10

1.1K 83 8
                                    

Amarramos los caballos a un tronco y de su silla desató una docena de codornices que cazó por el camino junto con un bonito zorro de color intenso.

La guié hasta el tipi de Falcom, entramos y nos sentamos luego de saludarle.

-Brace, ¿cierto?

-sí.

-cazar en nuestra reserva está prohibido, ¿por qué mataste esas avecillas?

-son para hacerle una petición.

-yo también tengo que hacerte una petición.

-usted primero.

-bien. Antes que otra cosa sea dicha, te doy la bienvenida a mi pueblo, mi gente tiene necesidad de tus servicios con los caballos y también necesitamos que dejes de cazar en nustras tierras. No es que sean tiempos de escacés, al contrario, nunca había visto tantas crías en la misma temporada. Pero tenemos un trato con el anciano del rancho y como habitante de ahí debes seguir las reglas, de lo contrario habrá consecuencias.

-ahora dígame, ¿aceptaría a alguien extraño en su aldea?

-pues no, pero requerimos de tus servicios.

-¿prerende que venga todos los días hasta acá para entrenar caballos por un par de horas?

-sí, exactamente.

-considere lo siguiente: del rancho a aquí son dieciséis millas, si viajo esa distancia todos los días dos veces sólo estaré aquí dos horas y media, si me quedo y vivo con ustedes podré trabajar desde el amanecer hasta el anochecer, además les ayudaría con la cacería y la trata de pieles. Ahora bien, si les represento una amenaza haré mi casa apartada de la aldea y cazaré mi propio alimento, trataré mis pieles y solo les ayudaré con los entrenamientos de los caballos.

Nos sorprendió a ambos.

Luego de una larga charla Falcom aceptó a Brace en la aldea, tendría su propia casa y se adaptaría a nuestras costumbres.

...

Han pasado ya numerosas lunas, Brace se ha integrado de buena manera, incluso viste como nosotros, ha guardado su ropa, su sombrero, sus armas, su silla y rienda, incluso se ha quitado sus botas y anda descalza como todos nosotros.

Al atardecer va a las manadas de caballos que tenemos y elige el mismo caballo todas las veces, le solía atar una cuerda al cuello pero ahora sólo se para en una parte alta y silba al aire, el caballo levanta la cabeza y va a su encuentro. Lo ha entrenado tan bien que incluso lo monta sin ninguna clase de freno. Hoy ha sacado su silla desde medio día y la ha estado revisando de cerca. Al llegar la tarde va por el caballo y lo ata a un tronco viejo en el suelo. A continuación le muestra la manta que va debajo de la silla, le deja olerla y restregar su naríz en ella, luego se posciciona en el lado izquierdo del animal y se la pone suavemente, una vez que está en su lugar se aleja y mira detenidamente la reacción del caballo que se ha volteado a analizar lo que le han puesto en el lomo, luego le mira y mueve las orejas. Ella sonrie y le toca la frente revolviendole la melena; en seguida va por la silla y se la muestra, el caballo incluso intentó hincarle el diente mas Brace lo reprendió. Se poscicionó del mismo lado que antes y se la echó encima. El caballo levantó la cabeza ante la sorpresa de ese nuevo peso en su lomo y se volvió inmediatamente a ver lo que le habían puesto. Cuando Brace empezó a arreglarle el cincho el caballó trató de quitarse la presión en el vientre con una de las patas traseras, ella le regañó cada que lo hacía y al final pudo ponerle hasta el freno.

Durante todo el proceso el caballo se mostró dispuesto a ayudar y facilitar el trabajo.

Brace lo felicitó y simplemente se alejó a cenar. Regresó a quitarle todo cuando ya era tarde y lo encaminó hasta la manada, dejándole libre.

Repitió el proceso por más de tres lunas hasta que incluso lo montaba y le hacía realizar maniobras repentinas al galope. Ahora era un caballo indio y de silla, hecho y derecho.

Me preocupaba lo que haría a continuación.

-Brace, tengo curiosidad, ¿por qué enseñaste al caballo a usar la silla y la rienda? ¿A dónde irás?- me miró con una sonrisa melancólica y luego dirigió la mirada al frente.

-tengo un hermano, en el rancho donde vivía antes de ir a donde el viejo. Es un gran chico, le gustaban los caballos tanto como a mí. Es un regalo para él, hace más de un año que lo vi por última vez.

-¿un año? No. Han sido tantas lunas que seguro han pasado más de dos años; nosotros no medimos el tiempo de esa forma, lo sabes, pero podrías ir al rancho del viejo y preguntar cuánto tiempo has estado lejos.

-¿en serio crees que ha sido más tiempo? Siento como si hubiera sido poco.

-haz lo que te digo, ve al rancho del viejo y averigualo.

Se levantó y se fue corriendo luego de despedirse de la cena. La seguí y la vi entrar en su tienda, al poco rato salió vestida con la ropa con la que llegó, incluso las botas y el sombrero, ya sin sus plumas que adornaban su cabello. Fue a las manadasy tomó sus dos caballos, ensilló su yegua y amarró al caballo con una cuerda y miró atrás.

Nos vimos a los ojos, desmontó y me abrazó, se despidió prometiendo que nos volveríamos a ver y partió.

LA VAQUERA SOBRE LA SILLA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora