta con obviedad. -Todo apto para vegetarianos. Dile a Alba que no se preocupe.- Dijo entre risas.

-¿Cómo sabéis qué...

-¿Que Alba está contigo?- Acabó la frase por mi.- ¿Cómo crees que han salido los perros?

-Qué manía con entrar a mi habitación sin llamar.- Bufé entre cabreada y avergonzada.

-Oye, encima que me preocupo por tí.- Se quejó. -Cuando hemos llegado hemos pensado en sacar a Eilan para que pudieras dormir, supuse que estarías cansada del trabajo.

-Encima hemos visto que se te había alargado más la noche, así que los hemos sacado a los dos.- Soltó la rubia, intentando aguantarse la risa.

-Por Dios, cómo si no tuviera ya bastante con una. ¡Ahora sois dos! Me voy a pegar un tiro.- Solté rendida.

-Anda, anda, ya será menos. Os quejaréis... Que tenéis a dos sirvientas que os sacan a los perros y os hacen de comer mientras dormís.- Se quejó Marta. -Que por cierto, la comida ya está casi lista, ves a avisar a tu...

-¡LOO LO LO LO LO LOO LO!- La cortó María, que se puso a gritar y a saltar, haciéndome pegar un bote del susto. Miré a Marta, intentando buscar algo de lógica en esa situación, pero me rendí en el intento cuando vi que mi amiga le seguía la corriente y se unía a ella.

-¿Qué cojones? ¿Seguís borrachas?- Ignoraron mi pregunta, y siguieron gritando como dos locas, así que me di la vuelta y me dirigí de nuevo a la habitación, dejándolas ahí.

Al entrar, vi que Alba seguía en la misma posición que antes. Debía de tener un sueño muy profundo para no despertarse con semejante alboroto que habían montado en un momento. Me acerqué para despertarla, pero la tentación de volver a acurrucarme con ella 5 minutos más fue más fuerte. Me metí de nuevo bajo las sabanas, y al momento, ella se giró, aún dormida, y se resguardó del frío en mi pecho, abrazándome y colocando una pierna por encima de las mías.

Dios, es que era tan bonita. Parecía un ángel cuando dormía. Acaricié su mejilla con cuidado de no despertarla, y la suavidad de su piel me hizo cerrar los ojos, para disfrutar más de ese efímero contacto. No volví a abrirlos hasta que note que su respiración se aceleraba, y el peso sobre mi pecho, disminuía levemente. Cuando los abrí, me encontré con unos enormes ojos miel mirándome intensamente desde abajo. Nos quedamos unos segundos así, en los que no dejé de acariciar su rostro, quería disfrutar de ese momento el máximo tiempo posible. Pero cuándo mis ojos, instintivamente, volvieron a dirigirse a sus labios, decidí que lo mejor era parar. Me estaba torturando a mi misma, pero no podía evitarlo. Desvié mi mirada hacia el techo, pero mi mano seguía sobre su mejilla.

EILANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora