56. Prejuicios.

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-¿Qué dices, imbécil? Suéltame.- Sacudí mi brazo con fuerza, pero solo conseguí que él apretara más fuerte, haciéndome soltar un quejido por el dolor.

-Ya sé que tienes pareja, pero yo puedo ofrecerte algo mucho mejor.- Yo lo empujé, pero era inútil, tenía mucha más fuerza que yo. -Venga ya, si sé que lo estás deseando.- Me miró de arriba a abajo con lascivia, estirando su otra mano para colocarla sobre mi cintura.

-¡No me toques!- Grité apartando su mano de mi como puede. -No quiero nada contigo. Déjame.

-Uff, las tías siempre igual, os encanta haceros las duras.- Se mordió el labio, agarrando mi muñeca con la mano que tenía libre y empujándome contra la pared, acercando su boca a la mía. -No he podido dejar de mirarte en toda la noche.

-¡He dicho que me dejes!- Empecé a forcejear con él.

Lejos de hacerme caso, pegó su cuerpo al mío con fuerza, y pasó su nariz por mi cuello, antes de repasarlo con su lengua.

Cerré los ojos aterrada cuando una lágrima de impotencia empezó a deslizarse por mi mejilla. Soltó uno de mis brazos para agarrarme el pelo con fuerza, mientras dejaba mi cuello más a su alcance. Justo en ese momento escuché la puerta del baño abrirse y sentí que el chico paraba sus movimientos para girarse, justo unos segundos antes de dejar de sentir su cuerpo contra el mío y escuchar un golpe. Fue entonces cuando me atreví a abrir los ojos y vi que Óscar tenía al chico agarrado por la camiseta, mientras le propinaba un puñetazo en la cara.

El chico se resistió y le devolvió el golpe, haciendo que empezara a sangrarle el labio. Pero Óscar estaba en mejores condiciones que él, y no le costó mucho apresarlo contra la pared.

Vi como le golpeaba varias veces, y sin poder evitarlo empecé a sollozar por el susto que tenía en el cuerpo. Fue entonces cuando él soltó al chico con rabia, y después de que este cayera al suelo dolorido, se acercó a mí con preocupación.

-Nat.- Me miró asustado y dudó unos segundos antes de agarrar mi cara con ambas manos. -¿Estás bien?

Yo no contesté, pero rompí a llorar y me lancé sobre él, abrazándolo con fuerza. Él solo correspondió el gesto mientras acariciaba suavemente mi cabeza con una de sus manos.

Pocos segundos después la puerta se abrió de nuevo, y pude ver a Miki entrar a toda prisa. Óscar se giró, todavía sin soltarme, y yo me separé ligeramente de él, lo justo para poder ver bien a mi amigo. Miki nos miró alterado, y luego bajó la mirada hasta encontrarse con el chico, que seguía tirado en el suelo, con una mano en la cara, que estaba cubierta de sangre, y sin fuerzas para levantarse.

Se acercó a nosotros desconcertado y después de dudar unos segundos, viendo mi estado, agarró a Óscar y lo empujó, apartándolo bruscamente de mí.

-¿Qué ha pasado, Nat?- Se pegó a mi, que seguía sin poder dejar de llorar, mientras miraba a Óscar, que no paraba de sangrar. -¿Por qué estás así? ¿Qué te ha hecho este imbécil?- Lo señaló y yo negué con la cabeza, intentando calmar mi respiración para poder hablar. Él, al ver mi estado, se apartó de mí y agarró a Óscar de la camiseta con rabia.

-¿¡Qué coño le has hecho!?- Gritó fuera de sus casillas. -Como le hayas tocado un pelo, te juro que te mato.

-No, no, no.- Conseguí articular, negando con la cabeza, mientras me acercaba a los dos y agarraba a Miki por los brazos, intentando que soltara al chico. -Miki, para. Él no...

-Él no, ¿qué?- Me preguntó con el ceño fruncido, todavía sin soltar al chico. -He visto como entrabas al baño y a los pocos minutos este hijo de puta te ha seguido.

EILANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora